* Lupe de la Vallina. Foto de Santi G. Barros
Si hay algo que destaca desde un primer momento de Lupe de la Vallina (Madrid, 1983) es su confianza, en sí misma y en su trabajo, y la seguridad que transmite al que está frente a ella. Esa es parte de la esencia que hace que sus fotografías sean tan únicas. De la Vallina debe a su padre el amor por la cámara –fue él quien le enseño a manejarla- y que la fotografía se convirtiera en su lenguaje, aunque tardara mucho tiempo en tomársela en serio como camino profesional y vital “porque me parecía demasiado bonito”. Ahora acaba de inaugurar Lo nuevo, una muestra de diez retratos a distintos miembros de la comunidad china de Usera, dentro de la programación del Año Nuevo chino y que permanecerá abierta hasta el 30 de enero en la Sala de exposiciones de la Junta municipal. De cómo surgió esa exposición y de otras muchas cosas nos habla en esta entrevista.
Tras diez años mirando el mundo tras un objetivo, esta fotógrafa madrileña se trasladó el pasado año a Usera, a Estudio Oculto, un coworking de artistas y centro independiente de lejana, con la que nunca había tenido un contacto muy personal, se convirtió en una obsesión. “Para mí siempre es más atractivo lo que no conozco. Me dije que no podía estar en Usera y no comunicarme, relacionarme con la comunidad china que tiene un peso enorme en el distrito. Quería retratarla porque es la conexión más íntima y directa para conocerla», dice.
El resultado es esta muestra, abierta hasta el 30 de enero en la sala de exposiciones de la junta del distrito (Avenida de Rafaela Ybarra, 41) en la que cada pieza pretende, como sucede con el resto de sus obras, expresar “lo indecible”. Y también, por qué no, contribuir a la memoria colectiva y a la suya personal porque la fotografía para ella es un arma inestimable para amarrar recuerdos. Quizá sea porque, como confiesa sin pudor y comparándose con el personaje de Noemí Argüelles en la serie Paquita Salas, su memoria es “horrenda”. De ahí que la cámara sea “mi forma de mantener un diario de lo que ocurre” y también de asegurarse de que, al mirar las imágenes de sus álbumes familiares, por ejemplo, no solo mira recuerdos, sino que lo hace “de forma más fehaciente”.
La fotografía como diálogo
Su portfolio es bastante variado, aunque, si por algo destaca, es por sus retratos. Ante la pregunta de cómo definiría en tres palabras sus obras le sale una risa contagiosa y le cuesta un rato responder a este preguntón, como ella misma lo define. “Lo que veo en ellas que puede que otros no vean. Son misteriosas, sencillas y, a la vez, deseosas, tienen un deseo de que ocurra algo”, contesta finalmente.
Una de sus señas de identidad es cómo se involucra con el fotografiado. “Me gusta mimetizarme, ponerme en su lugar, leerle muy rápido e intentar ver lo que falta para que esté cómodo”. En su estudio cuelga una foto que le hizo un asistente, la única en la que ella misma posa cómo le pide a sus modelos que hagan. “Me he quedado con ella porque para mí es muy significativa de cómo trabajo. Yo no pido nada que no pueda hacer y me identifico totalmente. Mi fotografía es un diálogo”.
Especializada en retratos editoriales, delante de su objetivo han posado actores como Viggo Mortensen; músicos como Ana Belén, Joan Manuel Serrat o Zahara, pasando por deportistas como Pau Gasol, Xabi Alonso, Jorge Valdano o Diego Pablo Simeone. Es su género predilecto. Da lo mismo que sean editoriales, artísticos, corporativos, o de viaje. Porque la foto es también una “excusa para viajar, directamente. Allí también hago retratos, me sale solo al ir por la calle. Busco la historia de los sitios porque me la dan las personas”.
Su larga y reconocida experiencia, colabora con Jot Down, El País Semanal o Yo Dona, entre otros medios, no evita que se siga sorprendiendo por la reacción de la gente ante su obra. “Me doy cuenta que se me ven las costuras mucho más de lo que esperaba. No es malo, pero de repente te da pudor. Es ambivalente porque en el fondo lo que también quieres es expresarte tú, pero siempre lo haces como con un juego de máscaras”.
Normalizando el TDAH
Graduada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Francisco de Vitoria, es una asidua de las redes sociales. Le encanta plasmar sus pensamientos en un tweet, cosas que le pasan por la cabeza y que antes contaba a “diez amigos”. Aunque asegura ser muy mala en su uso por no tener estrategia, ya ha aprendido de los riesgos de la espontaneidad. Los insultos “brutales, muy, muy brutales” que ha recibido a veces “por opiniones sobre mi vida y mi casa”, le han hecho comprender, a base de ensayo-error, que no hay que cruzar la línea divisoria entre lo íntimo y lo público. “Nunca jamás se va a saber a través de redes sociales algo que yo no contaría a un auditorio”, afirma.
De hecho, esa transparencia se plasma en el tweet fijado en su muro: “Si me escribes DM (mensaje directo) con preguntas sobre TDAH, por favor escribe ‘TDAH’ al principio del mensaje para que lo lea seguro. Son los únicos mensajes que no quiero perderme”. De la Vallina descubrió que padecía trastorno por déficit de atención e hiperactividad con 29 años. Ahora habla abiertamente de ello y la gente recurre a ella a por consejo. Conocer el diagnóstico le ha permitido reconocer más claramente sus fortalezas y debilidades y saber cómo afrontar mejor cada trabajo. Pero cree que aún sigue habiendo un cierto tabú, eso sí, cada vez menor, en la sociedad al respecto. “En gran parte la pandemia ‘ayudó’, hizo que petaran muchas cosas que la gente estaba, más o menos, manteniendo a raya. Y eso ha provocado que sea un problema que abordar obligatoriamente. He leído a gente decir que las enfermedades mentales se han convertido en una moda. ¡Bendito sea Dios! Porque, si es así, puede haber gente que crea que tiene trastornos y acuda al médico”.
La Lupe de la Vallina más personal
Rincón de Madrid para perderse con su cámara: Usera
¿Usera es?: Todo
Una estación del año: Veranísimo todo el año
Plan favorito: Quedar con mis amigos a tomar vermut y cantar
Una canción que la defina: Cualquiera de Fiona Apple
La sesión de fotos más divertida y la que más le ha costado hacer: De las más divertidas y más intensas porque reímos, lloramos y de todo fue con Nadia de Santiago. Me dio un abrazo, nos caímos y me rompió un diente con su cabeza. Tengo ahí la fisurita para acordarme de ella toda la vida. Y no te voy a contar la que más me costó.
Un referente suyo en la fotografía: Cristina de Middel. Por cómo hace las cosas, no tanto por las fotos en sí, que también.
Un sueño por cumplir: Muchísimos. Por ejemplo, mudarme con mi familia a otro país. París estaría bastante bien. Hice el Erasmus allí y, como decía Hemingway, «si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará vayas donde vayas, todo el resto de tu vida» y es así.
Puedes disfrutar de su trabajo en su página web.