En esta nublada y atemperada mañana de finales de verano, vamos a visitar el Parque Juan Carlos I para disfrutar de la gran variedad de avifauna que podemos encontrar en este enorme espacio verde de nuestro municipio. Sus innumerables praderas y sus extensos olivares, pinares, láminas de agua, así como su abundante y diversa vegetación, prometen un enriquecedor paseo pajarero dominical.
Los más madrugadores han sido nuestros amigos los gorriones comunes (Passer domesticus). Han venido a darnos la bienvenida al mismo punto de encuentro. Más tarde, una vez dentro del parque, volveremos a encontrarnos con varios bandos de éstos y sus congéneres los gorriones molineros (Passer montanus).
Otros que han ido apareciendo en grandes grupos y, como de costumbre, muy cantarines han sido los estorninos negros (Sturnus unicolor). Agrupados en unos de sus habituales dormideros – la copa de un piñonero (Pinus pinea)- nos han dado los buenos días a base de increíbles y alegres polifonías matutinas, antes de llegar a nuestro destino.
Entre las acículas del pino siguiente, hemos avistado al primero de los carboneros comunes (Parus major) que nos han alegrado la mañana.
Multitud de palomas torcaces (Columba palumbus) estaban agrupadas en el parking de la entrada del recinto. Un poco después, ya dentro del parque, hemos podido ver a las palomas domésticas (Columba livia), especialmente numerosas en la zona del lago, la razón: el dañino pan que llevan los visitantes para las acuáticas residentes.
Entre las múltiples y ampliamente distribuidas urracas (Pica pica), cotorras argentinas (Myiopsitta monachus) y cotorras de Kramer (Psittacula kramerinos) topamos, al comienzo del recorrido, con la única lavandera blanca (Motacilla alba) que aparecerá ante nuestros ojos en toda la mañana. Baja hasta un pequeño estanque que hay en la entrada principal, para retomar su ondulante vuelo y desaparecer en el horizonte.
Llegamos a una plazuela con magnolios (Magnolia grandiflora) donde un par de pajarillos, con una manchita de color amarillo chillón, pasan raudos delante de nosotros. Se trata de dos serines verdecillos (Serinus serinus) cuyo obispillo nos da la clave para su identificación.
En este mismo emplazamiento, sobre las ramas de un árbol próximo localizamos una curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala).Al principio sospechamos de la capirotada, pero el iris rojizo que luce nos saca de cualquier duda.

[Imagen 1: Curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala). Fuente: L.Bravo Jarilla, Fototeca/CENAM.]
Antes de abandonar este lugar, un bando de jilgueros europeos (Carduelis carduelis) pasan sobrevolándonos, dejando en nuestras retinas una bonita escena celestial.
Seguimos adentrándonos hasta llegar a las praderas paralelas a la ría. Comienzan a aparecer las primeras acuáticas que veremos hoy: gallinetas (Gallinula chloropusalgunos) y ánades azulones (Anas platyrhynchos).
Al otro lado del sendero por el que caminamos, avistamos a una abubilla común (Upupa epops) tan espectacularmente camuflada entre la hierba seca de la pradera como el pito ibérico (Picus sharpei)que lograremos distinguir un poco más adelante.
Algo negro con el pico amarillo se introduce en la copa de un árbol a cierta distancia de nosotros. Será el primero de los pocos mirlos comunes (Turdus merula) que veremos hoy.
Llegamos a la zona del pinar y detectamos, primero por el oído y a continuación visualmente, a un agateador europeo (Certhia brachydactyla) trepando por el tronco de un pino y a un papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca) saltando de rama en rama entre los piñoneros.
Al llegar al jardín de las tres culturas, un inconfundible reclamo metálico nos lleva hasta su emisor: un petirrojo europeo (Erithacus rubecula). Para nuestra sorpresa nos topamos con varios de ellos entre los granados del jardín.

[Imagen 2: Petirrojo europeo (Erithacus rubecula). Fuente: L.Bravo Jarilla, Fototeca/CENAM.]
Al salir de este exótico vergel y llegar a la dehesa, cuantiosos herrerillos comunes (Cyanistes caeruleus) revolotean entre las copas de los hermosos olivos (Olea europaea) del lugar.
Alzamos la vista al cielo y avistamos en las alturas algún que otro de los pocos vencejos (Apus apus) que quedan ya por estos lares. Un poco más adelante nos toparemos con un gran bando de otros migrantes transaharianos que se resisten todavía a emprender el largo viaje: los aviones comunes (Delinchon urbicum).
Unos se van y otros llegan…al llegar al lago, nos sorprende ver a una solitaria gaviota sombría (Larus fuscus) que descansa sobre una roca; tal vez se haya despistado del grupo. Una pareja de gansos del Nilo (Alopochen aegyptiaca) destaca por su enorme tamaño entre el resto de acuáticas ya mencionadas al principio de la entrada: gallinetas (Gallinula chloropusalgunos) y ánades azulones (Anas platyrhynchos).

[Imagen 3: Gaviota sombría (Larus fuscus). Fuente: C.Sánchez, Fototeca/CENAM.]
Y así, entre aleteos, cantos y prismáticos bien enfocados, hemos llegado al final de este itinerario ornitológico.
Las aves nos enseñan a mirar con calma, a escuchar con atención y a maravillarnos con lo cotidiano. La naturaleza siempre guarda nuevas sorpresas, y cada salida es distinta: puede que la próxima vez nos visite un ave inesperada, que descubramos un nido escondido o que un grupo de estorninos nos regale un espectáculo aéreo.
Si te has quedado con ganas de más, te esperamos en nuestros próximos itinerarios, así como otras actividades relacionadas con las aves que podrás encontrar en nuestro catálogo.
“En cada paseo por la naturaleza uno recibe mucho más de lo que busca”
John Muir

