Por su aroma y sus propiedades relajantes, se usa en la elaboración de multitud de productos: perfumes, aceites esenciales, velas, jabones, decoración…

La Lavanda se ha añadido al agua del baño desde los tiempos de los romanos, de hecho hay teorías que defienden que el nombre de lavanda proviene del verbo latino lavo: bañar, lavar.

Sus estudiados principios activos poseen propiedades antisépticas y antibacterianas que han hecho de la lavanda una de las plantas más comunes para el lavado de las heridas infectadas y la desinfección en el lavado de la ropa (quizá por ello inconscientemente asociamos la fragancia de lavanda a limpio).

Esta planta aromática es muy apreciada como ambientador y repelente de polillas. Una vez recolectadas las flores, se meten en saquitos y se colocan entre la ropa.

El aceite esencial de las flores tiene un efecto calmante y sedante que relaja los nervios y los músculos, calma la ansiedad y ayuda a conciliar el sueño.

También es utilizada en guisos y potajes y en la elaboración de mermeladas y jarabes. Sus flores y hojas frescas nos sirven a su vez para condimentar y adornar las ensaladas.

Una infusión de lavanda unas horas antes de dormir ayuda a conciliar el sueño. Además, facilita la digestión, mitiga las dolencias estomacales nerviosas y alivia el dolor y la irritabilidad.

También tiene un uso decorativo, pues las flores secas pueden utilizarse para adornar, además de perfumar la casa.

Pero además de todos estos usos, algunos muy conocidos,

La lavanda también se emplea como insectífuga e insecticida.

Si quieres conocer más sobre este versátil cultivo, pincha aquí. Ten enseñamos como mantener a raya los pulgones y cochinillas de manera sencilla.