Una jornada en los campamentos urbanos que se están desarrollando en el CDI comienza con actividades de manualidades y juegos. Un día a la semana, salida a la piscina de Peñuelas, a la que van en autobús a pesar de la cercanía, o a determinados espacios de Madrid Río como las tirolinas, los juegos o la playa para refrescarse de la ola de calor que acaba de irse. Después de la comida llega la tarde mucho más calmada, con talleres de relajación y juegos de mesa hasta la hora de irse a casa.
En esta edición además se incluyen actividades muy de moda como la pedagogía del mindfulness o conciencia y atención plena en la que los niños y niñas desarrollan emociones, empatía e inteligencia emocional y son conscientes de su propia identidad y de expresar «como te sientes contigo mismo», detalla Cristian, uno de los monitores del campamento.
En esta práctica destacan los mandalas que tienen que colorear para aumentar la concentración o juegos como el «si fuera…», donde reflejan su personalidad a través de la elección de un animal que los represente, detalla Cristian. Además, han colocado un árbol del miedo y el de los sueños donde aprenden a superar los primeros y a centrarse en los segundos.
Recorriendo el país
La temática de estos campamentos se ha centrado en «nuestra cultura», explica Cristian, mientras va detallando que han ido «visitando» las diferentes regiones españolas y por eso las paredes están llenas de rosas y dragones que cuentan la leyenda de san Jorge o un equipo de cocodrilos imantados que van recorriendo Extremadura visitando las provincias.
Disponen de cuatro aulas, una sala polivalente y una que se usa como gimnasio, además de todo el patio exterior del Centro Dotacional Integrado para actividades interiores, como las manualidades, y exteriores para jugar en la hora del recreo. Cuentan con servicio de recogida ampliado una hora -desde las 8 hasta las 18 horas- y servicio de comedor a través de un catering que les da el desayuno, la comida y la merienda.
Normalizar e integrar
La organización del campamento también considera muy importante la integración, así que en esta edición cuentan con la participación de una monitora en prácticas que tiene deficiencia visual. Una experiencia enriquecedora y tan cotidiana para estos niños y niñas que, en lo que llevan de campamentos interactuando con ella, ninguno de los menores ha percibido o mencionado que esta monitora no ve en las distancias largas.
Cuatro monitores y un coordinador son los encargados del bienestar y el entretenimiento de esta treintena de menores entre los 3 y los 12 años que son de nacionalidad española, pero sus padres en la mayoría de origen latinoamericano. Así que esto hace que también tengan que respetar creencias como las musulmanas, en las que no se come carne de cerdo, que han eliminado del menú. En el catering además están pendientes de otras patologías como alergias o intolerancias que padecen alguno de los niños o niñas.
«El resultado ha sido positivo», comenta Cristian pero «hay que recordar que son niños: tienen comportamientos buenos y malos» pero «la mayoría vienen contentos», recalcando que iniciativas como estas son imprescindibles durante el verano ya que «hay muchos chavales que necesitan venir por diferentes necesidades de sus familias».