En pleno corazón de Chamberí, en la calle Marqués Riscal, 7, se encuentra un tesoro oculto tras la fachada neoclásica. Lo que parece ser un palacete más del rico patrimonio arquitectónico de Chamberí, esconde el que fue uno de los frontones más grandes de Madrid. Javier va comprobando los DNI de la veintena de madrileños que nos hemos apuntado a la visita cultural del programa Pasea Madrid para descubrir el frontón Beti-Jai. Álvaro será nuestro guía para conocer parte de sus secretos.
Frente a una de las fachadas laterales, Álvaro nos hace distinguir los rasgos del estilo neomudéjar también reconocible en otros edificios históricos de nuestra ciudad como la plaza de Las Ventas. Beti-Jai, siempre fiesta en euskera, fue un proyecto del donostiarra Jose Arana para albergar un frontón de pelota vasca, un espectáculo muy popular a finales del siglo XIX. En aquella época, nuestra ciudad llegó a disponer de hasta 30 frontones. El arquitecto Joaquín Ruicoba, autor de la plaza de toros La Malagueta, del Ayuntamiento de Bilbao, diseñó el Beti-Jai inspirándose en el frontón homónimo de San Sebastián y duplicando su capacidad para albergar a 4.000 espectadores. Con innovaciones como las gradas inclinadas la visión era espectacular incluso desde los pisos superiores. Su construcción se inició en 1893 en lo que entonces eran las afueras de Madrid, hoy nuestro distrito de Chamberí apenas a 200 metros del paseo de la Castellana. Al utilizar novedosas técnicas tan solo un año más tarde en 1894 fue inaugurado.
En 2010, el Ayuntamiento de Madrid adquirió el Beti-Jai y desde entonces lo está sometiendo a un cuidado proceso de restauración del que se empiezan a ver sus frutos. A través de una ventana pudimos ver la reconstrucción de las escaleras interiores. Por motivos de seguridad, y, hasta que no finalicen los trabajos de remodelación no es posible acceder a las plantas superiores aun así la visita merece la pena.
El acceso al patio es uno de los momentos más impresionantes del recorrido. Nuestro guía Álvaro espera pacientemente cuatro o cinco minutos para permitir que superemos la sorpresa inicial y así poder seguir explicando la historia del frontón. La joya del recinto, sin duda alguna, es la cancha al aire libre, de 67 m de largo, 20 m de ancho y 11 m de alto. A su alrededor se extienden las gradas, que la rodean en una semielipse. En aquel entonces, disponía de marcador electrónico, una novedad en aquel período, que permitía seguir los puntos de los jugadores. Hasta nuestros días ha llegado la estructura original de balcones con barandillas sostenidas por un entramado de columnas de hierro forjado.
Beti Jai vivió sus años de esplendor hasta 1902. Las entradas para disfrutar del deporte de pelota vasca y seguir las apuestas iban desde las cuatro pesetas (equivalentes a dos céntimos de euro) del piso inferior hasta la media peseta del gallinero donde los espectadores tenían que correr para buscar el mejor sitio ya que no había asientos. Torres-Quevedo hizo sus primeros ensayos de su Telekino allí. También albergó competiciones de hípica. Funcionó como frontón hasta 1919. Desde ese momento se sucedieron los propietarios y las funciones. Así el Beti Jai fue fábrica de los motores Studebaker, concesionario de las motos Harley-Davison, o taller de los coches Citroën en Madrid. Incluso fue por un corto período de tiempo centro de vacunación contra la polio. Hasta se han rodado películas en el recinto como la cinta El Crack, de José Luis Garci.
Fue declarado monumento nacional en 1991 y Bien de Interés Cultural en 2011. En mayo de 2015, el Ayuntamiento finalizó el proceso de expropiación y adquirió el Beti-Jai, dando inicio así a los trabajos para recuperarlo sin alterar su esencia. En octubre del 2022 se aprobaba un plan Especial por el que se añadían los usos culturales y educativos al frontón conviviendo con los ya actuales usos deportivos.
Si quieres conocer personalmente los secretos que esconde el frontón Beti-Jai apúntate a alguna de las visitas culturales del programa Pasea Madrid. Quedan plazas disponibles en el turno de personas mayores de 65 años para el mes de julio que pueden ir acompañadas de otra persona mayor de edad.