Al pensar en el cambio climático nuestra tendencia es mirar al cielo. Pensamos que todo tiene lugar en la atmósfera y la realidad es que la Tierra la forman multitud de sistemas. Ciclos, sistemas y subsistemas entrelazan la atmósfera, la hidrosfera, la biosfera y la geosfera 

Nos vamos a adentrar precisamente en la primera y fina capa que recubre la geosfera. Queremos saber qué le pasa al suelo y cuál es su papel en el cambio climático. 

 

[Imagen 1: Paisaje que muestra la atmósfera, la biosfera, la geosfera y la hidrosfera. Fuente: Pixabay

 

El suelo es un ecosistema de suma importancia para los ciclos biogeoquímicos que mantienen la vida en la Tierra. Entre otras cosas permite la producción de alimentos o de materiales de construcción, manteniendo nuestro bienestar. Un pequeño desequilibrio en las características biogeoquímicas del suelo puede ponernos en riesgo. Así es como está ocurriendo; nuestro estilo de vida está cambiando el suelo, impidiéndonos a su vez poder mantenerlo. 

El dióxido de carbono supone la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero. Este se genera sobre todo por la combustión de combustibles fósiles o de biomasa.  Lo sigue el metano, con una quinta parte. Este se produce en procesos agrícolas, de remoción del suelo o fermentaciones anaeróbicas. Por tanto, un setenta por ciento de la emisión de gases de efecto invernadero es causada por el CO2 y el CH4, ambos muy relacionados con el suelo. 

 

[Imagen 2: Fotografía aérea de una planta industrial en una zona rural. Fuente: Pixabay

 

Uno de los importantes papeles que tienen los suelos es el del secuestro de carbono. De hecho, a este carbono se le llama carbono orgánico del suelo. Las reservas más grandes las encontramos en los humedales y en las turberas, la mayoría en zonas con capas de suelo congelado permanentemente (permafrost) como la tundra. ¿Qué puede pasar si estos suelos se deshielan? Pues que la descongelación del permafrost llevaría a liberar el carbono acumulado a la atmósfera. Muchos científicos consideran al suelo como la mayor reserva de carbono en la Tierra. Para hacernos una idea, hay casi el doble de carbono allí que el que hay en la atmósfera actualmente. Este se encuentra principalmente en forma de dióxido de carbono y metano. 

  

[Imagen 3: Paisaje de la tundra. Fuente: Pixabay

 

¿Y qué tiene que ver la tundra con Madrid? Mucho. Nuestra actividad, nuestros hábitos de consumo y decisiones políticas pueden favorecer que la temperatura del planeta sea más alta. Podría parecer que aumentar un grado u medio la temperatura media del planeta no es mucho, pero si lo pensamos como un sistema complejo en el que cada cambio desencadena una aceleración hacia un lado u otro se entiende mejor ese efecto. Si aumentamos un grado y medio la temperatura de nuestro cuerpo, como sistema complejo que es, sabemos que tiene efetos claros en el funcionamiento del mismo. Así lo indica el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). 

La gestión agrícola insostenible, como los monocultivos intensivos con excesos de labranza e introducción de químicos como fertilizantes y biocidas, degrada las comunidades tan complejas que existen en el suelo. Esto ocurre en todo el planeta. Es conveniente estar sensibilizados e informados sobre la diferencia entre los cultivos convencionales y las prácticas agrícolas de cultivos ecológicos, biodinámicos o de agricultura regenerativa. El consumo individual que hacemos es dirigir la inversión económica que hacemos hacia un sistema u otro. Por tanto, tenemos capacidad de elegir y cambiar la dirección 

 

[Imagen 4: Olivar de producción ecológica. Fuente: Pixabay

 

Una cuarta parte de la biodiversidad del planeta se encuentra en el suelo, a pesar de que suelen pasar desapercibidos. No son los más vistosos y no serán los reyes de los documentales de naturaleza, pero los hongos, los musgos, los líquenes, las algas, la fauna edáfica; ya sea micro, meso o macro, son de suma importancia por las funciones que cumplen.  

Existe una costra biológica llamada cobertura biológica de suelo (CBS) que son precisamente estas comunidades heterogéneas y biodiversas formadas por algas, hongos, líquenes y musgos que cubren el suelo como una “piel”. Un ecosistema en miniatura que forma un auténtico paisaje del suelo del que se ha estimado que cubre un 12% de la superficie terrestre. Si cuidar el suelo es esencial, estas zonas del planeta más. Y no nos imaginemos que están en la tundra, en el mediterráneo tenemos grandes extensiones. En Madrid mismo, un ejemplo está en los suelos gypsicolas de Vallecas o en los suelos del Monte de El Pardo. Si miramos con atención, los encontraremos. 

 

[Imagen 5: Cobertura biológica del suelo en la que se aprecian hongos y líquenes entre otras plantas herbáceas. Fuente: Pixabay

 

Hablábamos al inicio de secuestro de carbono, pero vamos a explicar un poco en qué consiste este proceso.  

Al realizar la fotosíntesis las plantas recogen carbono de la atmósfera y lo fijan en sus estructuras (tronco, ramas, hojas…), que una vez muertas, gracias a los organismos descomponedores se acumulará en el suelo. Los milpiés o las lombrices (de los que os hablábamos en el capítulo 3 de esta serie de entradas El paisaje del suelo), descomponen y transforman la materia orgánica en partículas. Esta fauna del suelo tiene la capacidad de trasladar el carbono orgánico a mayores profundidades.   

Así de modo constante, podemos entender como esta acumulación de carbono es normalmente mayor que la que hay en forma viva (plantas). Los ecosistemas forestales contienen más carbono por unidad de superficie que cualquier otro tipo de uso del suelo, por ello es importante recuperar bosques, con suelos “vivos” en aquellos territorios en los que la modificación del suelo los ha hecho desaparecer.  

En la ciudad de Madrid tenemos capacidad para recuperar esos suelos, mejorando la cobertura arbórea con especies autóctonas que ayuden a fijar este carbono. La gran superficie que ocupa el pavimento y diferentes usos lo limita, pero desde luego pequeñas modificaciones del ordenamiento territorial pueden ayudar mucho.  

Desde luego no podemos olvidar que la mejor acción para reducir las emisiones es no emitirlas. Reducir antes que remediar, prevenir antes que curar. 

Vemos como, elecciones en el consumo de alimentos, de ropa, el tipo de transporte que usamos o la separación de residuos afecta a las comunidades del suelo. Algunas cerca, como puede ser una colilla en un alcorque, algunas lejos, como el deshielo en la tundra.  

El paisaje del suelo no es solo uno ni es estático, y si está en peligro lo estamos también nosotros. 

 

“La emergencia climática es una carrera que estamos perdiendo, pero es una carrera que podemos ganar. La crisis climática está causada por nosotros y las soluciones deben venir de nosotros. Tenemos las herramientas: la tecnología está de nuestro lado”.  

Antonio Guterres