Situado en el número 4 de la calle Raimundo Fernández Villaverde, el edificio que alberga el colegio Cervantes pertenece a Patrimonio Histórico Artístico y está ligado a la historia de los barrios aledaños a Cuatro Caminos. Aunque totalmente remodelado en su estructura y con muchas mejoras en su interior, conserva su estilo original de principios del siglo XX.
El olor que desprende la barandilla de las escaleras, los mosaicos antiguos y un silencio que llama la atención por ser periodo lectivo nos trasladan a un interesante y evocador viaje en el tiempo. Un pasado del que forman parte los objetos y el mobiliario distribuidos a lo largo de sus limpias y ordenadas galerías. Entre ellos hay dos pianos que lamentablemente ya no funcionan, muebles y librerías que fueron fabricadas por los propios alumnos y una prensa que en su día tuvo una utilidad extraordinaria para la instrucción.
El alma de su primer director
La misma Orden Real de 1916 que estableció el proyecto innovador de modelo de enseñanza que regía el centro, nombró como primer director al maestro Ángel Llorca, un docente integrante de esa primera generación del magisterio que veía la solución de España en la educación.
Pertenecía a la corriente de pensamiento denominada regeneracionismo, cuya idea principal consideraba que el “progreso y el bienestar difícilmente se alcanzaría en un país atrasado y analfabeto. El futuro debía cimentarse en la educación y la escuela y sus maestros serían los guías de la nueva España”.
La apuesta por la escuela graduada era uno de los principios fundamentales del innovador pedagogo, Ángel Llorca. “En vez de escuelas aisladas con un maestro al frente de mayor o menor número de niños de todas clases y condiciones, necesitamos grupos escolares con una clasificación rigurosa entre el alumnado, una bien estudiada graduación en la enseñanza y con el personal técnico necesario…”. Toda una declaración de intenciones.
En homenaje a su figura, la Junta Municipal de Chamberí, en colaboración con la Fundación Ángel Llorca, organizó la pasada primavera un programa de actividades en torno a una exposición en el centro Galileo, bajo el lema “El maestro que soñó la República desde el grupo escolar Cervantes”.
Historia entre sus paredes
El edificio, construido por Antonio Flórez Urdapilleta, fue un referente en educación a nivel mundial, hasta el punto de que toda la intelectualidad de la época pasó por aquí para dar conferencias. Por ejemplo, Antonio Machado recitó alguno de sus poemas en sus salas. Era una construcción pensada para la infancia, donde se pudiera crecer y jugar. Además, tenía la Casa de Salud al lado, edificio que luego pasó a ser la primera Biblioteca Pública que hubo en Madrid –hoy es un Centro Juvenil–.
La escuela abrió por primera vez sus puertas el 5 de enero de 1918 con una matrícula de 240 alumnos, seleccionados por riguroso orden de inscripción entre más de 500 solicitudes. Fue, junto al colegio Príncipe de Asturias, la primera “escuela de ensayo y reforma”, es decir, un centro impulsado desde el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes para servir de modelo a todos los demás del país.
Se trataba de un centro piloto dotado con buenas instalaciones y recursos como: horno de arcilla, imprenta, carpintería, laboratorio, sala de música y pintura. Todo ello permitía impartir además de las enseñanzas regladas, otras como las de encuadernación, talla en madera, elaboración de piezas artesanales de cerámica (algunas de las cuales pueden admirarse todavía en sus vitrinas), música y canto, repujado de cuero, trabajos en metal, etc.
En esta escuela se impartían clases para adultos por las tardes y se celebraban, los jueves, veladas familiares. Aquí se formaban los maestros rurales a través de una corriente pedagógica que promovía que la educación tenía que ser motor de transformación. Además, el patrimonio formaba parte de su identidad como colegio: el mobiliario (vitrinas, pupitres), las fotos, libros, instrumentos de laboratorio o los manuales que eran de consulta, no de texto.
En su tiempo fue el colegio público con más prestigio de Chamberí. A lo largo de su historia ha formado a miles de alumnos, entre los que se encuentran personalidades como Santiago Carrillo o Leopoldo Calvo Sotelo.
El Cervantes, hoy
Pilar Alier, la directora, nos hace una radiografía de lo que es el colegio actualmente. Nos cuenta que hay 206 alumnos y alumnas, aunque, advierte, la cifra fluctúa según la época debido al porcentaje elevado de inmigrantes en la población de la zona. Así, el 90% de los progenitores del alumnado nacieron fuera de España, de manera que la multiculturalidad se ha convertido en una nueva seña de identidad.
«Es un colegio público muy familiar», añade Pilar, en el que sólo se imparte Infantil y Primaria, y destaca que en sus aulas no se prima la instrucción sino la enseñanza en valores para favorecer la convivencia. Por lo tanto, hay que ajustar el ritmo de las clases a las diferentes características del alumnado. El índice de aprobados en materias tecnológicas es bueno, y en asignaturas como la de Lengua se observan más problemas. No es un centro bilingüe.
De aquel proyecto pionero de Ángel Llorca, la directora asegura que se mantiene el espíritu y la ilusión por la educación, por llegar un poco más allá de lo que es la instrucción. “Intentamos promover el espíritu de entrega y ofrecer una enseñanza en valores y globalizada, dentro de las posibilidades”. Todo, en el marco del sistema pedagógico reglado por la ley.
Finalmente, Pilar Alier hace referencia al apoyo que reciben del Ayuntamiento de Madrid, fundamental para ofrecer actividades extraescolares y facilitar la conciliación de las familias. Hay posibilidad de ampliación de horario en la entrada y la salida, y la recogida de los niños y niñas puede hacerse hasta las seis de la tarde. En la hora libre de comedor, la biblioteca y el ajedrez son dos magníficas opciones.
El privilegio de contar con un singular edificio centenario tiene también inconvenientes, como todo en la vida: poco espacio al aire libre, con un patio muy limitado y sin dotaciones deportivas.