Mayo va pasando y los verdes empiezan a quedar con colores más pajizos, hierbas más altas y salpicados de colores violetas inundan el campo. Hoy en el Parque Forestal Valdebebas-Felipe VI nos reciben las viboreras (Echium vulgare) y un cielo despejado. 

Aunque pensemos estar en el campo, hemos de recordar que estamos en un parque urbano, aunque a semejanza de un monte mediterráneo. Eso sí, las plantas silvestres como las viboreras no las ha plantado nadie, nos regalan su belleza. 

Imagen 1: Viborera en el Parque Forestal Valdebebas-Felipe VI. Fuente: Madrid Ambiental.

Pero hoy durante nuestro itinerario ornitológico buscamos, claro está, aves. 

Con un grupo bien variado de edades oteamos el horizonte desde nuestro comienzo, ya escuchando verdecillos (Serinus serinus) que además se dejan ver sobre las acículas de los pinos. 

Pronto nos centramos en unas aves comunes, aunque no por ello menos interesantes, las palomas torcaces (Columba palumbus) y nos fijamos en las diferencias con las palomas domésticas (Columba livia) y con alguna tórtola turca (Streptopelia decaocto) que por allí se dejó ver. 

Los gorriones comunes (Passer domesticus) nos hicieron hablar de sus parientes los gorriones molineros (Passer montanus), también presentes. Las cotorras argentinas (Myiopsitta monachus) nos hicieron hablar de sus parecidas africanas, aunque estas no las vimos. 

Pusimos la vista al cielo azul y sin nubes cuando nos sobrevolaron muy alto dos rapaces, a las que difícilmente dio tiempo de diferenciar aunque creímos ver dos buitres negros (Aegypius monachus), posiblemente uno de ellos subadulto. 

Volaban vencejos comunes (Apus apus) y aviones comunes (Delichon urbicum), los primeros aun en vuelos relativamente bajos. Pero durante unos minutos dos golondrinas comunes (Hirundo rustica) estuvieron revoloteando a pocos metros mareándonos en nuestro intento por seguirlas con la vista. De cuando en cuando un estornino negro (Sturnus unicolor) se colaba en esa fiesta celeste confundiéndonos. 

En las inmediaciones de uno de los varios arroyos artificiales que hay en el Parque Forestal de Valdebebas-Felipe VI comenzamos a ver y disfrutar el canto de algunos jilgueros (Carduelis carduelis) y recordamos cómo en estos terrenos, hace pocas décadas se contaban jilgueros a cientos y ahora nos sorprendemos con la vista de los que se cuentan con los dedos de la mano. Parques como el de Valdebebas nos dan esperanza para recuperar parte de la biodiversidad constreñida por la ciudad y romper la dualidad de ciudad y campo. 

Imagen 2: Jilguero comiendo semillas Fuente: Pixabay.

Cerca del agua escuchamos un piar agudo y constante, se trataba del canto de un pájaro moscón (Remiz pendulinus) que tras un buen rato buscando se dignó a aparecer unos segundos para después dejarnos de nuevo su agudo piar entre los árboles. 

Vimos algún pito ibérico (Picus sharpei) aunque lejos. Mirlos (Turdus merula) y también carboneros comunes (Parus major) pero tímidamente. 

Llegados a uno de los estanques artificiales del parque divisamos una hembra de ánade friso (Mareca strepera) con dos pollos algo crecidos. Aparentemente solo compartía estanque con unos pocos galápagos de florida (Trachemys scripta), aunque al poco un perro apareció dentro del estanque haciendo a la madre y las crías huir bajo un sauce para buscar escondite. Recordamos la normativa aludiendo al artículo 212 de la Ordenanza General de Protección del Medio Ambiente Urbano, que en el Capítulo III referente a la Protección de animales del Título IV referente al Uso de las Zonas Verdes en el punto 2 indica, tras hablar de los horarios para permanecer sueltos que: “En cualquier caso, los propietarios o tenedores de los perros deberán mantener control sobre ellos a fin de evitar tanto las molestias o daños a las personas y a los demás animales, como el deterioro de bienes o instalaciones públicas. Para ello deberán mantener el perro a la vista a una distancia que permita la intervención en caso necesario.”

Imagen 3: Arroyo artificial del Parque Forestal Valdebebas-Felipe VI. Fuente: Madrid Ambiental.

Si de verdad buscamos que nuestras mascotas, así como nuestros hijos (menos conscientes de su huella) disfruten estas zonas verdes y su biodiversidad, protejamos la misma limitando nuestro impacto, haciendo caso a los técnicos que los estudian y respetemos las normativas para la buena convivencia entre todas las especies. Un parque no es solo un tapiz verde, o al menos no es lo que se busca de ello, si no un ecosistema diverso y saludable para el territorio. 

Recordar también que el silencio es una de las mejores herramientas para la observación de las aves. Junto a la paciencia y por encima del uso de prismáticos, nos pueden dar momentos de alegría y observaciones estupendas. Mantener un volumen bajo y sentir la pausa del paseo con seguridad nos aportará momentos de disfrute.

 

“La Tierra proporciona lo suficiente para satisfacer las necesidades de cada hombre, pero no la codicia de cada hombre.”

Mahatma Gandhi