Regresamos al monte de El Pardo para uno de nuestros itinerarios ornitológicos más esperados. La conjunción de entorno urbano con  ecosistema de ribera y dehesa, y un entorno mucho más natural que en cualquier otro espacio verde de Madrid, son siempre puntos favorables a tener en cuenta de cara a nuestras posibles observaciones. El carácter más esquivo de aves menos habituadas a nosotros y una mayor espesura y potenciales escondites a su alcance son factores que juegan, por otra parte, en nuestra contra. Sin embargo, el invierno y la consecuente ausencia de hojas en muchos árboles mitiga en gran parte este obstáculo. Las benévolas (y muy preocupantes) condiciones climáticas de las que gozamos en este día nos ofrecen un día despejado y una iluminación más que aceptable. Sin embargo, a la hora de nuestro encuentro aún hace frío y la afluencia de visitantes en el paraje natural es aún escasa: otro punto a favor para la observación.

 

[ Imagen 1: Sol invernal en El Pardo. Fuente: Madrid Ambiental ]

 

Estas son las circunstancias que nos depara la jornada, cuyo comienzo no puede ser más prometedor. Y es que al punto de iniciar la presentación de la actividad, hemos de interrumpirla forzadamente por la presencia de un trepador azul (Tichodroma muraria) en el árbol más cercano a nuestra ubicación. Varios participantes descubren este ave por primera vez y por ello resulta un avistamiento muy apreciado. Desde el mismo punto, y sin haber caminado un solo paso aún, conseguimos avistar numerosas palomas torcaces (Columba palumbus), una pareja de gorriones molineros (Passer montanus) y un madrugador herrerillo común (Cyanistes caeruleus).

 

trepador azul

[ Imagen 2: Trepador azul (Tichodroma muraria). Fuente: pxhere. CC0 ]

 

En nuestro camino junto al Manzanares y entre las ramas desnudas de los numerosos árboles que pueblan su ribera podemos conseguimos avistar al gorrión común (Passer domesticus), al carbonero común (Parus major), al mirlo común (Turdus merula) y a la invasora cotorra de Kramer (Psittacula krameri), menos abundante que la cotorra argentina, a la que sin embargo no conseguimos ver esta vez. No podemos sin embargo apartar la vista del camino que discurre frente a nosotros por el que cruzan volando los estorninos negros (Sturnus unicolor), ni los bordes del mismo por el que asoma con descaro el petirrojo europeo (Erithacus rubecula). Mientras, nos sobrevuelan en pequeños grupos las gaviotas, aunque desde nuestra perspectiva no somos capaces de distinguir entre nuestras dos habituales visitantes invernales: gaviota sombría (Larus fuscus), gaviota reidora (Larus ridibundus) o quizás ambas.

 

petirrojo en el pardo_ cortesía de magdalena de la fuente

[Imagen 3: Petirrojo europeo (Erithacus rubecula) en el Monte de El Pardo. Fuente: Magdalena de la Fuente-usuaria de Madrid Ambiental]

 

Cuando tenemos la oportunidad de ver más allá de la vegetación ribereña, y centrar nuestra atención en el propio río, encontramos gran cantidad de nuevas especies. En una misma isla en medio del cauce confluyen una pareja de gansos del Nilo (Alopochen aegyptiaca) y otra de ánades azulones (Anas platyrrhynchos), mientras una solitaria gallineta (Gallinula chloropus) rebusca comida en el suelo. Mención aparte para los numerosos cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo) que en un momento y lugar determinado aparecen en todas sus posibles versiones: uno cruza volando delante nuestro, otro nadando en sentido opuesto y el tercero que encontramos nos aguarda tomando el sol en un árbol cercano, ofreciéndonos su mejor perfil mientras se deja observar y fotografiar sin reparo. Tan absortos nos tenía que casi se nos escapa el momento en el que una garza real (Ardea cinerea) nos sobrevuela con decisión.

