El olivo es un símbolo de paz, sabiduría y armonía, pero además contribuye al desarrollo económico y social sostenible de los pueblos que lo cultivan
El día 26 de noviembre de 1992 se inauguró el Consejo Oleícola Internacional (COI) en Madrid, con la finalidad de contribuir al desarrollo responsable y sostenible del olivo, y como apoyo a las políticas a adoptar ante los retos que afronta este sector; motivo por el que el Consejo Ejecutivo de la UNESCO adoptó esta fecha para conmemorar el Día Internacional del Olivo.
En este sentido, hay que destacar que el área del Mediterráneo se genera el 97% de la producción mundial de aceite de oliva.
España produce casi más del 50% del aceite de oliva de todo el mundo, seguida por Italia y Grecia. Estos tres países acaparan las casi ¾ partes de la producción mundial.
De hecho, la demanda de aceite ha crecido desde 1990 casi un 60%, convirtiendo a España en el primer exportador mundial de aceite de oliva (producto agroalimentario que sólo es superado en su comercialización al exterior por los cítricos, el vino y la carne de porcino).
El máximo de producción nacional de aceite de oliva de los últimos años se obtuvo durante la campaña 2012, con 1,615.000 toneladas (según datos del MAPA); pertenecientes a alguna de las 32 Denominaciones de Origen Protegidas de aceite de oliva virgen extra español (24 de las cuales se encuentran reconocidas por la Unión Europea).
Tanta es la importancia cultural de esta especie en nuestro país, que se han llegado a censar 4.800 olivos milenarios, cuyo aceite puede llegar a alcanzar precios de hasta 100€/l.
Los paisajes del olivar
El olivo (Olea europaea), es originario de la región Mediterránea; aunque distribuidas por el mundo se conocen cerca de 200 variedades de olivo.
En España el olivar constituye el segundo cultivo en extensión, estando presente en 13 de las 17 Comunidades Autónomas españolas y ocupando una superficie de 2.584.564 ha.
Sin duda, el cultivo y la gestión del olivar es la principal fuente de empleo y actividad económica de muchas de nuestras regiones, habiendo llegado a modelar nuestra cultura y nuestro paisaje de una manera singular a lo largo de los siglos y milenios.
Se estima que el cultivo del olivar genera unos 46 millones de jornales cada campaña
En los últimos años, la exigencia de sostenibilidad y biodiversidad en el cultivo de olivos y en la obtención de sus productos –aceite y aceituna- y subproductos (alpechines, orujos, etc.) están obligando lenta pero firmemente a una transición agroecológica de los olivares actuales.
Según datos de la UNESCO, desde 1995, cada año se plantan de media 154.000 hectáreas adicionales de olivares, lo que supone unos 40 millones de olivos.
Pero la importancia del olivo no se restringe al ámbito alimentario y económico, sino que su valor medioambiental es claro:
- desempeña un papel fundamental en el arraigo de las poblaciones locales en sus regiones,
- constituye una barrera frente a la desertificación y una protección contra la erosión
- y es un agente en la lucha contra el calentamiento climático, capturando más CO2 del que emite en forma de gases de efecto invernadero a lo largo de su ciclo de cultivo y durante el proceso de producción del aceite de oliva.
Cambios en el manejo del cultivo
Tradicionalmente el olivar se labraba poco (generalmente una vez al año), con tracción animal y se enterraban las hierbas que se producían entre labor y labor.
A partir de los años 50, se extiende el uso masivo de tractores que permiten un laboreo más frecuente e intenso, facilitando el control de la vegetación adventicia, controlando su competencia, e incrementando la productividad. Por contra, se ocasionaba una reducción del contenido de materia orgánica de los suelos, una degradación de los mismos y una erosión acelerada.
Actualmente hay un cambio en el manejo del olivar, promoviendo la gestión de cubiertas herbáceas, con lo que se consigue:
- conservar el suelo y fertilizarlo, reduciendo la necesidad de abonos,
- favorecer la infiltración del agua de lluvia, un campo con cubierta herbácea almacena más agua que otro en el que el suelo está desnudo,
- aumentar el número de especies y la complejidad del agrosistema, haciendo que el cultivo sea más estable frente a los cambios ambientales, como la irrupción de plagas y enfermedades.
Si quieres profundizar en este tema te invitamos a consultar el dosier Buenas Malas Hierbas del Olivar, o el manual Saberes, artes y costumbres en el olivar tradicional.
Pero… ¿cual es el valor ecológico de un olivar?
En septiembre de 2020 ha finalizado el proyecto LIFE Olivares Vivos, realizado por investigadores de la Universidad de Jaén (UJA) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y coordinado por SEO/BirdLife, con el que se pretende incrementar la rentabilidad del olivar a partir de la recuperación de su biodiversidad.
En base a los resultados obtenidos tras el análisis de 40 olivares de Andalucía -Comunidad Autónoma que cuenta por sí sola con más de 1,5 millones de hectáreas de este cultivo-, se localizaron 165 especies de aves de hasta 119 géneros diferentes, entre las que se encontraron 22 especies de rapaces diurnas, 5 de rapaces nocturnas, 26 especies de aves con algún estatus de amenaza según la UICN (destacando el alzacola rojizo y la avutarda común -En peligro de extinción- y el milano real – En estado crítico).
En cuanto a la flora, se censaron 549 tipos de plantas herbáceas y 137 leñosas (el 7% de la flora vascula ibérica). Pero el mayor hallazgo ha sido la descripción de una especie botánica hasta ahora totalmente desconocida, designada como Linaria qartobensis, y localizada en un olivar de la campiña cordobesa.
También se detectaron, hasta 119 insectos polinizadores y 58 especies de hormigas, entre la que se encontró una especie que no se había localizado en nuestro país desde los años 60 (Aphaenogaster gemella).
En resumen, se puede considerar que los olivares en paisajes complejos y con cubierta vegetal son auténticos refugios de biodiversidad; mientras que los cultivados en paisaje simple y sin cubierta pueden presentar un 30% menos de especies.
De igual forma, cabe destacar que el olivar tiene y tendrá un protagonismo esencial en la lucha contra el cambio climático y la desertización. Y es que el papel de este bosque humanizado es incuestionable para mitigar los efectos del cambio gracias a la fijación de Dióxido de Carbono (CO2) tanto en la masa leñosa y radicular formada durante el crecimiento del árbol, como en el suelo.
Los expertos estiman que cada ejemplar almacena en sus primeros 20 años de existencia una cantidad de CO2 equivalente de 30,89 kg/año.
Pero, además, no podemos olvidar el aprovechamiento del agua de lluvia que permite el mar de olivos. Por último, destacar las últimas investigaciones sobre el uso del hueso de la aceituna como biocombustible natural, lo que ofrecería una alternativa energética a los combustibles fósiles.
Si desea ampliar la información al respecto, consulte la documentación de las Jornadas Olivar y Cambio Climático, de mayo de 2016.
Se puede concluir, que el aumento de la biodiversidad mejora la rentabilidad del olivar, incrementando el valor añadido de su producción y generando servicios ambientales apreciados en las políticas agrarias.