El Centro Cultural Casa de Vacas del parque del Retiro de Madrid acoge hasta el 26 de octubre, la exposición Forma y fondo. Cuarenta años de escultura de José Manuel Belmonte, una muestra antológica del escultor cordobés, uno de los artistas figurativos más destacados y premiados del panorama español.

Un total de 60 obras pertenecientes a distintos períodos creativos de su trayectoria artística que, además de esculturas y relieves, abarca algunas de sus series más conocidas como Alma, Los hombres pájaro, El recreo de los ausentes, CustodiosEl cuerpo del pecado o Bestiario, y otras piezas emblemáticas de carácter individual como El vuelo de JuliaPan o Tirititrán.

Su obra ha viajado por distintas metrópolis: Bruselas, Núremberg, Shanghái, Taipei, Barcelona, Sevilla, Valencia, Zaragoza, La Coruña o Córdoba. Algunas de sus esculturas forman parte del paisaje urbano de distintas ciudades.

La muestra es fruto de la colaboración del Ayuntamiento de Madrid, el Instituto Municipal de Desarrollo Económico y Empleo de Córdoba (Imdeec), el proyecto Córdoba es Arte de la Plataforma Cultural Córdoba Acción, así como la dirección de Casa de Vacas, y las entidades colaboradoras Fundación Rafael Botí de la Diputación Provincial de Córdoba, el Restaurante El Churrasco, la Fundación Arcilla y la Asociación La Casa Azul. Todos ellos han hecho posible que esta retrospectiva sea pueda ver en el privilegiado entorno del Paisaje de la Luz.

Artista por casualidad y por necesidad

Diario de Madrid (DdM): Da la impresión de que tus comienzos en la Escuela de Artes y Oficios Mateo Inurria de Córdoba fueron un poco por casualidad. ¿Cómo descubriste tu talento innato para la modelación y la escultura?

José Manuel Belmonte (JMB): Pues sí, podría decirse que fue en parte fruto del destino. Cuando terminé mi formación básica no tenía una vocación clara hacia la escultura, pero el único centro al que podía acceder para continuar estudiando entonces era la Escuela de Artes y Oficios. Allí, desde los primeros cursos, los profesores percibieron algo: me sorprendían con la facilidad para el trabajo manual, para los modelados, para trasladar lo que estaba en mi mente a volumen.

Además, siempre había tenido cierta soltura para trabajar con mis manos: pequeñas manualidades, dibujos… No era algo totalmente ajeno. En la escuela encontré el entorno propicio, la técnica, el maestro que me dio herramientas, y fue allí donde despertó, por decirlo así, esa pasión que luego ha sido motor de toda mi vida.

Escultura de hombre arrodillado con los brazos en cruz sujetando libros
El castigo

Fuentes de inspiración

DdM: ¿Cuáles son los artistas que más han inspirado tu obra?

JMB: Las influencias son muchas y muy variadas: la escultura clásica, el Renacimiento, los artistas figurativos europeos, los grandes maestros del volumen y la anatomía. Mi obra es figurativa, dentro de ese lenguaje pero con temática y enfoque contemporáneo, muy atento al presente. A lo largo de mi vida he viajado mucho para ver museos, estudiar obras de arte universal, para absorber formas, volúmenes, proporciones… Esa experiencia visual nutre mi mirada y también estoy muy atento a los escultores figurativos jóvenes que van apareciendo en Europa, con una calidad muy alta. No puedo dejar de reconocer tampoco la fuerza de los modelos de lo cotidiano: la gente anónima, los gestos simples, las escenas locales. Ese “arte del día a día” me inspira tanto como las grandes esculturas del pasado. Hay un diálogo constante entre lo elevado y lo inmediato.

 

«Esta exposición en el Retiro está siendo muy emotiva porque muchos espectadores incluso lloran emocionados, se crea una atmósfera especial.»

 

DdM: ¿Qué quieres transmitir con tus esculturas?

JMB: Mi deseo es que la obra no deje indiferente. Quiero que haya emoción, contenido, que el espectador, al contemplarla, sienta algo, que la obra hable. En ocasiones mi obra aborda temas delicados: la memoria, la enfermedad, la fragilidad humana, lo social. Series como El recreo de los ausentes, dedicada al Alzheimer, muestran esa voluntad de significar, de no limitarme a la forma, sino que la forma hable. También busco conectar con lo humano: lo cotidiano, lo reconocible, lo afectivo. Que cada espectador pueda llevarse algo personal. Esta exposición en el Retiro está siendo muy emotiva porque muchos espectadores incluso lloran emocionados, se crea una atmósfera especial.

DdM: Algunas de tus esculturas parecen homenajear el arte griego y renacentista. ¿De dónde viene el humanismo de tu obra?

JMB: Creo que el humanismo en mi obra proviene de una convicción profunda: el ser humano es centro de la mirada artística. Las artes clásicas y el Renacimiento establecieron ese canon de la figura humana como vehículo de ideas, emociones, espiritualidad. Me siento heredero en parte de esa tradición. Pero no es una imitación nostálgica: es reinterpretar bajo la mirada contemporánea, con sus conflictos, sus emociones, sus temas urgentes. En mis relieves, por ejemplo, intento rescatar esa tradición de narrar con volumen y profundidad, como en los bajorrelieves clásicos, adaptada a mis tiempos. El humanismo aparece también al tratar temas de dignidad, memoria, vida y lucha. No me interesa lo literal, sino que lo humano palpita en cada pieza.

DdM: En tu obra La Regadora, icono de los patios de Córdoba, haces un homenaje a tu tierra natal con un personaje que riega y cuida de las flores… Para ti, ¿Cuál es la esencia de lo andaluz?

JMB: La Regadora pertenece a mi obra pública, que son encargos, pero con el tiempo se ha convertido en un símbolo arraigado en Córdoba que cada día fotografían cientos de turistas. En esa obra quise plasmar la memoria familiar —mi abuela regando sus macetas— y al mismo tiempo la belleza cotidiana, sencilla, femenina, la conexión con la tierra. Andalucía es muy diversa, con una población similar en número a estados como Austria y Suiza, por ejemplo. Es difícil de definir, pero yo lo andaluz lo veo en esa mezcla de luz, de vida, de arraigo, de tradiciones que permanecen. Es la música en medio del silencio, la fuerza en lo cotidiano, la alegría de vivir. Es también la tierra y las flores, la humanidad en lo pequeño. Y todo ello convive con el dolor y la memoria, con la historia, y con esa capacidad de renacer.

DdM: Has trabajado con muchos materiales, pero ¿Cuál es tu favorito y con el que te sientes más cómodo y que reproduce fielmente lo que quieres transmitir?

JMB: Yo modelo siempre en plastilina. Es un material muy versátil que me permite trabajar con libertad y precisión, buscar la expresión exacta antes de pasar a otros procesos. Realizo todo el trabajo en solitario, desde la idea inicial hasta que la escultura está completamente terminada. A lo largo de mi vida he trabajado con muchos materiales: piedra, madera e incluso hielo, y cada uno me ha enseñado algo distinto. Pero con el tiempo he comprendido que lo verdaderamente importante no es el material, sino tener algo que contar y la técnica suficiente para hacerlo. Los materiales no dejan de estar al servicio del fondo de la obra, de su sentido último. La materia cambia, pero lo esencial —la emoción, la historia, la intención— permanece.

Para más información sobre la exposición, entra en el enlace: Forma y fondo. Cuarenta años de escultura de José Manuel Belmonte