A escasos días de que comience el invierno, amanece una mañana soleada estupenda para ir a pajarear al Parque Emperatriz María de Austria.
Las tonalidades otoñales que recorren sus extensas praderas junto con los cantos de las aves que lo habitan, motivadas por el despertar de tan espléndido día, obsequian con un especial encanto a este parque urbano en pleno corazón de Carabanchel.

[Imagen 1: Parque Emperatriz María de Austria. Fuente: Madrid Ambiental.]
En las praderas aledañas al punto de encuentro, junto al intercambiador de Plaza Elíptica, grandes grupos de urracas (Pica pica), palomas bravías (Columba livia) y estorninos negros (Sturnus vulgaris) se amontonan en lo alto de las peladas copas de sus árboles al calor de los primeros rayos de sol.
Alguna solitaria cotorra de Kramer (Psittacula krameri) también utiliza la misma artimaña para tratar de entrar en calor y comenzar el día con energía. Parejas de mirlos comunes (Turdus merula) recorren las praderas a la caza de un buen desayuno proteico. Lo mismo ocurre con los pitos ibéricos (Picus sharpei) que comienzan a aparecer a ambos lados del paseo principal del parque por el que avanzamos.
Estaban tardando en aparecer, numerosos bandos de palomas torcaces (Columba palumbus), gorriones molineros (Passer montanus) y cotorras argentinas (Myiopsitta monachus) van y vienen de un lado a otro sobrevolándonos en busca de semillas y, las últimas -tan afanosas como de costumbre- con ramitas en sus picos sin parar de laborar a primeras horas de la mañana.

[Imagen 2: Nido comunal en cedro de cotorras argentinas (Myiopsitta monachus). Fuente: Madrid Ambiental.]
Nos ha sorprendido ver tan al comienzo de la ruta al pico picapinos (Dendrocopos major). Suele estar en la zona del pinar -haciendo honor a su nombre-; sin embargo, hoy lo hemos visto por primera y única vez encaramado a una acacia del sendero central de acceso al parque.
Los que hoy hemos podido observar a borbotones han sido a los herrerillos comunes (Cyunanistes caeruleus). Al llegar a la plazuela de liquidámbares (Liquidambar styraciflua) se han hecho notar, tanto por su cantidad como por sus alegres cantos. No estaban solos, un grupito de jilgueros europeos (Carduelis carduelis) y un solitario petirrojo (Erithacus rubecula) los han acompañado hasta este rincón de vistosos colores otoñales.

[Imagen 3: Plazuela de liquidámbares (Liquidambar styraciflua). Fuente: Madrid Ambietal.]
Nos adentramos en la zona del pinar y llegamos hasta el lago donde nos llama poderosamente la atención la cantidad de gansos del Nilo (Alopochen aegyptiaca) que ocupan sus aguas. Cómo sabéis, se trata de una especie exótica invasora y, generalmente, solemos avistarla en parejas en nuestros itinerarios ornitológicos. Sin embargo, la decena de estos ejemplares que se encontraban en este lugar del parque nos ha dejado consternados.
Por suerte no solo estaban ellos, sino que compartían espacio con numerosos ánades azulones (Anas platyrhynchos) y alguna gallineta común (Gallinula chloropus) junto a una lavandera cascadeña (Motacilla cinérea), una gaviota reidora (Chroicocephalus ridibundos) y un zampullín común (Turdus philomenos), todos ellos observados de forma aislada.

[Imagen 4: Multitud de gansos del Nilo (Alopochen aegyptiaca) avistados hoy. Fuente: Madrid Ambiental.]
Cuando nos dirigíamos a bordear el lago, nos hemos detenido en frente de dos pinos cuyas copas estaban repletas de numerosos pajaritos de varias especies: reyezuelos listados (Regulus ignicapilla), mosquiteros comunes (Phylloscopus collybita), pinzones (Fringilla coelebs) y mitos comunes (Aegithalos caudatus). Todo un deleite para nuestros ojos y oídos que nos ha mantenido ensimismados durante un buen y gozoso rato…

[Imagen 3: Reyezuelo listado (Regulus ignicapilla), Fuente: L.Bravo Jarilla/CENEAM.]
De vuelta al punto de encuentro, varias lavanderas blancas (Motacilla alba) junto a algunos colirrojos tizones (Phoenicurus ochruros), así como un par de carboneros garrapinos (Periparus ater) y de carboneros comunes (Parus major) hacían las delicias de nuestro grupo pajarero para despedir tan productiva mañana como se merece.
Esperamos que este recorrido os haya animado a mirar al cielo -y a los arbustos- con más curiosidad, porque las aves de Madrid seguirán ahí, ajenas a los horarios, esperando vuestra visita. Os animamos a nuestros próximos paseos alados que podéis consultar en nuestro catálogo.
“En otoño las aves nos recuerdan que el paisaje está vivo y en movimiento, que nada permanece salvo el cambio”
Miguel Delibes

