Las mujeres de la generación del 27 -“Las sin sombrero”- han sufrido, como tantas otras en todos los campos, un olvido por la cultura, por la historia, por la literatura. Desconocidas en los libros de texto, ignoradas por sus compañeros de generación, increíbles mujeres que transgreden las convenciones de su tiempo, se rebelan frente a las normas sociales y culturales y a las que debemos reconocer su valor personal y cultural.
Para saldar esta deuda el Ayuntamiento quiere colaborar a su conocimiento. En este mes de marzo de manifestaciones feministas, que ponen nuestras reivindicaciones actuales en el centro de la rebeldía, queremos reconocer a las primeras luchadoras por los derechos de la mujer, coetáneas de Lorca, Buñuel, Alberti y de tantos otros nombres que, al contrario que ellas, sí aparecieron en los libros de historia. Rompedoras, transgresoras, valientes, irreverentes, luchadoras., fueron las responsables de conseguir algunas de las mayores cotas de libertad del país… y casi todas terminaron exiliadas. A la marginación, el silencio, el exilio se une, en el caso de la mujer, ser relegadas a la inexistencia.
Placa homenaje a las mujeres del Lyceum Club
Por esto, Madrid colgará este año placas en edificios vinculados a estas mujeres, desde la instalada el pasado 8 de marzo en recuerdo de una de las primeras y más influyentes asociaciones de mujeres en España, el Lyceum Club Femenino, de la que fueron socias ilustres estas intelectuales de la Generación del 27, a las que específicamente se dedicarán a Victoria Kent, Margarita Nelken, María Lejárraga, Ernestina de Champourcín y Maruja Mallo.
En el distrito de Chamberí, además de instalarse las placas dedicadas a las dos primeras, se reconocerá a la periodista y escritora Luisa Carnés en la calle Fernández de la Hoz 35.
¿Quién fue Luisa Carnés? (Madrid, 1905- México DF, 1964)
Nacida en una familia de clase obrera, su padre era barbero y practicante, su madre, sastra, tuvo que dejar el trabajo para cuidar a sus seis hijos. Luisa, la mayor, abandonó la escuela a los once años y entró como aprendiza en una sombrerería. Adquiere una formación autodidacta a través de la lectura de Dovstoieski, Tolstói, Gorki, clásicos de la literatura española, folletines que adquiere e intercambia en librerías populares. En 1927 consigue un trabajo como mecanógrafa en la Compañía Iberoamericana de Publicaciones (CIAP) y durante varios años se gana la vida escribiendo cartas comerciales. Era difícil por su origen y por su edad comenzar a publicar lo que en secreto escribía. Precisamente por trabajar en una editorial puede dar a conocer sus relatos y termina publicando sus primeras obras a la edad de 23 años.
Luisa Carnés
Su primera obra, Peregrinos del calvario (1928), es un conjunto de novelas breves con influencias realistas, del folletín y de la novela popular. Así, irrumpiría con fuerza en los círculos literarios madrileños, y pronto se convertiría en una de las figuras femeninas más destacadas de la cultura española de los años 30. En 1930 aparece su segunda novela, Natacha.
Entra en bancarrota la editorial CIAP en 1931 y Carnés, como autora de la casa, y su marido Ramón Puyol que como ilustrador también trabajaba allí, son grandes perjudicados. La pareja junto con el hijo recién nacido se va a Algeciras, de donde es él.
Parece que vuelven a Madrid en 1932 y ella tiene que trabajar, precariamente y mal pagada, en un Tea Room. Y sobre ese oficio, sobre la vida de las camareras de un salón de té en el Madrid de la II República, será su siguiente novela. En 1934 publica Tea Rooms. Mujeres obreras, de carácter marcadamente social, una novela-reportaje con experiencias reales y vividas, reproducción fidedigna de los diálogos, observación naturalista de la experiencia laboral auténtica.
