El 5 de Marzo se celebra el Día mundial de la Eficiencia Energética debido a que, en el año 1998, tuvo lugar la Conferencia Internacional celebrada en Austria, donde se acordó crear un día que fuese emblemático para el mundo para poder reflexionar sobre la importancia de cuidar y hacer un uso consciente y responsable de la energía. En este encuentro se debatió sobre cómo crear estrategias para ampliar la diversificación energética a través de otras fuentes como las energías renovables, así como la reducción de los combustibles fósiles

Repensar sobre el uso que hacemos de las energías se hace cada vez más necesario si tenemos en cuenta los últimos informes de Global Footprint Network (GFN), que advierten de que, actualmente, se calcula que el consumo de recursos y de energía que se realizan en los nortes globales, es decir,  en los países occidentales, es equivalente a 1,6 planetas  y que, a este ritmo de consumo, el valor ascenderá a los 2 planetas para 2030. Este exceso de consumo, además de tener consecuencias directas sobre la sostenibilidad de la naturaleza, también influye de forma directa y negativa sobre otro tipo de  sociedades, cuyo acceso a los recursos naturales y fuentes  de energía, sufre un detrimento y deterioro consecuencia de ello.

Las acciones para combatir estas desigualdades, no deben partir solo de la transición hacia otras fuentes de energía o usos más eficientes de las mismas a través de mejoras tecnológicas, sino que resulta imprescindible la reducción de la disminución del consumo energético, empezando por el propio hogar, y llevando este tipo de reflexiones a todos los ámbitos de nuestra vida, como individuo/as y como sociedades.

Pero, ¿qué tiene que ver esto con los huertos escolares?

El modelo convencional de producción de alimentos se encuentra dentro de las actividades que mayores impactos negativos  generan sobre el planeta, consecuencia de los modelos de producción deslocalizados, superenvasados, superprocesados, y petrodependientes por el uso de agroquímicos sintéticos derivados del petróleo (enlace para más información sobre el sistema agroalimentario convencional).

Los huertos escolares, se presentan como una alternativa a estos modelos de producción de alimentos, que nos sirve como escenario para poder reflexionar y educar sobre los beneficios en términos de sostenibilidad, incluida la energética,  que tiene sobre el planeta y sobre nuestra propia salud el consumo de alimentos de temporada, locales y ecológicos.

¿Cómo podemos trabajar sobre eficiencia energética en el huerto escolar?

  1. Comprendiendo y cuidando los flujos de energía de nuestro huerto.

De por sí, el huerto se presenta como un flujo continuo de intercambios de materia y energía que podemos observar con el paso del tiempo. Por ejemplo, la energía del sol, es transformada por las plantas en energía química a través de la producción de azúcares y otros compuestos, que los seres humanos empleamos como fuente de nutrientes, es decir, como fuente de alimento. Pero no sólo nosotras y nosotros, nos alimentamos de esa “energía”, sino que otros procesos físicos, y químicos, así como otros muchos seres vivos, dependen de ello, desde las escalas más pequeñas de organismos microscópicos como podrían ser las bacterias, hasta los pequeños roedores o las aves que pueden aparecer en nuestros huertos escolares. También sabemos que esa energía no desaparece, sino que se transforma, como sucede con los procesos de descomposición que llevan a cabo los organismos descomponedores, asegurando que, esa energía en forma de nutrientes, pase a forma parte de la tierra, para, más adelante, permitir que el ciclo se vuelva a repetir. ¿Podrías representar qué flujos de energía se dan en tu huerto y que seres vivos o elementos intervienen?

  1. Consumiendo productos de temporada.

Las condiciones de temperatura y de humedad, así como la biodiversidad presente en cada estación, permiten la germinación y el correcto desarrollo de las plantas y sus frutos, en caso de que haya. Ya sabemos, que por ejemplo, para consumir un tomate, hemos necesitado previamente que un polinizador intercambie el polen entre diferentes flores para permitir la generación del fruto, y que además, necesita mucho calor y agua para crecer. Entonces, una buena pregunta para hacerles a los y las peques sería ¿por qué tenemos tomates en invierno?

Resulta interesante reflexionar con los niños y las niñas sobre la importancia de consumir alimentos de temporada, y los altos costes de energía que implica no hacerlo.  Consumiendo alimentos de temporada, nos aseguramos que las condiciones de humedad, de temperatura, de horas de luz o de biodiversidad de dicha estación serán las óptimas para asegurar un buen desarrollo del cultivo. De esta manera, evitaremos el uso de insumos externos dependientes de energía petroquímica, como puede ser la empleada en los invernaderos para producir la luz y el calor, la necesaria para producir fertilizantes, o los diversos “cidas” que “protegen” a la planta del ataque de plagas, o incluso, la necesaria para la polinización mecánica

Os proponemos que elaboréis un concurso de preguntas para que sean ellos/as los que reflexionen sobre ello, como por ejemplo:

¿Dónde viven los tomates en invierno? (Enlace sobre el impacto de los residuos de los invernaderos en el sur de España)

¿Quién les da todo el calor que necesitan?

Sino hay abejas, ¿quién poliniza las flores? (Enlace a métodos de polinización en invernaderos)

  1. Cultivando sin emplear productos químicos de síntesis:

Evitar el uso de fertilizantes o agroquímicos de síntesis derivados del petróleo, supone un gran paso hacia un modelo de consumo eficiente de la energía. Existen muchas maneras de mantener un ecosistema equilibrado haciendo uso de la propia biodiversidad y recursos que nos ofrecen nuestros territorios, que nos permitirán disponer de una huerta completa y compleja. La huerta nos ofrece escenarios propicios para la producción de nuestro propio compost, o la generación de ambientes que favorezcan la aparición de insectos o aves que regulen la población de las posibles plagas, además de tener en cuenta los criterios de asociación.

Como de compost ya hemos hablado en un par de ocasione en el blog, os proponemos, como alternativa al uso de insecticidas, la creación de un oasis de mariposas en vuestro huerto escolar, de esta manera favoreceréis la aparición de un montón de bichos que os ayudarán a mantener en equilibrio las poblaciones de vuestro huerto (enlace a la Asociación Zerynthia: pasos de cómo plantear un oasis de mariposas)

  1. Consumir productos locales.

¿Sabes de dónde viene lo que comes? Pocas veces, nos paramos a mirar el origen de nuestros productos. Puede, que más de la mitad de los productos que ocupan tu nevera, hayan viajado más de lo que viajaremos nosotras y nosotros en toda nuestra vida. El consumo de productos kilométricos, es decir, aquellos que proceden de partes del planeta muy alejadas de nuestra región o nuestro estado, recorren grandes distancias en cámaras de refrigeración y en muchas ocasiones, envasados para su mejor conservación, lo que implica un alto coste energético que podríamos evitar.  Si consumimos productos originarios de nuestra localidad, o las localidades colindantes, nos aseguraremos de que, además de conservar mejor sus cualidades nutricionales, apoyaremos al comercio local y evitaremos los altos costes energéticos de aquellos productos que viajan desde tan lejos.

Os proponemos que elijáis algunos de los productos que tengáis en el huerto y los comparéis con otros que hayáis comprado en el súper. ¿Están envasados? ¿De dónde proceden? ¿Cambia en algo su sabor? ¿Cuál es su valor?

La agroecología como ciencia y como práctica, tiene muy en cuenta el uso eficiente de la energía, y mediante diferentes formas de hacer y de entender la agricultura, vela por ello. Aquí os dejamos una serie de episodios sobre agroalimentación (enlace) para repensar como poner en valor las prácticas de la agroecología en los huertos escolares.

¡Mucha suerte!