Regenerando los suelos de nuestros bancales frenando las hierbas indeseadas

Por Javier Jauregui Ortun, del Huerto de la Bombilla.

A menudo en las huertas nos encontramos con problemas de compactación de suelos, con condiciones difíciles para nuestras plantas. De la misma forma, las hierbas que no nos interesan, y que a menudo llamamos “malas hierbas”, cubren nuestros cultivos y nos dificultan las tareas en el huerto. Aunque éste es otro tema, deciros que en realidad no son tan malas porque lo que quieren es proteger rápidamente nuestros suelos desnudos de la erosión y el impacto del sol, reteniendo la humedad y la capa fértil del suelo. Con todo ello, el caso es que a menudo nos desesperamos porque nuestras plantas no terminan de encontrarse en un espacio agradable y acondicionado para su correcto crecimiento. En este artículo, queremos compartir una de las técnicas que hemos implementado en el Huerto de la Bombilla, en el que como veréis, lograremos regenerar nuestros suelos y frenar en buena medida las hierbas que no nos interesen, utilizando materiales que podemos conseguir en nuestra zona.
Para poder desarrollarse correctamente, las plantas necesitan lo mismo que los humanos: comida, agua y una casa donde poder crecer. En las plantas, la comida se traduciría como un suelo con materia orgánica en forma de humus; el agua, como la humedad correcta del suelo; y la casa, como un mínimo de 20-30 centímetros de profundidad en un terreno estable, no compacto y con una buena mezcla de arcilla, arena y limo. Todo ello ha de ser posible en un mundo “competitivo”, en el que se nos echan encima, que podría traducirse como el efecto que tienen las hierbas que no nos interesan cuando invaden nuestros cultivos. Teniendo todo esto en mente, ¿cómo garantizamos que nuestros cultivos en el huerto cuenten con estas condiciones y puedan crecer en un entorno favorable?
En el Huerto de la Bombilla hemos implementado una técnica que funciona de la siguiente forma.

  1. En primer lugar, nos encontramos con un suelo compacto, al que le falta materia orgánica, humedad y profundidad. Sin estas condiciones, los microorganismos y los organismos que transformarán la materia orgánica en nutrientes disponibles para nuestras plantas serán escasos. De la misma forma, las plantas no podrán enraizar con comodidad y les faltará protección frente al impacto de la lluvia o el sol del mediodía.
  2. Para aumentar la profundidad del suelo y mejorar las condiciones iniciales, utilizamos la horca, que lo que va a hacer es airear el terreno sin voltear la tierra. Si está muy compacto el suelo, podemos romper la costra inicial con la punta de la azada, sin voltear la tierra, para luego pasar la horca. Es importante no voltear la tierra para evitar exponer a la luz del sol a aquellos microorganismos con los que ya contemos en nuestro terreno. Asimismo, es fundamental no pisar nunca el bancal desde el momento en que pasamos la horca, para desde ese momento, evitar la compactación del suelo. Podemos empezar pasando la horca por los laterales del bancal y acabar por el centro, siempre desde el pasillo fuera del bancal.
  3. Una vez aireado con la horca, añadiremos estiércol preferiblemente maduro, a menudo acompañado de materia seca. Este paso está especialmente indicado para terrenos que estén faltos de materia orgánica y se vean pobres. Nosotros contamos con estiércol de caballo y cabra mezclado con materia seca, que nos proveerá de nitrógeno, microorganismos, humedad y materia orgánica. Lo esparciremos alineando el terreno con un rastrillo, siempre desde fuera del bancal.
  4. A continuación, nos disponemos a frenar las hierbas que no nos interesan, para que tengan dificultades y no afecten en las fases iniciales de nuestros cultivos. Para ello utilizamos cartón, que actuará como una capa opaca que generará sombra y humedad para toda aquella vida microbiana presente en el estiércol y el suelo, y a su vez, evitará la luz necesaria para que germinen las semillas de esas hierbas que no nos interesan para nuestra producción hortícola. Debemos quitar el celo que encontremos en el cartón, e idealmente utilizar cartón que esté libre de pinturas impresas siempre que sea posible.
  5. Una vez colocado el cartón por todo el bancal, sin dejar espacios por donde entre la luz, lo mojamos. También podemos mojarlo previamente antes de colocarlo, con cuidado para que no se desgarre. El objetivo es que, al empaparse el cartón, retenga la humedad, atrayendo a microorganismos y lombrices. Una curiosidad es que la celulosa del cartón contiene glucosa, azúcares que sirven de alimento a microorganismos y lombrices, ayudando a descomponerlo poco a poco. Por este motivo, el cartón es una buena elección para este proceso.
  6. Tras empapar bien el cartón, colocamos el compost maduro encima del cartón, aproximadamente unos 15-20 cm de compost. De esta forma, contaremos con un suelo rico en nutrientes, en un entorno poco competitivo con otras hierbas, donde nuestras plantas podrán crecer con ventaja. La humedad de compost y la actividad de los millones de organismos del suelo irán descomponiendo el cartón y estabilizando asimismo el propio compost en el terreno, mejorando el suelo durante todas las fases del cultivo.
  7. Una vez colocado todo el compost sobre el cartón, hacemos un añadido opcional pero muy recomendable. En nuestro caso, hemos elaborado purín de ortigas, que lo rociaremos sobre el compost para activar aún más la vida microbiana, la actividad microbiológica de nuestro bancal. El purín de ortigas requiere de 15 días de preparación previos, pero se puede optar por hacer un té de compost, o utilizar el lixiviado de la lombricompostera, con los que no son necesarias estas dos semanas y también aportarán abundante actividad microbiológica y nutrientes.
  8. Tras rociar el purín de ortigas, colocamos las líneas de riego y ¡listo! Ahora podemos esperar una noche antes de plantar, o si es necesario podemos plantar directamente nuestras plantas en esos 15-20 cm de compost en las líneas de goteo, o distribuidas por el bancal si contamos con riego por aspersión u otro tipo de riego que alcance todo el espacio del bancal.

Esta técnica se puede ir adaptando a las condiciones y necesidades de cada huerta, según los recursos y las condiciones (limitaciones, ventajas…) de cada lugar donde se lleve a cabo. Es muy recomendable para lugares donde el suelo esté compacto y necesitemos mejorar la estructura, esponjosidad y cantidad de materia orgánica, y donde la proliferación de hierbas sea notable. Es una opción que merece la pena probarla en las huertas comunitarias para regenerar los suelos de nuestros bancales al tiempo que frenamos la aparición de las hierbas indeseadas.
¡Ánimo con ello, y a seguir disfrutando de este gran arte de la horticultura ecológica!