A menudo las calles de nuestras ciudades se encuentran preparadas para permitir el paso veloz y el aparcamiento del mayor número posible de vehículos, destinando así la mayor parte de la sección de la calle a calzada y acondicionando tan solo un porcentaje menor como acera. Este tipo de calles tratan de resolver eficazmente una movilidad a larga distancia que es, predominantemente, lineal: de casa al trabajo, al centro comercial… Sin embargo, este tipo de movilidad, siendo necesaria, se suele corresponder únicamente con las funciones productivas de la ciudad. Unas calles que únicamente den respuesta a una única necesidad vital nunca podrán ser unas calles completas si su diseño deja fuera las necesidades de gran parte de la población.

Existen otras maneras de usar nuestras calles, otro tipo de funciones ligadas a la reproducción social, es decir, a todas aquellas actividades diarias que ayudan al mantenimiento de la vida, lo reproductivo, las relaciones sociales o las necesidades personales, que generan un tipo de movilidad no lineal, donde en el trayecto entre el trabajo y la casa aparecen múltiples paradas intermedias: el colegio, el parque infantil, el centro de salud, el espacio cultural, el lugar de ocio, el local de la asociación… en definitiva, donde se produce todo aquello que articula la vida cotidiana de una ciudad que se pretenda centrada en la vida de las personas.

Una ciudad que preste atención a esas funciones pondrá en el centro a quienes ejercen tareas de cuidados, a quienes precisan de un espacio público para relacionarse y no solo para trasladarse, a quienes no pueden disponer de coche propio y precisan para su movilidad un transporte público eficaz, a las personas más vulnerables que requieren de un entorno seguro en el que poder vivir su día a día. La experiencia de las mujeres viviendo la ciudad ha respondido tradicionalmente a este tipo de funciones, relacionadas directamente con el mantenimiento de roles tradicionales como el de cuidadoras de nuestra infancia, nuestros mayores o dependientes, o como protagonistas mayoritarias del desplazamiento a pie o en transporte público. Y no solamente las mujeres, también cuando las personas mayores encuentran problemas a su desplazamiento en calles plagadas de barreras arquitectónicas, sin sombra o lugares donde poder descansar o socializar por estar concebidas como lugares de tránsito y no de encuentro, estos problemas tienen un claro impacto de género. En el distrito Centro, el 73% de las personas mayores de 85 años son mujeres. Esta experiencia y este conocimiento son lo que otorga a las mujeres la capacidad de transmitir no solo sus propios deseos y necesidades respecto a sus entornos habitados, sino también los de las niñas, niños, jóvenes y mayores con quienes viven y a quienes cuidan, y los de los colectivos con los que se relacionan.

Incorporar este conocimiento resulta hoy día imprescindible en cualquier proceso de transformación urbana para que esta experiencia de las mujeres viviendo la ciudad se convierta definitivamente en una realidad de mujeres haciendo ciudad. Y es que el espacio urbano, el territorio donde las personas que habitamos las ciudades, desarrollamos nuestras vidas cotidianas y pasamos gran parte de nuestro tiempo, también puede, y debe, ser potenciador de la igualdad. Con esta perspectiva se han concebido actuaciones urbanas como la que se ha presentado recientemente para la transformación urbana del eje Magdalena – Carrera de San Francisco, que será ejecutada a lo largo de este año por el Ayuntamiento de Madrid.

Una intervención con la que pretendemos generar itinerarios limpios y libres de barreras, con pavimentos renovados, sin baches ni obstáculos, con una adecuada disposición de mobiliario urbano e instalaciones, aumentando y mejorando los cruces de calles para permitir unos recorridos más seguros y accesibles. Con ello el Ayuntamiento de la ciudad garantizará la movilidad de personas invidentes o con movilidad reducida, pero también la de aquellas encargadas de crianza o cuidado de dependientes y que deben empujar una silla infantil o de ruedas. O, simplemente, la de las personas que antes de preparar la comida, arrastran un carro de la compra a la vuelta del mercado. Igualmente, aquellas personas que por edad, enfermedad o cualquier otro motivo, puedan tener mayores dificultades para su movilidad personal encontrarán mayores posibilidades de descanso gracias a la mayor presencia de bancos y zonas de sombra, con la plantación de nuevo arbolado viario.

Aceras más amplias y libres de elementos que impiden la visión de y desde el resto de la calle, con una iluminación urbana de mayor eficiencia energética y más adecuada a su entorno, homogénea y sin obstrucciones, permitirán aumentar la percepción de seguridad en recorridos con poca visibilidad. Algo fundamental para evitar que determinadas personas pudieran ver restringidos sus movimientos y actividades por miedo, especialmente aquellos colectivos más vulnerables a situaciones de violencia por género, edad, raza, u orientación sexual, entre otros.

Las mejoras de entornos urbanos favorecen la aparición de usos nuevos, la activación del zócalo comercial de las calles y la diversificación funcional, lo que permite un uso variado del espacio urbano de manera continuada a lo largo del día. La generación de nuevos espacios estanciales facilita también la presencia de gente en la calle, al posibilitar un uso no comercial del espacio público abierto a cualquier persona. Todo ello, en un espacio reordenado para evitar obstáculos a la visión de las personas y la existencia de puntos ciegos, permite aumentar todavía más la percepción de seguridad, gracias a la presencia de ese tipo de vigilancia informal que la urbanista Jane Jacobs denominaba ”los ojos sobre la calle”.

El principal valor de las ciudades son las personas que las habitan. En Madrid queremos un Centro para vivir, y hacer las ciudades más vivibles supone hacer más fáciles, más amables, más seguras, todas esas tareas y actividades que a lo largo de los años predominantemente las mujeres han desarrollado en nuestras calles. Porque hacer de Madrid una “Ciudad de los Cuidados”, un lugar abierto, inclusivo, de diálogo y encuentro, será bueno para todas, y para todos.

 

Porque, cuando las mujeres hacemos ciudad, nos beneficiamos todos y todas.

 

Consulta aquí el proyecto de reforma del eje Magdalena – Carrera de San Francisco.