Esta calurosa mañana dominical de finales de julio hemos venido a pajarear al Parque Juan Carlos I. La humedad y umbría de sus extensas praderas, sus zonas arboladas e interminables láminas de agua contrasta fuertemente con la sequedad del pinar y de las dehesas de olivos. Hábitats tan diferentes como la avifauna que esperamos ver hoy.

En el punto de encuentro, antes de adentrarnos en el parque, comenzamos a ver algún que otro bando de cotorras argentinas (Myiopsitta monachus), además de ser una especie invasora, eran el presagio de lo que nos esperaba durante todo el itinerario… Junto a éstas, pequeños grupos de gorriones comunes (Passer domesticus) también han estado bastante presentes a lo largo del recorrido, especialmente, en la estructura del puente al comienzo del parque. Ahí tienen montada una enorme comunidad de vecinos ya que anidan en las oquedades existentes entre la pieza metálica y el hormigón de la misma.

Las urracas (pica pica), las palomas torcaces (Columba palumbus) y las palomas domésticas (Columba livia) no han parado de aparecer por todas partes, al igual que los vencejos (Apus apus). Estos últimos han sido especialmente numerosos en la zona de la estufa fría. Intuimos que deben tener nidos en los techos del edificio para criar ya que, cómo seguramente sabréis, es el único momento de su vida en el que dejan de volar.

[Imagen 2. Vencejo común (Apus apus). Fuente: Jamesbot. Creative Commons – Algunos derechos reservados: https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/]

Al llegar a la zona del lago avistamos una gran cantidad de gansos del Nilo (Alopochen aegyptiaca). Esta especie invasora ha tomado este espacio como si fuera su feudo. Al menos, una veintena de ellos campan a sus anchas por sus aguas mientras que los ánades azulones (Anas platyrhynchos) han mermado visiblemente su población en este lugar.

Tan elegante como solitaria, una garza real (Ardea cinerea) posa en medio del lago ajena a cualquier disputa territorial, mientras pequeñas lavanderas blancas (Motacilla alba) van apareciendo tanto en las rocas del estanque como en las praderas aledañas.

En esta zona también comenzamos a ver a los primeros aviones comunes (Delinchon urbicum) y golondrinas (Hirundo rustica) bajando durante milésimas de segundos a beber de sus aguas entre quiebros y piruetas aéreas.

A lo lejos, sobre los flotadores de una de las porterías que hay dentro del lago, vislumbramos dos polluelos de gallineta (Gallinula chloropusalgunos). Nos ha costado reconocerlos ya que el plumaje no tiene nada que ver con el de los individuos adultos. Mientras éstos lo tienen de color negro, los polluelos lucen unas tonalidades pardas muy claritas.

[Imagen 2: Gallineta (Gallinula chloropusalgunos). Fuente: J.L Rodríguez/CENAM-MMA]

Alzamos la vista al cielo y un milano negro (Milvus migrans) nos sobrevuela muy cerca. Tanto como el buitre leonado (Gyps fulvus) que veremos un poco más adelante. Antes de pasar bajo el primero de los puentes sobre la ría, un bando de mitos comunes (Aegithalos caudatus) pasa muy cerca de nosotros para adentrarse entre las copas de los pinos próximos.

Otro bando, esta vez de estorninos negros (Sturnus unicolor) buscan comida en una pequeña pradera colindante a la ría. Cruzamos a la otra orilla y nos adentramos en el secarral de olivos hasta llegar al oasis de las tres culturas. Aquí, veremos al único gorrión molinero (Passer montanus) y al único mirlo común (Turdus merula) de toda la mañana. En cuanto a este último, realmente era una hembra, pues era de color pardo -a diferencia del negro plumaje del macho- el cual no debía andar muy lejos ya que suelen ir en parejas.

De regreso a la entrada del parque, también un único e inesperado agateador europeo (Certhia brachydactyla) se ha dejado ver subiendo por el tronco de un piñonero junto a varios bandos de jilgueros (Carduelis carduelis) que revoloteaban por las copas al entrar en la zona del pinar.

Y al final del itinerario, una pareja de pitos ibéricos (Picus sharpei), que andaban buscando comidita entre el césped y el bordillo de unos de los caminos principales, despedían nuestra visita pajarera.

 

[Imagen 2: Pitos ibérico (Picus sharpei). Fuente: Pexels]

Esperamos que esta entrada no solo te haya permitido descubrir la diversidad de aves que nos rodea, sino también reconectar con la naturaleza desde otra mirada más consciente. Cada trino, cada vuelo, cada sombra que cruza el cielo es una invitación a detenernos y observar con respeto.

Recuerda que proteger las aves es proteger los ecosistemas de los que todos formamos parte. Ya sea instalando una caja nido o compartiendo tu entusiasmo con otras personas, cada gesto cuenta.

Te animamos a compartir estas y otras muchas más experiencias enriquecedoras a través de las actividades que podrás encontrar en nuestro catálogo.

 

En el corazón de todos los bosques canta un pájaro invisible

Theodore Roethke