Sabemos que cada planta tiene su momento de floración a lo largo del año. También sabemos que algunas son flores efímeras, que apenas dejan verse durante unas horas, en cambio hay otras flores que duran días y días. Ello dependerá de la especie y del clima. Algunos sabréis que hay flores que se abren y no vuelven a cerrarse hasta estar marchitas, y que otras se abren y cierran cada día hasta su marchitez.
Sin duda nos apasiona la botánica y pensamos que el conocimiento de esta rama de la biología es infinito. Hoy hablaremos de flores de la mano del príncipe de los botánicos, Carl von Linné.
[Campo de flores. Fuente: Pixabay]
Carl von Linné o Linneo para los amigos, fue un botánico sueco que destaca por ser el inventor del sistema binomial de clasificación de los seres vivos. Este sistema no fue el único. Ya desde tiempos de Aristóteles, que centraba sus observaciones en las similitudes y diferencias en estructura y apariencia de los organismos, se trató de clasificar a los seres vivos y fueron muchos los sistemas creados. Pero el que se mantuvo fue el de Linneo.
Linneo en sus numerosos viajes se encontraba con una dificultad: plantas, animales o minerales, tenían diferentes nombres según el lugar. Por lo que consideró oportuno darles un nombre único, utilizando el latín. Un nombre y apellido, lo que responde al género y a la especie. Véase como ejemplo Linnaea borealis. Donde Linnaea responde al género y borealis a la especie concreta dentro del género Linnaea. Especie, por cierto puesta en honor de Linneo y que forma parte del conjunto del escudo de su familia.
El también llamado padre de la taxonomía moderna estudió medicina, pero su curiosidad de naturalista en potencia le llevó por diferentes expediciones. Ya en 1735 en su principal obra de solo diez páginas, Systema naturae indicaba algo muy atrevido para la época, que el hombre y los monos que estudiaba pertenecían todos a una misma clasificación, la de primates, y que la diferencia entre el homo sapiens y estos era principalmente la capacidad de hablar.
También tuvo problemas con otros científicos cuando recurrentemente en su obra relacionaba los genitales humanos con las partes de las plantas o las formas de algunos animales. En algunos casos de modo poético. Y es que Linneo se basó en los órganos reproductivos de las plantas, las flores concretamente, para realizar una mejor clasificación de estas. Un auténtico éxito ya que estas partes de las fanerógamas (plantas con flor) son esenciales para su clasificación.
[Carl von Linné (Linneo). Fuente: Wikipedia]
No solo Linneo se fijaba en las fórmulas florales de las plantas, si no que se empezó a fijar en los movimientos de estas. Así percibió que algunas se abrían más tarde que otras. Esto desataba una investigación que llega a nuestros días, y que otros muchos científicos han dado continuidad.
Estas observaciones de Linneo le llevaron a los textos del geofísico y astrónomo francés Jean-Jacques Dortous de Mairan de 1729, donde estudiaba el fenómeno de la noctinastia, que consiste en esos movimientos de las flores y las hojas en respuesta a diferentes momentos del día y la noche. Jean-Jacques vió como la Mimosa pudica plegaba sus hojas de noche y las desplegaba de día. Pero lo sorprendente fue ver que lo hacía igualmente en un entorno en ausencia de luz, lo cual demostraba que la planta tenía un “reloj interno”.
Charles Darwin también argumentó que cada planta genera su propio ritmo diario en su El poder del movimiento en las plantas (1880). Y es bien sabido que Darwin estudió con detenimiento estos movimientos en varias especies de plantas carnívoras con anterioridad (1875) en su obra Plantas insectívoras.
Ya en el siglo XX el biólogo alemán Erwin Bunning, describió los ritmos circadianos de los vegetales, aportando así un conocimiento de suma importancia al campo de la cronobiología, que a día de hoy nos sirve para entender nuestros ciclos de sueño, cambios hormonales, metabolismo o presión arterial entre otros.
Volviendo a las observaciones de flores del Linneo más naturalista, y con mucha de esa poesía que tenía, se creó la idea del horologium florae o reloj de flores.
[Reloj de Linneo. Fuente: la soga (revista)]
Cada planta abre sus flores en un momento concreto del día y no es el mismo en cada una de ellas, por lo que de forma escalonada se podría decir que se turnan para abrir las flores. Si nos fijamos en cada una de ellas y anotamos la hora, es muy probable obtener para cada una de ellas una hora para su apertura y también cierre. Así lo expresó en Philosophia Botanica (1751). Entre las 6 y las 7 podríamos ver abrirse el nenúfar blanco europeo (Nymphaea alba), el hipérico (Hypericum perforatum) entre las 7 y las 8, la centaurea menor (Centaurium erythraea) entre las 8 y las 9, la caléndula (Calendula arvensis) entre las 9 y las 10 y así hasta completar la semicircunferencia desde las 6 hasta las 12. En el lado derecho del semicírculo, de 12 a 6 serían las que se cierran pasado el mediodía: la caléndula (Calendula arvensis) entre las 12 y las 13, entre las 14 y 15 el diente de león (Taraxacum officinale) o la acederilla (Oxalis acetosella) entre las 16 y las 17.
[Hipérico (Hypericum perforatum). Fuente:Pixabay]
Tras la ocurrencia de Linneo del horologium florae, aparecieron en múltiples jardines intentos de crear una parcela circular de jardín en el que se plantaban cronológicamente plantas para que, mostraran su floración escalonadamente. Realmente esto no era ni es algo exacto, por lo que resultó un precioso fracaso.
Muchas plantas silvestres de la misma especie varían su hora de apertura por diferentes factores, los cuales hacen a estos relojes imprecisos y poco fiables. Las horas de apertura y cierre dependen de la latitud, de la genética de la población de esa especie, o del clima. Por ello no es algo universal. Habrá que fijarse en las especies que nos rodean para lograr algún acierto. Al fin y al cabo Natura non facit saltus. Es decir, la naturaleza no da saltos, como recogía Linneo del botánico John Ray. La naturaleza es gradual, no es abrupta.
También se ha estudiado la influencia que puede tener esta apertura respecto a la presencia de polinizadores. No olvidemos que las flores se abren con el objetivo de atraerlos para que éstos se revuelvan entre sus aparatos reproductores causando la polinización. Por ello podría tener sentido el que, a nivel de comunidad, no se abran todas al mismo tiempo si no que cada especie busque el nicho temporal o turno para que la polinicen.
Desde Madrid Ambiental os animamos a intentar vuestro reloj de flores. O si lo preferís, otra opción es que sencillamente anotéis la hora a la que se abren las flores de las plantas que tengáis en casa, en el jardín o en el huerto. Está claro que aunque no logremos un horologium florae, durante este proceso vamos a aprender a observar como lo hacía Linneo, y el resultado aunque no sea preciso, será bello.
“Cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire.”
Julio Cortázar