Esta semana se celebra en todo el mundo “La semana sin pesticidas”, en la que, organizaciones, asociaciones en pro de la salud ambiental e individual, agricultoras y agricultores, y ciudadanos/as, manifiestan la necesidad de transitar hacia modelos de producción exentos de pesticidas, debido a los altos costes medioambientales y sobre la salud que implica su uso, como se viene demostrando desde los años 70, en los que Rachel Carson alzó la voz  como pionera para alertar sobre los perjuicios del uso de DDT en su libro “La primavera silenciosa”.

¿Qué entendemos por pesticida?

Los pesticidas son productos tóxicos de origen petroquímico, de tipo orgánico o inorgánico, sintetizados de forma artificial, cuya finalidad, es “acabar” con hongos, bacterias, virus, animales u otras plantas que puedan ser causa de enfermedades, competencia o plaga en los cultivos. Los pesticidas comienzan a producirse de forma más extendida partir de la revolución verde, cuando  se instauran la prácticas de monocultivos, y el ser humano siente la necesidad de dominar la naturaleza y hacer frente a enfermedades o problemas de abastecimiento. En esta época, el ser humano considera la naturaleza una mera herramienta al servicio de sus necesidades, desencadenándose un cambio en las prácticas agrícolas donde, el fin último no es la producción de “buenos alimentos” teniendo en cuenta los ritmos y los diferentes elementos de los agroecosistemas, sino abastecer de alimento a la población, que cada vez era mayor y paliar problemas de la producción agrícola.


¿Qué consecuencias tiene sobre nuestra salud y la salud planetaria?

“El Estado español es el mayor consumidor de pesticidas de Europa. Así lo avalan los últimos datos publicados por Eurostat correspondientes al año 2017, que lamentablemente vuelven a situar a nuestro país como líder europeo con la comercialización de 71.987 toneladas de plaguicidas”.

Los pesticidas o plaguicidas se clasifican en diferentes tipos en función a su grado de toxicidad o su especificidad de actuación, y el uso de muchos de ellos,  a medida que han ido avanzando las investigaciones y las demandas debido a su carácter altamente perjudicial, han sido eliminados de la producción, a escala mundial o en algunos países, como ocurrió  hace unas décadas con el DDT y , recientemente con el glifosato (149 pesticidas que podrían estar cada día en nuestra alimentación. Amigos de la Tierra).

El uso de los mismos, así como la constante renovación e invención de nuevos modelos, es tan reciente, que son muchas las personas que ponen en evidencia el desconocimiento sobre las repercusiones sobre la salud ambiental y la nuestra propia a medio y largo plazo, advirtiendo que los estudios aprobados previos a su comercialización, no aportan información sobre las consecuencias de la interacción de los distintos tipos que aparecen en nuestra alimentación una vez dentro de nuestro organismo. Datos recientes advierten de que “nuestros alimentos contienen al menos 36 pesticidas con capacidad de alterar el sistema hormonal según el criterio de Pesticide Action Network Europe, o 72 pesticidas EDC (disruptores endocrinos) si tenemos en cuenta el criterio del documento de trabajo de la Comisión Europea. Si incluimos además dos de las sustancias prohibidas detectadas (DDT y endosulfán), las cifras ascienden a 38 y 74 respectivamente”. (Directo a tus hormonas.  Guía de alimentos disruptores. Ecologistas en acción)


Cuando hablamos del efecto dañino de los pesticidas sobre la salud humana, no lo hacemos exclusivamente refiriéndonos al consumo de alimentos tratados con estos productos, sino que las peores consecuencias las sufren de forma directa, las personas que trabajan expuestas a estos compuestos, principalmente en países de los sures globales, poblaciones vulnerables, niños/as y mujeres. Comunidades enteras se ven afectadas por la implantación de grandes campos de monocultivos en sus territorios, donde la exposición directa de los trabajadores y trabajadoras, o la contaminación de aire, tierras y aguas colindantes, tienen consecuencias devastadoras sobre su salud física y psicológica (Los plaguicidas y nuestra salud, una preocupación creciente (Greenpeace)


Si atendemos a la salud ambiental y de otros seres vivos, recientes estudios apuntan directamente al uso de pesticidas como una de las principales causas de pérdida de biodiversidad de insectos, aves o animales acuáticos, consecuencia del ataque directo o el efecto indirecto debido a la contaminación de aire, tierras o acuíferos. Por ejemplo, se estima que, “el 41% de las especies de insectos está en declive y un tercio de todas las especies inspeccionadas corre peligro de extinción”. Si tenemos en cuenta que, “el 75% de nuestros cultivos más importantes dependen de la polinización por insectos”, quizás deberíamos reflexionar sobre si, el uso de estos plaguicidas, es de verdad beneficioso para asegurar el acceso de alimentos a toda la población, o si, en cambio, es el camino hacia el colapso de los sistemas naturales, y por tanto, de su capacidad de producción. Además, en el caso concreto de los insectos, mejoran la calidad del suelo al participar en la descomposición de las plantas de la materia vegetal muerta, y muchos de ellos actúan como controladores naturales de plagas mediante la depredación. (Atlas de los insectos. Información y datos sobre insectos beneficiosos y plagas en la actividad agropecuaria. 2020)


¿Cuáles son las alternativas al uso de pesticidas?

A escala global, se hace necesario promover y potenciar mediante ayudas a agricultores y agricultoras,  la transición hacia prácticas agroecológicas que prescindan del uso de pesticidas, mediante la diversificación de sus cultivos y de los espacios colindantes, o el uso de remedios naturales para proteger y prevenir la aparición de plagas o enfermedades en los cultivos. También, se hace necesario facilitar el acceso a la información sobre los perjuicios sobre la salud de la producción convencional, y diferenciar la producción ecológica de las grandes superficies productoras, de la producción agroecológica (¿Qué es la agroecología? Enlace a video)


Un sistema de cultivo que tenga en cuenta el funcionamiento natural de los ecosistemas, donde prime la biodiversidad y el respeto de los límites físicos y químicos que ofrece la tierra, se convertirá en el escenario idóneo para modelo de producción saludable, accesible y sostenible. Los huertos escolares, son una pequeña oportunidad para modelar estos sistemas conscientes, donde la presencia de “bichos” y aves, el respeto de la temporalidad y las estaciones, o el cuidado adecuado de la tierra, sean la clave del éxito para mantener una tierra fértil en el tiempo y unos alimentos saludables. Las ciudades se presentan como los mayores focos de consumo de alimentos, y a la vez, son los sistemas sociales que se encuentran más desvinculados a la producción de alimentos. Los huertos escolares, o los huertos urbanos, pueden ser la primera vía de acercamiento hacia modelos de consumo sostenibles, en los que, las personas puedan hacerse conscientes de la existencia de alternativas al consumo de alimentos convencionales, promoviéndose así la creación de redes directas o canales cortos de comercialización con productores agroecológicas a través de grupos de consumo, u otras plataformas.

Agroecología: un modelo agroalimentario justo y saludable. Amigos de la Tierra (Enlace)

Vivir sin pesticidas. Ecologistas en Acción (Enlace)

Agricultura Industrial vs Agroecología. Amigos de la Tierra (Enlace)

Blancanieves y los 48 pesticidas. Ecologistas en acción (Enlace)