Soleada mañana dominical en el distrito de Barajas para ver aves en el Parque Juan Carlos I. El tercer parque municipal más grande de nuestra ciudad, donde podremos encontrar una gran diversidad de aves puesto que cuenta con dehesas de olivos, grandes praderas abiertas y una inmensa lámina de agua que ocupa una enorme superficie de este espacio verde.

En el mismo punto de encuentro, el metro de Feria de Madrid, varios gorriones comunes (Passer domesticus) posan sobre un cerezo cercano. Hemos podido observar varios de ellos a lo largo del recorrido, lo cual nos ha alegrado bastante debido a la alarmante tendencia decreciente de las poblaciones de esta especie en las ciudades desde hace varios años. Sus congéneres, los gorriones molineros (Passer montanus) han sido otros que hemos visto por doquier durante el itinerario.

Otro al que hemos escuchado en numerosas ocasiones ha sido al pito ibérico (Picus sharpei); sin embargo, solo lo hemos avistado en una  ocasión, posado en lo alto de un chopo hacia la mitad de la ruta. Las palomas bravías (Columba livia) y torcaces (Columba palumbus) han aparecido también a la entrada del parque, individuos de ambas especies tomaban los primeros rayos de sol en esta fría mañana.

 

Nada más entrar al parque vemos a varias especies:  tres jilgueros (Carduelis carduelis) junto a un petirrojo (Erithacus rubecula) y un pinzón vulgar (Fringilla coelebs) que están picoteando en el suelo junto a un melojo y varios carpes. En las ramas de éstos últimos, avistamos a dos verderones (Chloris chloris) que resaltan por sus tonalidades esmeralda entre las tonalidades grisáceo-blanquecinas de las ramas.

 

Continuamos la marcha y escuchamos el amplio repertorio musical de varios estorninos negros (Sturnus unicolor) que se encuentran en sobre las elevadas farolas del aparcamiento. Un mirlo común (Turdus merula) se cruza con nosotros dirigiéndose hacia una pradera de césped aledaña donde se encuentra algún que otro ejemplar de la misma especie. Algo pequeñito, que no para de moverse rápidamente entre las ramas secas del bosquete de cipreses de los pantanos, capta nuestra atención mientras subimos las escaleras que lo atraviesan; se trata de un mosquitero común (Phylloscopus collybita).

 

[Imagen 1: Mosquitero común (Phylloscopus collybita). Fuente: CENEAM]

 

Posada sobre una acacia de Constantinopla una cotorra argentina (Myiopsitta monachus), la primera de muchas que observaremos y escucharemos durante la visita, también nos sorprende no solo por el estridente reclamo, sino porque se encuentra sola. Era de esperar, no tarda mucho en llegar el resto de la banda.

Llegando hacia el puente homónimo al parque, un bando de verdecillos (Serinus serinus) picotean entre los matorrales silvestres hasta que advierten nuestra presencia y suben a las ramas más altas de un olmo cercano.

 

[Imagen 2: Serín verdecillo (Serinus serinus). Fuente: CENEAM]

 

Será en otro olmo donde observemos a una pareja de herrerillos comunes (Cyanistes caeruleus) bastante agitados cuyos reclamos desvelan su posición y, en el tronco de este, escudriñamos a un agateador común (Certhia brachydactyla) trepando hacia arriba sigilosamente.

Llegando a la cascada de estanques una pareja de ánades azulones (Anas platyrhynchos) se está dando un gran festín de microinvertebrados. Observamos a más individuos de la misma especie sobre las aguas del lago junto a un ganso del Nilo (Alopochen aegyptiaca) que viene a saludarnos en busca de comida, lo cual nos sorprende puesto que no suelen acercarse a los humanos. También se encuentran en esta zona, subidos a un dique, dos cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo) que estiran sus alas al sol. En el borde de una isleta que hay en el lago, dos lavanderas blancas (Motacilla alba) caminan y mueven la colita verticalmente mientras emiten varios reclamos.

Bajo la pasarela de la lluvia, observamos varios nidos de avión común (Delinchon urbicum) que serán nuevamente ocupados por éstos cuando llegue la primavera tras su regreso transahariano.

 

 

[Imagen 3: Nidos de avión común (Delinchon urbicum). Fuente: Madrid Ambiental]

 

Cruzamos la dehesa del olivar donde encontramos varias cotorras de Kramer (Psittacula krameri) en los chopos que la bordean. Algunos herrerillos comunes (Cyanistes caeruleus), jilgueros (Carduelis carduelis) y gorriones comunes (Passer domesticus) vuelan entre los frondosos olivos mientras escuchamos a lo lejos al pito ibérico (Picus sharpei). Alzamos la vista al cielo y un majestuoso milano real (Milvus milvus) vuela en círculo sobre nosotros, probablemente en busca de alguna presa.

A pesar de ser un sitio estupendo para avistar aves, esta mañana no hemos observado a demasiadas especies en la dehesa; tal vez no nos hayamos detenido lo suficiente para poder mirar con profundidad.  Nuestro cerebro necesita tiempo para parar y discernir entre los múltiples estímulos que le llegan del exterior. En la quietud somos capaces de detectar el movimiento más fácilmente y, así, poder avistar a las pequeñas aves que se ocultan entre la maleza y las hojas del arbolado.

De regreso a la salida, nos detenemos ante las esculturas ejecutadas por los distintos pájaros carpinteros que habitan en el parque.

 

[Imagen 4: Nido pájaro carpintero. Fuente: Madrid Ambiental]

 

“Cuanto más lleguemos a comprender la estructura en la quietud, más fácil será aplicarla al movimiento”

Proverbio chino