Diciembre llegó fuerte el pasado 3 de diciembre. Las temperaturas eran bajas y esperábamos un día frío con claros de sol hacia media mañana, pero no nos esperábamos el cambio casi repentino que ocurrió.

A las nueve de la mañana arrancamos la actividad en la puerta de entrada número uno del Parque Forestal de Valdebebas-Felipe VI. La ruta ornitológica nos hizo comenzar disfrutando de un suelo escarchado. La fina capa de rocío se había congelado por las bajas temperaturas y nuestro paseo se presentaba de lo más invernal. Era una estampa preciosa y ante nosotros un gran parque cuya avifauna nos esperaba. 

[Imagen: Parque de Valdebebas-Felipe VI con escarcha. Fuente: Madrid Ambiental

La entrada número uno se sitúa en la parte sureste del parque, y desde aquí se llega enseguida a uno de los arroyos artificiales del parque, el cual está unido a varios estanques artificiales. 

Durante la espera surcó el cielo un cormorán (Phalacrocorax carbo) con el que especulamos si iría camino del Parque Juan Carlos I. También las ya conocidas perdices rojas (Alectoris rufa) de la glorieta de Antonio Perpiñá.

[Imagen: Perdices rojas. Fuente: Madrid Ambiental

No había mucho movimiento y un petirrojo (Erithacus rubecula) trinaba con interés. Continuando el camino hacia la parte más baja del parque, un cernícalo vulgar (Falco tinnunculus) cruzó de sur a norte. Lo observamos de maravilla ya que los rayos de sol estaban calentando disfrutando de la aparición. 

Bajando hacia los columpios y toboganes vimos picotear en el suelo a un pito ibérico (Picus sharpei), gorriones molineros (Passer montanus) ya con su gorjeo añadían notas a la composición invernal. Un par de lavanderas blancas (Motacilla alba) se hicieron protagonistas correteando junto al pito e incluso una cotilla urraca (Pica pica) quiso saber qué es lo que el pito comía con tanto interés. Suponemos que debido a las temperaturas y a la menor disposición de alimento, el pito ibérico se enfrentó a la urraca mostrando su pico como un florete, a lo que la urraca respondió con un inteligente vuelo de “me voy por donde he venido”.

Est´bamos llegando al primer estanque y pudimos apreciar que había algo pequeño en el agua y no, no era un polluelo. Se trataba de un zampullín (Tachybaptus ruficollis) y como buen zampullín, se zambulló una y otra vez, siendo los buceos de cinco a siete segundos. Apreciamos bien su plumaje invernal crema casi dorado y castaño oscuro.

[Imagen: Zampullín (Tachybaptus ruficollis). Fuente: Pixabay

Una lavandera blanca nos sorprendió a todos con unos vuelos acrobáticos impresionantes en su caza de algún insecto que a nuestra vista era imperceptible, pero por el interés de la lavandera debía de ser de lo más jugoso. La veíamos mantenerse en el aire a pocos centímetros del agua como si de un helicóptero se tratara. Cogió la presa y volvió a la orilla. 

Con gran sorpresa pudimos apreciar en el cielo, volando en silencio unos veinte individuos de una de las especies más grandes que puede verse en la Península Ibérica, aves migratorias que tenemos la suerte de ver en Madrid durante su paso. Eran grullas (Grus grus), cruzando de este a oeste y dejándose ver de maravilla.

[Imagen: Grullas (Grus grus). Fuente: Pixabay

Al poco nos percatamos de que había entrado en escena la niebla cubriendo todo el lugar. La temperatura debió de bajar al menos tres grados y la humedad aumentó significativamente. El sol había desaparecido y la sensación térmica nos obligó a ponernos en marcha, mover el cuerpo y adquirir actitud de senderistas. 

Entre la niebla distinguimos con una coloración atenuada,  jilgueros (Carduelis carduelis), pinzones (Fringilla coelebs) y verdecillos (Serinus serinus) adquiriendo la misma actitud de posarse en las ramas más altas de los árboles de hoja caduca ya sin hojas. 

[Imagen: Vista del arroyo artificial de Valdebebas desde las pasarelas de madera. Fuente: Madrid Ambiental

Aparecieron los mosquiteros (Phylloscopus collybita) con su movimiento inquieto. Un par de zorzales comunes (Turdus philomelos) más quietos se dejaron verentre la niebla. Su vuelo de huida es precioso e inconfundible. 

Como senderistas con prismáticos disfrutamos los escenarios de La Mancha que ofrece el Parque de Valdebebas, y entre enebros y encinas saltó una abubilla (Upupa epops) de vuelo inconfundible. Apreciamos bien las puntas negras y blancas de sus plumas primarias. Algún carbonero (Parus major) y herrerillo (Parus caeruleus), una curruca capirotada (Sylvia atricapilla) vimos entre las ramas “peladas”.

[Imagen: Vista La Mancha recreada en el Parque de Valdebebas-Felipe VI. Fuente: Madrid Ambiental

Un colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros) visitó los árboles que dejábamos atrás y pudimos terminar la ruta con una merecida y estupenda sorpresa que cerraría la jornada, el cernícalo vulgar volviendo. Tomó dirección noroeste y al paso levantó todos los estorninos (Sturnus unicolor) y palomas torcaces (Columba palumbus) que descansaban en los árboles y allá se lanzó dos veces a la caza. Lo perdimos entre la frondosidad y la niebla. 

Un día con mucho frío, buena gente y estupendos avistamientos. 

 

“En diciembre, no hay valiente que no tiemble.”