Lo expresó en el acto homenaje del pasado 6 de abril, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, tras descubrir la placa conmemorativa a Ana María Vidal-Abarca, fundadora de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT): “De este acto, me quedaría con el aplauso tan emocionante que hemos dado los que estamos aquí, cuando se ha descubierto la placa. Todos nos hemos emocionado en el recuerdo de una mujer absolutamente admirable, que no quiso resignarse a que ser víctima del terrorismo la colocara como una ciudadana de segunda”

Ana María Vidal-Abarca enviudó el 10 de enero de 1980 cuando la banda terrorista Eta asesinó a su marido, Jesús Velasco, comandante de Caballería y jefe de los Miñones de Álava después de dejar, como cada día, a dos de sus hijas en el colegio. Tras el asesinato, Vidal-Abarca abandonó su ciudad natal, Vitoria, y se estableció en Madrid, donde fundó la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) junto a Sonsoles Álvarez de Toledo, cuyo marido murió en el incendio del hotel Corona de Aragón, e Isabel O’Shea, que había tenido que dejar también el País Vasco debido a las amenazas terroristas.

Ese sonado aplauso que recibió Ana María fue la demostración de apoyo, cariño y respeto de lo que ella hizo y representó toda su vida. Agradecida por el recuerdo a su madre, que quedará permanentemente en el domicilio que habitó en el distrito de Retiro, su hija Ana recuerda cómo fue su madre y qué representó: «Ella tenía un carisma que le hacía ser una persona agradable para todo el mundo, aunque fuera duro lo que decía o pusiera en evidencia las cosas que se hacían mal o no se estaban haciendo. Una mujer coraje que, con su forma de actuar tan elegante, tan clara, tan sencilla, tan auténtica y real que se ganó el respeto de todo el mundo» señala.

La iniciativa de este acto partió del Foro Ángel Ganivet y finalizó con la aprobación unánime de todos los partidos políticos del Pleno de Retiro. Un gesto que ha conmovido a la familia, puesto que simboliza los valores por los que Ana María luchó toda su vida, con la convicción de que todo lo que ella representaba tiene que servir y, además, continuar siendo un referente en el futuro.

La placa, que hoy luce en el número 5 de la plaza del Niño Jesús de Retiro, recuerda a una madre que fue respetada por todos por muchas razones: por su integridad, su coherencia, por su buen criterio e independencia, por su mesura, su bondad y también por su firmeza, su sentido de la justicia, su perseverancia, su valentía y, sobre todo, porque su causa era noble y era necesaria./