Existen muchos productos que sirven para mejorar las propiedades de un terreno agrícola o un jardín. Pero en el caso de un huerto escolar de mediana superficie, lo más sencillo y económico para preparar y mejorar el sustrato es emplear arena, tierra vegetal y mantillo.
Veamos varios casos habituales:
El terreno en el que instalamos el huerto es de por sí buena calidad; bastará con aportar anualmente mantillo labrando y mezclándolo con el sustrato. La cantidad de mantillo rondará los 5 centímetros de altura de mantillo sobre la zona a cultivar (esto es, un metro cúbico de mantillo para 20 metros cuadrados de huerto). Hay que tener en cuenta que los huertos son sistemas productivos que consumen muchos nutrientes pues las verduras crecen muy rápido y su biomasa se retira para ser consumida. Esto hace que no se cierren los ciclos de materia y energía en el huerto y que haya que aportar muchos insumos externos de nutrientes.
Para el caso de terrenos con huertos que funcionan desde hace tiempo, se suele hacer un aporte de mantillo fuerte en el otoño y otro más suave en primavera. Y si se desea ir mejorando la estructura del sustrato, se puede mezclar este mantillo con algo de tierra vegetal.
En el caso de disponer de un terreno que se encharque o se compacte mucho, se deberá añadir además de abono, arena de río, que facilitará el drenaje y la aireación. El aporte de mantillo o de abono de origen vegetal también hará que el terreno quede más esponjoso.
En terrenos donde apenas hay sustrato, habrá que aportar tierra vegetal, arena y mantillo. Sirva como modelo la siguiente medida: en una zona en la que no hay sustrato y hay que generar un terreno nuevo para el huerto, se puede pedir a un proveedor que nos prepare una mezcla con una tercera parte de tierra vegetal, otra tercera parte con mantillo y una última con arena de río. En principio esta combinación permitirá el cultivo de la mayoría de las hortalizas.
En huertos en terrazas, mesas de cultivo o situaciones similares en las que no hay sustrato, se recomienda emplear mezclas de sustratos ligeros, que aporten a un tiempo capacidad de retención de agua, drenaje, nutrientes y generen un terreno mullido. Se puede recurrir a lo que muchos proveedores llaman sustrato universal, (2/3 partes) y añadirle nutrientes a base de mantillo (1/3 parte) o bien mezclar turba o fibra de coco (2/3 partes) con humus de lombriz (1/3 parte).