Ubicada sobre el primer templo que se construyó en Hortaleza, allá por el año 1535, se erige una joya de la arquitectura neomudéjar del siglo XIX: la Iglesia de San Matías. Está situada en pleno corazón del casco histórico de este distrito y recientemente ha sido declarada Bien de Interés Patrimonial (BIP) por la Comunidad de Madrid por sus valores históricos, arquitectónicos y artísticos.
De estilo neomudéjar, fue una edificación pionera en la ciudad de Madrid con este diseño en el que se asociaba el recuerdo del estilo mudéjar con el gusto por lo español. Y así lo reflejó el arquitecto que se hizo cargo de su reconstrucción, Enrique María Repullés y Vargas, académico y arquitecto diocesano.
La iglesia primitiva sufrió un inesperado derrumbe en 1855 y estuvo casi 25 años cerrada, no sólo por los problemas derivados de la falta de financiación sino también por la búsqueda de un proyecto para su reconstrucción. Mientras tanto los feligreses tuvieron que trasladarse a la Ermita del Cristo de la Salud para celebrar los oficios religiosos. Y es que hacia el año 1790, el Cardenal Lorenzana, arzobispo de Toledo, dio autonomía a la parroquia de San Matías para realizar labores parroquiales para el pueblo de Hortaleza con independencia de San Juan Bautista de Canillas.
Gracias al impulso de la Princesa de Asturias, la infanta Doña Isabel de Borbón, que visitó el pueblo de Hortaleza en 1877, Repullés y Vargas aceptó el proyecto de reconstrucción y la Iglesia de San Matías volvió a abrir sus puertas el 31 de mayo de 1879.
Impulsor del estilo neomudéjar
El diseño es tal y como hoy lo conocemos, una construcción realizada en ladrillo rojo sobre una base de zócalo de granito, y gruesos contrafuertes en el exterior unidos por arcos en el interior. Técnica y creatividad con un material sencillo y barato que da paso a uno de los primeros edificios en España con este estilo del que, además, se conservan los planos originales.
La Iglesia de San Matías está diseñada en una sola planta rectangular. Para compensar esta sencillez se construyó una bóveda gótica de crucería sobre la capilla mayor y una torre con campanario que se eleva sobre el presbiterio con un minarete de cuatro arcos de herradura, apuntando a los cuatro puntos cardinales.
En su interior se ubicaban siete altares, dos pilas de mármol blanco con agua bendita y una pila bautismal que sólo se utilizaba para celebrar este sacramento. Los altares laterales estaban dedicados al Santo Cristo, el Santo Sepulcro, la Virgen de la Soledad, la Inmaculada, San Roque y San Isidro. En cuanto al altar mayor, cuenta la leyenda popular que la imagen del Cristo fue encontrada por un labrador arando el campo, la llevó a su casa del pueblo de Fuencarral y milagrosamente apareció de nuevo en Hortaleza, quedándose allí para siempre.
Últimas reformas
A lo largo del tiempo este templo religioso ha experimentado varias remodelaciones, algunas obligadas por las consecuencias de la Guerra Civil y otras por decisiones de párrocos y la necesidad de su mantenimiento.
El deterioro más importante, sin duda, se originó durante la contienda española, cuando la Iglesia de San Matías se convirtió en un almacén de víveres y material de campaña, donde los camiones accedían a su interior a través de una rampa. Tras el conflicto, el templo quedó totalmente destrozado y las imágenes de su interior quemadas, excepto dos que fueron retiradas a tiempo por los feligreses -la Virgen del Carmen y el Santo Cristo- y que al terminar la contienda fueron devueltas al templo tras ser custodiadas en domicilios particulares. El resto de las imágenes que ocuparon los altares se fueron adquiriendo poco a poco tras la Guerra Civil mediante la colaboración de los vecinos, como la Virgen de la Soledad, comprada por los miembros de la hermandad que lleva su nombre. Asimismo, no fue hasta finales de los años 70 cuando se repusieron las vidrieras que habían desaparecido.
Caracterizada por la sobriedad de sus líneas arquitectónicas y la nitidez geométrica de sus volúmenes, la Iglesia de San Matías ha sido durante más de un siglo la parroquia de los habitantes del antiguo pueblo de Hortaleza para celebrar los oficios religiosos y los sacramentos. Su declaración como Bien de Interés Patrimonial confirma su aportación a la difusión de la arquitectura neomudéjar en Madrid y dota de una protección especial a este edificio repleto de historias en la calle del Mar de Bering.