Carnés apoyó a Clara Campoamor en su defensa del sufragio femenino. Otras voces se sumaron: María Martínez Sierra, Concha Espina, Elena Fortún, María Teresa León… La escritora denunció las desigualdades económicas y sociales del sistema capitalista, y se concentró en la emancipación de las mujeres a través de la lucha colectiva y la cultura; en la necesidad de que las obreras se desvincu¬laran de padres, maridos, patrones y confesores, para transgredir un modelo de vida abocado a una domesticidad matrimonial o prostibularia, que a menudo se confunden. Como dice Marta Sanz, usa la literatura como arma cargada de futuro. Sabe que en su destreza para controlar la clave retórica reside su eficacia. La novela consagró a Carnés, que comenzó a ser colaboradora de Estampa, La Esfera, Crónica donde se significó por su defensa de la causa republicana, que siguió manteniendo con firmeza en sus artículos durante el desarrollo de la Guerra Civil.
Edificio de la calle Fernández de la Hoz 35, donde se colocará la placa
En 1936, ya iniciada la Guerra Civil, irrumpe en la escena española con la obra Así empezó…, estrenada el 22 de octubre en el Lara de Madrid, un drama de combate en un acto que persigue un fin propagandístico en favor de la República y en contra de la sublevación militar. La obra se estrenó junto con otras dos piezas breves con el mismo objetivo: Bazar de la Providencia, de Alberti, y La conquista de la prensa, de Irene Falcón. La crítica del momento subrayó la calidad literaria y la fuerza de estas tres piezas como excepción dentro del tono mediocre de la literatura panfletaria y urgente que surgía al calor de los acontecimientos bélicos.
En 1939 huyó a Francia, donde estuvo en un campo de internamiento del que salió gracias a la intervención de Margarita Nelken. Viajó junto con su segundo marido, el poeta y narrador cordobés Juan Rejano a México, en el mismo barco que José Bergamín y Emilio Prados. Cuando entendió que ese viaje no tenía retorno, narró sus sentimientos en El eslabón perdido (Renacimiento, 2002).
Ambos continuaron desarrollando allí sus respectivas carreras literarias en tierras mexicanas. Ella colaboró en los medios de comunicación (sobre todo, en los suplementos culturales) y publicó interesantes trabajos literarios y ensayísticos. También escribió y publicó dos obras dramáticas, sin que haya quedado constancia de su estreno: Cumpleaños (1966) y Los vendedores de miedo (1966).
El regreso a casa
Es precisamente Tea Rooms. Mujeres obreras, la que los editores de Hoja de Lata decidieron publicar, en 2016, al oír hablar de ella en una conferencia. «Es de esos libros necesarios, sugerentes, sorprendentes, de los que uno se siente orgulloso de poder publicar», la editora Laura Sandoval. La recepción de la novela ha sido un éxito y ha servido para desenterrar del olvido a la autora, “la más importante narradora del 27” o representante de la “novela social de preguerra”.
Portada de la novela Tea Rooms. Mujeres obreras
Y así se vuelve a la pregunta del principio, por qué nadie había hablado antes de esta autora. ¿Por qué esta periodista, esa novelista que capturó con habilidad casi fotográfica a las mujeres de su época, se ha quedado traspapelada y no ha entrado en la historia de la literatura? Suele explicarse que la clave es la guerra civil y el exilio que despoja a estas autoras de su vida. También se dice que pudo pesar que la escritora murió muy joven, en México en 1964, a los 59 años en un accidente de coche.
Pero en este caso como en muchos otros de esta época, las mujeres acabaron siendo víctimas de una doble penalización: por un lado, se difuminaron en el exilio y, por otro, como escritoras, desaparecen del imaginario cultural. Tenemos claro y sabemos quiénes han escrito la historia. Por eso la importancia de reconocer y reivindicar el trabajo y la vida de estas mujeres. En este caso, Luisa Carnés vuelve a Chamberí, a casa.