Pocas fiestas en el mundo cuentan con una obra lírica que perpetúe su recuerdo generación tras generación. Y entre ese puñado de celebraciones se encuentran las fiestas en honor a Nuestra Señora de la Paloma, recreadas tal y como se celebraban en el siglo XIX merced a la zarzuela ‘La Verbena de la Paloma’, obra de 1894 con música de Tomás Bretón y libreto de Ricardo de la Vega. El sainete recoge las andanzas de personajes propios del Madrid de la época como el boticario Don Hilaríon, las guapas Casta y Susana, la sabia Señá Rita o el chulo tipógrafo Julián. Se convierte así en uno de los ejemplos de porqué la zarzuela es conocida también como ‘género chico’: por su carácter simpático, que no menor.
Desde hace años, las fiestas de Centro, que culminan en estos días con las festividades por la Virgen de la Paloma, incluyen en sus inicios la elección de estos personajes, junto a la Maja de Lavapies. Esto se hace realidad en un concurso anual organizado por la Junta Municipal de Centro y la Comisión de Fiestas, abierto a todos aquellos que quieran asumir la representación de estas encarnaciones de la verbena chulapona en todos los actos del programa de fiestas.
La implicación en esta actividad de las distintas agrupaciones asociadas a la Federación de Grupos Tradicionales Madrileños, guardianes de las esencias del folclore de Madrid, ha hecho posible contar con este puñado de símbolos de esta ciudad, siempre cubiertos y en renovación por parte de aficionados al casticismo, jóvenes y mayores, que hacen realidad que esta tradición se conserve en el tiempo. Hemos hablado con los Don Hilarión, la Casta, la Susana, la Señá Rita, Julián y la Maja de Lavapiés de este 2024 para que nos cuenten como es esta experiencia.
Y, ¿Por quién empezamos? Por la más joven del grupo, Carolina Schuller, de 19 años, a quien le corresponde el honor de representar a La Casta. “Es un verdadero placer el poder representarla y, sobre todo, que se vea a la juventud. Me alegro que este año haya participado más gente joven y tengamos visibilidad en hacer que duren estas tradiciones”, explica.
Todos pensamos en la rivalidad que podría darse entre La Casta y La Susana, pero quien representa a esta última, la joven de 24 años Natalia Frías, nos explica que los posibles roces se quedan en nada, como corresponde a buenas hermanas. “Nos llevamos muy bien”, comenta. “Esto da muchísimo orgullo, porque lo llevo viendo muchos años desde pequeña con mi familia, es algo típico, y como madrileña de toda la vida para mí es un orgullo poder venir aquí y celebrar con todo el mundo”, comenta.
Y si ya pensamos en el mayor de esta estampa costumbrista, ese es Don Hilarión. La responsabilidad de representar al juerguista farmacéutico recae en Francisco Sánchez, con sus bien llevados 71 años. “Tengo más que Don Hilarión” comenta divertido para decir “que es una satisfacción, es la primera vez que lo represento aquí, y se siente una satisfacción muy grande al encarnar a un personaje tan importante no ya dentro de la zarzuela, sino del casticismo de Madrid”.
Y volviendo a las mujeres, tenemos a una batalladora Maja de Lavapies en la piel de Ana Faz Medina Pleite. “Yo soy de Puente de Vallecas, donde tenemos un grupo de castizos, ‘Los Chulapos’ de Puente de Vallecas. Estoy muy orgullosa de ser la Maja de Lavapies porque soy madrileña pura”, comenta.
Pero si hay alguien que simboliza la inteligencia femenina, esa es la Señá Rita, cuya representación corresponde a Charo Frías, de 57 años. “Esto para mí es un honor porque me encanta, me encanta la zarzuela e intentamos que todo se vea como era en aquella época y honrar a personajes tan bonitos como estos”, declara.
Y volvemos a la juventud de la mano de Julián, encarnado por alguien que representa su juventud, el joven de 23 años Antonio Fraguas Rubio. “Uno se siente bien a gusto, aunque sea con este calor. Me encanta que, siendo nacido en Madrid, haya podido representar a un personaje que representa a mi gente y que la gente nos reciba con los brazos abiertos”.
Podemos ver cómo las fiestas de Centro tienen un largo futuro por delante no sólo por la participación en los festejos, sino por el compromiso de personas para continuar sus distintas tradiciones de un modo puro para que se transmitan generación a generación.