La historia de Carabanchel comienza en el lugar que ocupa una antigua ermita. Según los restos arqueológicos encontrados y expuestos en el Museo Municipal y en el Museo Arqueológico de San Isidro, el inicio de la ciudad se remonta a tiempos de romanos y árabes vividos en este enclave.
Aquí, se construyó la ermita de Santa María la Antigua, el monumento arquitectónico más importante de nuestro distrito y el templo más antiguo de la Comunidad de Madrid. Fue levantada en estilo románico-mudéjar en el siglo XIII, aunque tiene algunos elementos del siglo XII, y conserva en muy buen estado su primitiva estructura medieval. Actualmente es la ermita-capilla del cementerio parroquial de Carabanchel Bajo y está adosada a su tapia.
A esta pequeña iglesia se une la figura de San Isidro Labrador, patrón de Madrid, por ser éste el sitio en el que, según la tradición, el santo venía a orar y a dar agua a sus bueyes, concretamente en el pozo que se encuentra dentro de la ermita.
Recreo aristocrático en el siglo XIX
En la finca de Vista Alegre, ubicada hacia el final de la calle del General Ricardos, saltamos al siglo XIX. En esa época proliferaron en Carabanchel las quintas de recreo aristocráticas como ésta. Su interior albergó varios palacios entre los que destacaba la residencia del marqués de Salamanca.
Se empezó a construir en 1802 como retiro veraniego para María Cristina de Borbón y después pasó a sus hijas Isabel II y la infanta Luisa Fernanda, hasta que el marqués compró la finca a la familia real. Se trata de un edificio de planta rectangular y simétrica organizado en torno a tres patios, destacando el gran vestíbulo central, resuelto a modo de rotonda y cubierto por una cúpula de media esfera, y magníficos espacios interiores, suntuosamente decorados con valiosos cuadros y esculturas.
Pasada su época de esplendor la propiedad pasó a manos del Estado que la compró condicionada a que fuera destinada a fines benéficos. Ahora, esta finca pertenece a la Comunidad de Madrid donde se encuentran varios inmuebles dedicados a servicios asistenciales y educativos.
Actualmente, un cartel informa de las actuaciones que la Comunidad está llevando a cabo en el recinto para la recuperación y apertura al público del parque histórico Quinta de Vista Alegre.
La Ermita y su pradera
Si hay un enclave especial para los madrileños, éste es la ermita de San Isidro. Está situada en los antiguamente llamados campos de Carabanchel, junto a un manantial que el santo hizo brotar milagrosamente.
Los primeros testimonios de su existencia datan de 1499, aunque es en 1528 cuando la emperatriz Isabel de Portugal, esposa de Carlos V, agradecida por la sanación del monarca y su hijo el futuro rey Felipe II tras ingerir sus aguas, ordena erigir un nuevo santuario junto a la fuente en honor a San Isidro Labrador.
Cada quince de mayo, los habitantes de Madrid acuden a la ermita del santo a celebrar el día de su patrón y a beber su agua milagrosa a la que la tradición popular atribuye propiedades curativas. Junto a la ermita se extiende la conocida como pradera de San Isidro donde se reúnen madrileños y visitantes en la considerada como una de las verbenas más populares y castizas de Madrid.
La modernidad de Madrid Río
Desde la pradera de San Isidro, siguiendo el paseo del Quince de Mayo, desembocamos en el puente de Toledo, una joya arquitectónica sobre el río Manzanares y uno de los accesos desde el centro de la capital al distrito. Fue construido entre 1718 y 1727 bajo la dirección de Pedro de Ribera, mide 180 metros de largo y consta de nueve ojos, con sus correspondientes arcos de medio punto. Sus 9,5 metros de ancho lo convierten en un paseo agradable con vistas a Madrid Río.
El conjunto alberga múltiples ornamentos de los que destacan dos hornacinas o templetes colocados hacia el centro. En ellos se sitúan las esculturas de San Isidro Labrador, patrón de Madrid, y su esposa Santa María de la Cabeza, ambos obra de Juan Alonso Villabrille y Ron.
Con la creación de Madrid Río, tras el soterramiento de la M-30, el puente se asoma a la modernidad de la ciudad. Desde el conjunto monumental, las esculturas de los santos siguen siendo testigo de la vida de los madrileños, vigilando un entorno que se ha hecho más apetecible para el disfrute de los vecinos y paseantes. /