El suelo es un recurso vital para la supervivencia de los seres vivos; interviene en la regulación del ciclo hidrogeológico y el clima, los ciclos de la trasformación de la materia y es fuente de materias primas. Por ese motivo, desde el Programa de Actividades Ambientales queremos sumarnos a la celebración del día Mundial del Suelo y reivindicar la importancia de la existencia de un suelo sano y de calidad.

Este año, Naciones Unidas propone como tema central de celebración para el Día Mundial del Suelo 2021 (#DíadelSuelo), la campaña “Detener la salinización de los suelos, aumentar su productividad”, cuyo objetivo es crear conciencia sobre la importancia de mantener ecosistemas saludables, abordando los desafíos en la gestión del suelo, luchando contra su salinización y, animando a todas las sociedades a comprometerse a mejorar la salud del suelo.

¿Por qué es importante abordar este problema? Porque la salinización afecta a la producción agrícola, la seguridad alimentaria y la sostenibilidad, debido a que estos terrenos reducen la disponibilidad de nutrientes y la capacidad de los cultivos para absorber agua. Además, los suelos con salinización reducen su capacidad para filtrar contaminantes, pudiendo concentrar partículas tóxicas para las plantas y degradar la estructura del suelo. Como consecuencia final, la salinidad afecta a la salud de todo el ecosistema, su biodiversidad y a la disponibilidad de alimentos, ya que reduce la posibilidad de que los cultivos crezcan.

Aunque la salinización del suelo puede ser debida a casusas naturales, nuestras actividades diarias también pueden contribuir a la aparición de este fenómeno, como, por ejemplo, cuando regamos con agua con un alto contenido salino o cuando utilizamos fertilizantes inapropiados y los aplicamos en cantidades que no son correctas.

No obstante, la salinización es solo uno de los problemas a los que se enfrentan los suelos, ya que también existen otros como la pérdida de la materia orgánica del suelo, perdida de la cubierta superior por erosión, perdida de la estructura interna del suelo, acidificación… que afectan su salud y a la calidad.

¿Cómo puedo saber qué un suelo es sano? Existen algunas claves en las que fijarnos para saber que el suelo que tenemos ante nosotros tiene buena calidad. En un suelo sano podemos apreciar:

  • Una coloración oscura, debido al alto contenido en materia orgánica.
  • Presencia de numerosas raíces.
  • Un olor dulce y con matices naturales, frente al olor ácido o metálico de suelos degradados.
  • Presencia de actinomicetos (bacterias que se encargan de la descomposición de los materiales del suelo y son capaces de captar el nitrógeno del aire incorporándolo al mismo).
  • Presencia de otros organismos descomponedores (lombrices, colémbolos, escarabajos…).
  • Es de fácil de manejo o permite excavar fácilmente.
  • Es suave, húmedo, poroso. Está estructura facilita la infiltración, permite retener agua y reduce la escorrentía que causan inundaciones. También aumenta la disponibilidad de agua para las plantas durante un periodo de sequía.
  • Tiene una abundante cubierta vegetal no invasiva.

¿Qué puedo hacer yo para mantener un suelo sano? A nivel local podemos contribuir a evitar su pérdida o degradación realizando alguna de estas sencillas acciones en nuestro huerto:

  • Cultiva cubiertas cortavientos alrededor del huerto. Planta árboles alrededor del mismo con el fin de que actúen como una barrera para evitar la erosión del viento y su exposición directa.
  • Evita compactar el suelo. Localiza las zonas del huerto donde la tierra está dura y descubierta para saber dónde el suelo está compactado. Siembra hierbas en estas zonas y asegúrate de regar y airear el suelo periódicamente.
  • Emplea técnicas de jardinería que eviten excavar en profundidad. A la hora de cultivar debemos evitar hacerlo a gran profundidad, ya que el suelo puede quedar expuesto con una excavación excesiva, alterando su estructura y que el riego pueda dañarlo y erosionarlo. Es mejor situar las plantas sobre la capa superior del suelo.
  • Coloca un poco de mantillo sobre las plantas en crecimiento. El peso del mantillo impide que el suelo se exponga al viento y el agua.
  • Usa tu propio abono o fertilizante natural. Reaprovecha los restos procedentes del huerto o comida para crear compost. Este proporciona todos los nutrientes necesarios para el desarrollo de las plantas del huerto (sin necesidad de aportes externos) y mejora la estructura del suelo. Además, contribuirás a cerrar el ciclo de la materia orgánica.
  • Evita utilizar plaguicidas e insecticidas de origen sintético. En su lugar puedes plantar algunas asociaciones de especies vegetales que actúan como repelentes o atraer a otras especies animales que son beneficiosas para el huerto y que pueden ayudar con el control de plagas. [Enlazar con la entrada del día 3 de diciembre: día mundial sin plaguicidas]
  • Controla la escorrentía e instala un barril de lluvia. Cava canales de drenaje para redirigir el agua de lluvia y que no tenga mucho impacto en el huerto. Además, instala un barril de lluvia para recolectar el exceso de agua y poderlo utilizar en un futuro.
  • Evita el monocultivo y potencia la asociación de plantas autóctonas. Los monocultivos reducen la biodiversidad. A la hora de realizar la plantación, apuesta por las asociaciones de plantas y plantas autóctonas, están mejor adaptadas a las condiciones ambientales de la zona y necesitarán menos mantenimiento y aporte hídrico.

A pesar de que el problema de la pérdida o degradación del suelo es un problema global, es necesario abordarlo desde lo local.

Es lo que hay bajo el suelo lo que crea aquello que está por encima de él. Lo que no se ve es lo que crea lo que se ve. Y eso, ¿qué significa? Significa que si quieres cambiar los frutos tendrás que modificar primero las raíces.

Harv Eker (1954)