Cristina Hall fue la ganadora de la cuarta edición del Certamen Coreográfico de Tetuán. Tras un período de residencia en el Centro Cultural Eduardo Úrculo, presenta hoy sábado 20 de enero su espectáculo Constelación Sonora un viaje a través de la imaginación y de los sentidos en el que cada nota se convierte en una estrella y el cuerpo canaliza la música como un mensaje a través del universo. Hablamos con Cristina Hall y con la guitarrista y cantaora María Marín unos días antes del estreno mundial de Constelación Sonora en el Úrculo.

¿Cómo una estadounidense llega a bailar flamenco?

Cristina Hall: Mis padres me llevaron por primera vez a ver un espectáculo en San Francisco cuando era muy pequeñita con 5 años. Lo vi y me enamoré. Pasaron muchos años y tocaba el violín en un instituto de arte pero no me sentía yo. Con 16 años como toda adolescente estaba en un período de búsqueda, sentía la necesidad  de encontrar algo donde pudiera expresarme. Y vi la luz: tenía que bailar flamenco.

Busqué por azar en las páginas amarillas una maestra para aprender y así empecé con la primera clase. Y de ahí tuve otro flash: que tenía que venir a España para dedicarme profesionalmente. Con 18 o 19 años vine a España. Primero a Madrid, hasta que llegué a Sevilla y me dije «este es el sitio».  Antes se estudiaba con maestros y metiéndote mucho en la cultura, que para mí, además siendo americana, era muy importante. Venir a España fue una aventura.  Tenía claro que era importante sentirme en mi piel. No me iba a teñir el pelo ni cambiar mi identidad simplemente porque me gusta un arte que no es de mi país. Tenía claro que el arte era  una forma de expresarme y el flamenco movía muchas de mis emociones. Para mí el flamenco es un arte que tiene de todo: es muy rico. La  música, la expresión, te habla mucho de la vida y me siento muy identificada.

Fotografía: Javier Torres Ridaura

¿Qué sentiste la primera vez que bailaste en España?

CH: Uno de los mejores y primeros recuerdos que tengo fue bailando con Israel Galván en su compañía en el Teatro Central (Cristina Hall formó parte de la compañía de Israel Galván en el espectáculo ‘Torero Alucinógeno’ en el año 2004) y entre bastidores ver a Miguel Poveda cantando y a “El Chicuelo” tocando. Fue increíble. Sentí que había encontrado el camino y que tenía mucho trabajo por delante. Eran muchas emociones. Cuando me vi por primera vez en vídeo me costó reconocerme, no sabía que era capaz de hacer eso, me parecía otra persona.

¿Cuáles son tus referentes en el mundo del flamenco?

CH: Me inspiro en todo pero hoy por hoy la gente que me inspira más es la de la vida cotidiana. Me paso muchas horas observando a la gente y situaciones, porque creo que ver a un artista en el escenario tiene mucho mérito, y lo respeto y me encanta, pero a veces pierde la naturalidad con tanta parafernalia. Cojo mucho de la calle e incluso de los artistas que todavía no tienen un nombre porque lo viven de otra manera. Veo simplemente el ser humano que siente una necesidad de expresarse porque es su forma de respirar y me interesan más que los grandes nombres.

¿Cómo conociste a María?

CH: La conocí a través de un guitarrista holandés que vivía en Sevilla y me propuso un proyecto. Él nos puso en contacto. Yo pensaba que María era cantaora, no sabía que tocaba la guitarra. Y cuando empezamos a trabajar juntas en ‘La Charla’ vi un diamante en bruto. María es una persona muy versátil porque es un pedazo de músico, sentí una gran emoción en el escenario con ella y no siempre ocurre. Canta jazz, puede tocar la guitarra clásica, compone su propia música. No se encasilla y está dispuesta a afrontar nuevos retos.

¿Habéis trabajado más veces juntas?

María Marín: ‘La Charla’ fue nuestro primer proyecto juntas. Cuando yo regresé a Holanda invité a Cristina para que colaborara en formaciones de flamenco y en otras bandas de big-band, jazz y otras formaciones pequeñas en las que participo. Y lo siguiente ha sido su creación ‘Constelación Sonora’.

¿Cómo nació la idea de ‘Constelación Sonora’?

Cristina Hall: Escucho mucha música, antes de bailar fui violinista. Estaba investigando con la música de Federico Mompou y para hablar de su obra leí esa frase, «constelación sonora». Y me encantó el nombre. Porque todo lo que me inspira la música clásica, la música jazz,  son pequeñas estrellas que forman mi propio universo. También tenía la necesidad de crear algo propio y pensé en seguida en María y ella estuvo de acuerdo. Hemos trabajado a distancia ella componiendo y mandándome cosas. También ha sido un reto para ella tocar y cantar a la vez porque en el flamenco tú tienes un guitarrista, un cantaor y un percusionista y en ‘Constelación Sonora’ tienes a María en el escenario haciéndolo todo. Más tarde al proyecto se ha incorporado Carlos Ema, un madrileño también residente en Holanda que se ha ocupado de la electrónica.

¿Qué ha supuesto para ti ganar el IV Certamen Coreográfico de Tetuán?

CH: Para mí ganar el certamen ha sido una experiencia increíble porque estaba en un momento de mi carrera en que necesitaba un empujón para poder crear. Tener la oportunidad de la residencia y de poder presentar un proyecto aquí, la verdad es que estoy superagradecida porque era justo lo que necesitaba. Por supuesto espero que se haga más veces. Me gustaría poderlo llevar a San Francisco.  Al acabar aquí actuaré en el festival de Jerez el 27 de febrero, en un proyecto dirigido por Adela Torres sobre extranjeros en el flamenco.

¿Qué os gustaría transmitir al público que venga a ver vuestro espectáculo al Centro Cultural Eduardo Úrculo?

MM: Emoción.

CH: Me gustaría transmitir cómo saber disfrutar e interpretar la vida cotidiana. Y sobre todo amor, expresar sentimientos no asociados al flamenco, porque en ‘Constelación Sonora’ hay mucha sutileza.

¿Qué podrá ver el público en ‘Constelación Sonora’?

MM: Cuando expones algo no sabes cómo la otra persona lo va a recibir. Cada espectador puede crear su propia historia.

CH: Van a ver dos mujeres en un escenario creando música, arte con mucho amor, cariño, respeto y  mucha sinceridad. María es guitarrista, no es común en el flamenco y en la música ver una mujer tocando la guitarra, no es común una americana bailando flamenco. Queremos romper con esquemas mentales impuestos por la sociedad. Todo es posible y estamos todos por el mismo mismo fin: vivir, sentir y morir.