El castor: un animal que modifica su entorno laboriosa y hábilmente para adaptarlo a sus necesidades.

 

El 7 de abril se conmemora el Día Internacional del Castor, con el que se recuerda que esta especie, icono de la conservación de ríos y zonas húmedas, está estrictamente protegida en toda España gracias a la Directiva Hábitats 92/43/CEE

 

La fecha coincide con el nacimiento de Dorothy Richards, una de las primeras conservacionistas modernas, que se dedicó a conocer y estudiar durante más de 50 años a este interesante animal en las montañas Adirondack (Nueva York) en la década de 1930. Tras su muerte en 1985, para continuar con sus esfuerzos educativos se creó la organización sin ánimo de lucro Friends of Beaversprite.

 

Esta celebración también tiene como objetivo concienciar e informar a la población sobre la importancia de este roedor, que mantiene las corrientes de los ríos y conserva los ecosistemas fluviales.

 


 La recuperación en España del castor europeo. De especie invasora a ciudadano español

 

Existen dos especies de castores en el mundo: el castor norteamericano (Castor canadensis) y el castor euroasiático (Castor fiber). Ambas especies están asociadas a los fríos bosques del norte de nuestro planeta, donde viven en ambientes acuáticos que modifican a su conveniencia realizando presas y canales de una forma precisa.

Según los hallazgos encontrados en diferentes yacimientos, se sabe que la variedad euroasiática del castor habitó las zonas norte y este de la Península Ibérica ininterrumpidamente desde hace más de un millón de años hasta que fue exterminado definitivamente allá por el s. XIX.

 

Su desaparición fue debida a la destrucción de su hábitat y a la presión humana, ya que eran perseguidos fundamentalmente por su carne y su pelaje (muy apreciado para realizar abrigos). También por el castóreo, una sustancia oleaginosa muy apreciada en farmacopea (para la elaboración de perfumes, medicinas, aditivo alimentario, etc.), que se extraída de unos sacos internos ubicados entre la pelvis y la base de la cola del castor y que llegó a ser tan cotizado que las ganancias obtenidas por el aceite de un sólo castor equivalían al sueldo anual de un campesino. Pero tanta fue la presión ejercida sobre la especie, que en tiempos de la Primera Guerra Mundial (1914-19) solo quedaban pequeñas poblaciones residuales de castor europeo en parajes remotos de Europa Oriental y de Rusia (mientras que en España ya se consideraba extinta en libertad).

Reapareció en la Península Ibérica en marzo de 2003, a partir de una suelta de 18 ejemplares criados en cautividad en Baviera (Alemania)- concretamente 8 adultos, 7 sub-adultos y 3 juveniles-,  realizada sin autorización administrativa supuestamente por un grupo animalista centroeuropeo, en el cauce del Aragón (cuenca del Ebro). Desde entonces se ha extendido por la cuenta media del Ebro hasta alcanzar en 2019 los límites de Cataluña y Álava.

A pesar de todo, la especie se encuentra muy lejos de tener un estado de conservación favorable, ya que su población conocida se restringe a la cuenca fluvial del Ebro y su salud genética se intuye precaria, al provenir tan sólo de una muestra de 18 ejemplares.

Actualmente es considerada una especie autóctona, de interés prioritario y estrictamente protegida en España, para cuya conservación además es necesario designar Zonas Especiales de Conservación (ZEC) en el seno de la Red Natura 2000.

El castor europeo en España no puede considerarse especie exótica puesto que ya había existido previamente en el territorio, por lo que su aparición es considerada como una reintroducción.

En toda Europa se estima el tamaño de su población en torno al millón de ejemplares distribuidos de manera fragmentada; mientras que el Península Ibérica se siguen llevando a cabo estudios en búsqueda de datos objetivos de sus poblaciones.

 


Su importante papel ecológico

 

El castor, al igual que otros animales, conforma el conjunto de la biodiversidad de los ecosistemas: a mayor biodiversidad, ecosistemas más estables.

