Despejada y soleada mañana del último domingo de septiembre en el Monte del Pardo. Hoy recorreremos parte de la senda fluvial del Manzanares a su paso por El Pardo. En concreto iremos desde el Puente de los Capuchinos hasta la pasarela de Mingorrubio, paralelos a una margen del río y volveremos por la opuesta hasta finalizar en el mismo punto de partida.

Una gran variedad de paseriformes y acuáticas nos esperan escondidas entre las frondosas ribereñas y la vegetación palustre y, si la suerte nos acompaña, alguna rapaz diurna nos alegrará la vista cuando la alcemos al cielo, hoy, azul intenso.

Mientras esperamos en el punto de encuentro a que lleguen todos los compañeros pajareros, observamos varios viandantes portando un lienzo montado en su caballete y es que hoy, 24 de septiembre, se celebra el XIV Certamen Nacional de Pintura Rápida Real Sitio de El Pardo. Nos encontraremos con varios pintores a lo largo de nuestro camino dibujando los paisajes lacustres de este entorno de alto valor medioambiental.

 

[Imagen 1: Pintora a la entrada del recorrido. Fuente: Madrid Ambiental]

 

Cuando apenas hemos caminado unos metros desde el punto de encuentro, el inconfundible reclamo metálico de una curruca capirotada (Sylvia atricapilla) resuena en el silencio de las primeras horas matinales. No conformes con escucharla, nos afanamos con nuestros prismáticos hasta que la encontramos escondida entre las ramas de un arbusto. Su capirote color castaño nos confirma que se trata de una hembra.

 

[Imagen 2: Curruca capirotada (Sylvia atricapilla). Fuente: CENEAM]

 

A escasos metros, en la copa de un plátano de sombra, un carbonero común (Parus major) viene a darnos los buenos días junto a un herrerillo común (Cyanistes caeruleus) que se posa en un plátano cercano. Lo reconocemos por marcada su línea ocular y por los tonos azules de la cabeza y de las alas contrastando con su pecho amarillo.

Las urracas (Pica pica) y las cotorras argentinas (Myiopsitta monachus) también empiezan a hacer acto de presencia en esta dominical mañana junto a bandos de palomas torcaces (Columba palumbus) y bravías (Columba livia) que van de acá para allá.

Seguimos caminando por la margen del río cuando algo moviéndose entre las zarzas llama nuestra atención. El color amarillento de su vientre y de los bordes de sus alas, así como la línea ocular amarilla, nos hace pensar que estamos ante un ejemplar de zarcero políglota (Hippolais polyglotta).

Giramos la cabeza hacia el otro lado alertados por el reclamo de un petirrojo europeo (Erithacus rubecula) y, ahí está, posado sobre la rama de una acacia. Impasible pero sin cesar en su afán de intimidarnos. Tan entrañable como territorial. Mientras contemplamos a este rechoncho paseriforme, el potente canto de un cetia ruiseñor (Cettia cetti) deleita nuestros oídos, esperanzados de poder contemplar en algún momento a esta escurridiza ave. Escucharemos cada cierto tiempo su melodioso canto hasta el final de la ruta, pero no será hasta unos metros más adelante cuando tendremos la suerte de poder verlo posado en la rama de un chopo delante de nosotros, a cierta distancia, durante unos pocos segundos.

 

[Imagen 3: Cetia ruiseñor (Cettia cetti). Fuente: CENEAM]

 

Pasado uno de los miradores del paseo, cerca del azud, comienza a venir aguas arriba una pareja de ánades azulones (Anas plathyrinchos). Primero aparece el macho y, poco después, la hembra. El dimorfismo sexual que presentan estas anátidas es de los más marcados dentro de esta familia de aves. Más adelante veremos a un pequeño grupo mixto, tanto de hembras como machos, nadando y buscando alimento en las aguas del río.

Llegados a este punto, oímos constantemente el reclamo de varias gallinetas comunes (Gallinula chloropus). No suelen dejarse ver tan fácilmente pero, en esta ocasión, vamos a poder contemplarlas a lo largo de un buen tramo del río, tanto en el agua como entre la vegetación, buscando alimento. Al menos habremos visto unas cinco gallinetas esta mañana.

Escondido entre los árboles de ribera vemos a un papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca). Tal vez sea una hembra, o tal vez sea un macho que ha perdido el plumaje nupcial. En cualquier caso, será de los pocos que van quedando en estas latitudes antes de emprender su marcha otoñal.

Algo rojo pasa rápidamente ante nuestros ojos y se introduce en la copa de un enorme chopo. Alzamos la vista, apuntamos con los prismáticos y vemos a un pico picapinos (Dendrocopos major) taladrando la madera de este álamo cerca de la cima. Su obispillo rojo nos anunció su presencia. Agudizamos el oído y escuchamos el rápido y rítmico tamborileo que produce con su fuerte pico. Nos quedamos varios minutos observando a este trabajador incansable hasta que una bandada de gaviotas en “V” nos sobrevuela. No podemos aventurarnos a indicar la especie concreta, lo que sí sabemos es que se trata de un grupo desplazándose a alguna región más al sur de la que procede.

Llegando a la pasarela de Mingorrubio una pareja de serines verdecillos (Serinus serinus) comen en las ramillas de un arbusto. Están tan entusiasmados con el banquete que ni se percatan de nuestra presencia.

 

[Imagen 4: Serín verdecillo (Serinus serinus). Fuente: CENEAM]

 

Antes de cruzar la pasarela, emprende el vuelo a nuestra llegada lo que parece ser un avetorillo común (Ixobrychus minutus), quedándonos con las ganas de poder contemplarle durante más tiempo.

 

 

[Imagen 5: Avetorillo común (Ixobrychus minutus). Fuente: CENEAM]

 

Cruzamos la pasarela peatonal y al alzar la vista una bandada de, al menos, veinte buitres leonados (Gyps fulvus) surcan el cielo a poca distancia de nosotros. Con los prismáticos podemos verlos con todo detalle. Son las primeras rapaces que vemos en la mañana, y también las últimas, pero…¡menudo despliegue!. 

De regreso al punto de encuentro seguimos escuchando en varias ocasiones al cetia ruiseñor (Cettia cetti); sin embargo, no volverá a mostrarse. Sería demasiado sorprendente ver dos veces a un ruiseñor el mismo día.

Sin embargo, con lo que sí nos topamos antes de terminar la ruta es con un agateador común (Certhia brachydactyla). Lo vemos subiendo por el tronco de un pequeño fresno y nos despedimos de la senda con una reconfortante sensación de dicha.

Cada época del año, cada estación, cada día podemos observar diferentes especies tratándose del mismo lugar. Anímate a participar en nuestros itinerarios ornitológicos y, a compartir tus experiencias con el grupo de educadores ambientales de Madrid Ambiental.

 

 

[Imagen 6: El Monte del Pardo. Fuente: Madrid Ambiental]

 

“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”

Antonio Machado