Quizá si se la pudiera definir con una palabra, esa sería ‘alegría’. Desbordante, contagiosa, capaz de levantar el ánimo a cualquiera en los días más neblinosos. Era Raffaella María Roberta Pelloni. Italiana de nacimiento, a más señas, de Bolonia. Por el nombre ya lo habrán acertado muchos, porque el binomio Raffaella y alegría solo puede tener un apellido Carrà.
Desde hoy, la artista italiana se queda para siempre en Madrid. En concreto en la calle de Fuencarral frente a los números 43 y 45, en una placita que lleva su nombre. Una placa de nueve azulejos, obra del pintor Ángel García Pinto, así se lo recuerda al transeúnte.
Ayer, día 5 de julio, se cumplía el año de su fallecimiento. Y Madrid ha materializado el acuerdo adoptado por la mayoría de las fuerzas políticas del Pleno de la Junta Municipal de Centro, celebrado en octubre pasado, para mantener vivo siempre su recuerdo en la memoria de la ciudad. En un acto en el que, además de familiares de la artista y del embajador de su Italia natal, han asistido representantes de las fuerzas políticas municipales y de entidades y asociaciones LGTBI+, la vicealcaldesa, Begoña Villacís, y el concejal de Centro, José Fernández, han inaugurado la plaza, descubriendo la placa con su nombre y su rostro, dibujado con esa sempiterna media melena rubia y su flequillo.
Cercana y simpática como pocos, dicharachera, entusiasta, acabó siendo para muchos ‘La Carrà’, un apodo que demostraba la familiaridad, siempre acompañada de respeto, que inspiraba. El apellido artístico se lo debe al director y guionista de cine, Dante Guardamagna, un gran aficionado a la pintura, que la ‘rebautizó’ con el apellido del pintor italiano Carlo Carrá, líder junto con Marinetti del movimiento futurista que floreció en Italia a principios del siglo XX.
De ¡Señoras y señores! a La hora de Raffaella en menos de un año
Se había colado en la pequeña pantalla española en 1975, en un programa mítico de TVE en esa década, ¡Señoras y señores! Y bastó esa aparición para que, en octubre de ese año, ya iniciara su aventura en solitario con La hora de Raffaella. Durante algo más de un año, hasta diciembre de 1976, gran parte de los españoles sintieron que tenían con ella una cita semanal que no se podían perder. Los vínculos con este país y con esta ciudad se había empezado a tejer con fuerza, aunque la polifacética e inquieta Raffaella se multiplicara en las televisiones iberoamericanas, además de en la RAI.
Luego, ya en la década de los 90, vendría Hola Raffaella, otro programa en directo que le hizo recobrar la popularidad si es que la llegó a perder alguna vez. No faltaron nunca las colaboraciones con otros programas porque, se podía disentir sobre su música, pero nunca sobre su persona. Ella, como señala José Fernández, “siempre sabía orientar la balanza de los espectadores a su favor, ya que su arrolladora simpatía y su trato tan cercano le hizo granjearse el beneplácito de toda la audiencia”.
Su desenfado, su particular estilo vistiendo, sus letras pegadizas e imposibles de no bailar, la convirtieron en musa e icono del colectivo LGTBI+ hasta el punto de que fue nombrada reina del World Pride celebrado en Madrid en 2017. Por eso, en este homenaje de Madrid a Raffaella no han faltado representantes de entidades y asociaciones LGTBI y de numerosos admiradores del genio y la figura de la italiana. Tampoco podía falta su música, aunque la elección de los temas fuera difícil. Al final, pudieron Fiesta, En el amor todo es empezar y Hay que venir al sur, interpretados por Sonora. Tampoco faltó un flashmode, a cargo de Lgtbailamos.
Como subrayaba el concejal de Centro, ya “no hay que venir al Sur, sino a Centro” a recordar y querer a ‘la Carrà’.