Ubicada en el antiguo pueblo de Canillas se encuentra, posiblemente, la construcción más antigua del distrito de Hortaleza que data del siglo XVII. Es la antigua Ermita de San Blas, que tras su reciente restauración volverá a vivir su día grande el próximo 3 de febrero con la celebración del patrón de todos los canilleros.

Junto a su vecino municipio de Hortaleza, la villa de Canillas fue anexionada a la capital por decreto en el año 1949. Hasta esa fecha contaba con ayuntamiento propio que le había otorgado autonomía para crear su propia identidad a través de los siglos, una historia que se remonta a la época medieval cuando sus primeros habitantes se asentaron a orillas del arroyo de Rejas, que discurría por la actual Gran Vía de Hortaleza.

De su pasado agrícola y humilde sólo se conserva esta iglesia situada en la calle Montalbos levantada en el año 1698 por el primer conde de Canillas, Baltasar Molinet. Gracias a su buena relación con el rey Felipe II y a la donación de una figura de San Blas, cada 3 de febrero se celebra una fiesta cargada de devoción en memoria del patrón de Canillas. Aunque la reliquia está actualmente desaparecida, los canilleros siguen inundando las calles de su pueblo para venerar al santo, acompañándole en la procesión y participando en la venta de panes, cintas y velas bendecidas.

Obras de la Ermita de San Blas

Tras las obras de remodelación llevadas a cabo entre 2016 y 2021, la tradicional misa de San Blas regresó a esta edificación de estilo barroco construida en piedra, ladrillo y mampostería mixta. Situada en lo alto de una pequeña colina ajardinada, la intervención se hacía necesaria debido a su grave deterioro, más aún cuando está considerada Bien de Interés Patrimonial por la Comunidad de Madrid, un reconocimiento a su valor histórico, artístico y cultural.

La ermita sufría humedades, filtraciones y problemas en cubiertas y fachadas, condiciones incompatibles con el carácter histórico de este inmueble. Y aunque el paso del tiempo no perdona, la restauración ha devuelto a la antigua iglesia parroquial de Canillas a su máximo esplendor.

Además de restaurar y acondicionar el edificio de manera integral, se han recuperado tres pinturas murales del interior del siglo XVIII así como la leyenda del presbiterio que hace referencia al primer conde de Canillas, Baltasar Molinet, cuyo escudo de armas también se puede observar en la fachada. Otro elemento de importante valor patrimonial es la pila bautismal construida en piedra que data del siglo XV.

Imagen del campanario de la Ermita de San Blas. Foto: Comunidad de Madrid

Blas de Sebaste

San Blas fue un médico que ejerció como obispo de Sebaste, actualmente ciudad de Turquía, durante los siglos III y IV. Hizo vida eremítica en una cueva que convirtió en su sede episcopal y posteriormente fue torturado y ejecutado en la época del emperador romano Licinio durante las persecuciones a los cristianos de principios del siglo IV.

Uno de los milagros que se le atribuyen a San Blas es la curación de un niño moribundo al que se le clavó una espina de pescado en la garganta. Ahí comenzó la devoción por este santo tanto en oriente como en occidente, convirtiéndose en patrono de los enfermos de garganta (faringe) y de los otorrinolaringólogos.

A Canillas llegó este fervor en el siglo XVII gracias a las buenas relaciones entre el rey Felipe II y el Conde de Canillas, Baltasar Molinet. El monarca le regaló a Molinet una reliquia del santo que estuvo expuesta durante años en la ermita de San Blas. Cuenta la leyenda que uno de los condes de Canillas aquejado de fuertes dolores de garganta se encomendó a San Blas por consejo de su confesor y curó su dolencia. Como gratitud, cambio la titularidad de la parroquia, construida inicialmente bajo la advocación de San Juan Evangelista en 1698, para dedicársela al santo milagroso.

Desde entonces se venera la imagen de San Blas que el pueblo de Canillas acogió como su patrón, y cada 3 de febrero, tras la misa en la iglesia de Santa Paula, salen en procesión hasta la ermita, cantando su himno y al grito de ¡Viva San Blas! ¡Vivan los canilleros!