 

[ Imagen 4: Coromorán grande (Phalacrocorax carbo) secándose al sol. Fuente: Madrid Ambiental ]

 

Un gran revuelo se adivina entre los carrizos, pero los culpables, pequeños y en continuo movimiento son difíciles de captar por nuestros prismáticos. Se trata del invernal mosquitero común (Phylloscopus collybita), y que a la larga resultará ser una de las aves más frecuentes durante el resto del recorrido. Hasta tal punto nos acostumbramos a su presencia que, en un carrizo cercano casi pasamos por alto la presencia de otro pequeño revoltoso: el chochín (Troglodytes troglodytes). También animado se encontraba esta mañana el cetia ruiseñor (Cettia cetti), al que escuchamos tan claramente como si estuviera posado en nuestro hombro, y al que -como es frecuente- no llegamos a ver.

 

En cuanto comienza la dehesa entramos en territorio por excelencia de la urraca (Pica pica). La orilla opuesta del río nos permite volver a observar, en algunos casos con más detalle, a algunos viejos conocidos: carboneros, herrerillos, palomas torcaces y cormoranes. De hecho creemos identificar al mismo cormorán sobre el mismo árbol, ahora en la orilla opuesta, completando su sesión de sol mañanero. Sin embargo, la frecuencia de avistamientos en este momento ha decaído notablemente debido al paso del tiempo y a una mayor afluencia de visitantes. Aún así un nuevo protagonista entra en escena cuando un animado grupo de mitos (Aegithalos caudatus) alterna entre los árboles junto a los que transitamos.

 

No obstante, si bien el paso de las horas puede desanimar a algunos, otros esperan este momento en el que el aire se ha calentado lo suficiente para crear corrientes ascendentes, para alzar el vuelo. Justo antes de finalizar un grupo de buitres leonados (Gyps fulvus) comienza a patrullar la zona. Al poco nos percatamos de un buitre renegado que sobrevuela al grupo a cierta distancia y atisbamos ciertas diferencias: una figura más ligera y de mayor envergadura, tonalidad más oscura y cola más apuntada. Parece ser que el buitre negro (Aegypius monachus) ha comenzado también su ronda.

 

Para el final dejamos la mención a uno de los momentos más recordados, cuando oteando el Manzanares una inconfundible mancha azul lo atraviesa en dirección a la orilla opuesta. Se posa en una rama de un árbol donde apenas unos pocos conseguimos distinguirlo, al poco se zambulle en el agua y desaparece. Desafortunadamente no todos los participantes han conseguido verlo, y los que lo consiguen lo hacen con dificultad. Sin embargo, unos metros más adelante nos espera, posado en un árbol de nuestra misma orilla, relajado y dejándose ver por largo rato, clara y nítidamente en todo su esplendor: el martín pescador (Alcedo atthis).

 

martín pescador el pardo cortesía de magdalena de la fuente

[ Imagen 5: Martín pescador (Alcedo atthis) en el Monte de El Pardo. Fuente: Magdalena de la Fuente-usuaria de Madrid Ambiental]

 

Llegado el momento de la despedida concluimos un bagaje muy positivo y sobre todo, haber disfrutado de una jornada de observación muy gratificante mientras nos emplazamos a una próxima ocasión.

Como siempre os animamos a conocer más de cerca a nuestros alados vecinos, ya sea por vuestra cuenta en las calles y espacios verdes de Madrid, o compartiendo con nosotros la experiencia en los itinerarios ontológicos de Madrid Ambiental. Podéis consultar el calendario de los mismos en el catálogo y reservar vuestra plaza en proambiental@madrid.es. ¡Os esperamos!

 

ánade azulón el pardo magdalena de la fuente

[ Imagen 6: Ánade azulón (Anas platyrrhynchos) en el Monte de El Pardo. Fuente: Magdalena de la Fuente-usuaria de Madrid Ambiental]

 

“Más hermosos que el canto de los pájaros son sus vuelos. No todos sus cantos son alegres, pero todo vuelo es de libertad ”

Mario Quintana