 

Pero el castor europeo no es una especie más. En ecología es considerada una especie clave, ya que el papel ecológico que juega es desproporcionadamente grande en comparación con su baja abundancia relativa en ambientes naturales.

Está considerado como un “arquitecto natural” o “ingeniero del ecosistema”, dado su papel como generador y modificador de nichos ecológicos que facilitan la presencia de otras especies:

  • Durante millones de años, en las zonas donde el castor es autóctono, la vegetación de ribera ha co-evolucionado modificando su comportamiento y su biología, adaptándose a este roedor. Así, los árboles más comúnmente utilizados por el castor rebrotan con más fuerza cada vez que son talados.
  • Su actividad permite el aclareo del bosque, facilitando la entrada de luz y la proliferación de flores silvestres y plantas ribereñas.
  • La sucesión de presas y pequeños embalses favorece el desarrollo de ecosistemas complejos (praderas, bosques, estanques…) en los que se asienta una diversa vida salvaje: aves, peces, insectos, anfibios, reptiles…
  • Las propias madrigueras, por su composición mixta de barro y palos, sirven de refugio para la otras especies (aves, pequeños mamíferos, anfibios…).
  • Su actividad de alimentación y construcción genera madera muerta que es beneficiosa para la recuperación de escarabajos, líquenes y hongos que dependen de ésta.

Contribuye así a los fenómenos conocidos como “cascadas tróficas”, favoreciendo la biodiversidad a todos los niveles y aumentando la complejidad de las interacciones entre especies.

Pero además de estos beneficios, existen otros ligados a funciones reguladoras ecosistémicas:

  • Los hábitats modificados y creados por los castores retienen un 60% más de agua que ambientes comparables en los que no hay castores durante veranos secos.
  • El almacenamiento de agua y el secuestro de carbono contribuyen a mitigar los efectos del cambio climático.
  • La construcción de represas minimiza los daños de inundaciones y destrucción de orillas provocados por las lluvias torrenciales o los deshielos.
  • Las represas ralentizan el flujo hídrico de los arroyos, permitiendo el depósito de los sedimentos y de las partículas en suspensión (como nitratos o fosfatos utilizados en prácticas agrícolas, ganaderas o industriales) y permitiendo una relativa depuración de las aguas.
  • Al fluir lentamente el agua dispone de tiempo para filtrarse en el terreno, contribuyendo a la recarga de los acuíferos y elevando la capa freática; con lo que se consigue aumentar la reserva hídrica en periodos de sequía.
  • El reverdecimiento de las zonas próximas a la represa por la mayor carga hídrica disminuye los efectos de los posibles incendios, al actuar a modo de cortafuegos en el paisaje.

Teniendo en cuenta los beneficios que aporta al entorno la presencia de este roedor y sin perder de vista las características climáticas de la Península Ibérica que la convierten en un país árido donde se alternan periodos de inundaciones con sequías prolongadas, se puede inferir que la presencia del castor mejoraría notablemente el estado de algunos de nuestro ríos, siempre que se gestione su actividad de una manera racional.

 


Todo esto… y mucho más

 

Para seguir profundizando sobre la importancia de esta especie y su presencia en la Península Ibérica os animamos a que consultéis los enlaces que os dejamos a continuación:


Aunque la Casa de Campo no sea el hábitat propicio para convertirse en el hábitat del castor, queremos recordar que el parque dispone de dos importantes bosques de ribera a lo largo de los arroyos Meaques y Antequina.

Si lo que queréis es conocer la vegetación de ribera que surca los márgenes de los arroyos, con una dinámica guiada por personal del CIEA Casa de Campo, no dejéis de buscar en nuestra AGENDA los días en los que están programadas las actividades BOTÁNICA ARROYO MEAQUES y/o BOTÁNICA ARROYO ANTEQUINA y apuntaos.


 

Es un verdadero lujo contar con el mayor roedor europeo de vuelta a nuestra fauna