Aquella calurosa mañana primaveral nos desplazamos hasta el Parque Juan Carlos I, en las inmediaciones del recinto ferial de Ifema, para disfrutar de nuestro itinerario pajarero. Este parque presenta numerosas zonas húmedas, como los son los 30.000 metros cuadrados de lago seguido por dos kilómetros de ría. Además, cuenta con interminables praderas, vastas dehesas de olivos, prolongados pinares y numerosas zonas ajardinadas. La gran variedad de hábitats que podemos encontrar en este espacio verde acoge a la enorme diversidad de avifauna que ha sido avistada desde su inauguración a comienzos de los noventa.
Aunque estemos bastante acostumbrados a su presencia, no hay que obviar a las urracas (pica pica) ni a las palomas (Columba spp). Respecto a estas últimas, en esta ocasión, las primeras en aparecer fueron las torcaces (Columba palumbus). Se identifican muy fácilmente por el cuello de camisa blanco que lucen. Incluso hemos llegado a ver a una zurita (Columba oenas) agazapada en el borde del lago. Esta especie no es muy abundante en Madrid, pero de vez en cuando -como hoy- nos llevamos una grata sorpresa.
Las palomas domésticas (Columba livia) también fueron dejándose ver a lo largo del recorrido, especialmente, en aquellos lugares donde los visitantes -suponemos que con buenas intenciones- depositaron trozos de pan para alimentar a las aves. Queremos recordar la importancia de NO ALIMENTAR a los animales salvajes en general. En el caso de querer poner un comedero para aves o dar de comer a los patitos del parque, hay que informarse antes de los alimentos que pueden tomar. El pan, los procesados, gusanitos, etc están TOTALMENTE PROHIBIDOS. Lejos de hacerles un favor, les destrozan el tracto digestivo y les provocan graves perjuicios tanto a su salud como en su comportamiento.
Bastante recurrentes fueron las apariciones de los verdecillos (Serinus serinus); a veces solitarios y, en otras ocasiones, mezclados con bandos de gorriones comunes (Passer domesticus) y jilgueros (Carduelis carduelis).
[ Imagen 1. Serín verdecillo (Serinus serinus). Fuente: Clara Martínez Hernández ]
Los vencejos (Apus apus) nos acompañaron surcando los cielos a lo largo de toda la mañana, bajando hasta la ría para tomar agua tan rápidamente como retomando el acrobático vuelo en grandes bandos.
Los estorninos negros (Sturnus unicolor) y los mirlos comunes (Turdus merula) se mostraron bastante discretos a la vista en comparación con sus potentes y melodiosos cantos. Los gorgoritos de los unos y de los otros emergían desde todas direcciones mientras se ocultaban entre las copas de los frondosos árboles que delimitan los infinitos senderos del parque.
[ Imagen 2. Jilguero europeo (Carduelis carduelis). Fuente: Clara Martínez Hernández ]
Al llegar al lago, una lavandera blanca (Motacilla alba) posó sobre una roca para nosotros moviendo grácilmente la cola junto a varios ejemplares de ánades azulones (Anas platyrhynchos). Las gallinetas (Gallinula chloropusalgunos) estaban más apartadas caminando entre la vegetación palustre y, lo que nos pareció bastante alarmante fue la cantidad de parejas de gansos del Nilo (Alopochen aegyptiaca) que habitan en el parque. Incluso una de ellas conformaba una familia bastante numerosa junto a sus -por lo menos- media docena de crías.
[ Imagen 3. Ganso del Nilo (Alopochen aegyptiaca). Fuente: Clara Martínez Hernández ]
Estuvimos un largo rato disfrutando de las idas y venidas de numerosos aviones comunes (Delinchon urbicum) entre sus nidos -construidos bajo uno de los numerosos puentes de la ría- y el agua.
Un poco más adelante, mientras cruzábamos a la orilla contraria por otra pasarela, un pito ibérico (Picus sharpei) pasó con su ondulante vuelo muy cerca de nosotros.
Una vez llegados a la otra ribera, antes de adentrarnos en la zona del olivar, comenzaron a aparecer varios grupos pequeños de gorriones molineros (Passer montanus) y, regalándonos unos instantes de danza silenciosa en los cielos, un elegante milano negro (Milvus migrans).
Al llegar al jardín de las Tres Culturas, reducidos -pero nada silenciosos-bandos de cotorras de Kramer (Psittacula krameri) sobrevolaban entre las palmeras de este ansiado oasis junto a sus homólogas argentinas (Myiopsitta monachus).
[ Imagen 4. Avión común (Delinchon urbicum). Fuente: Clara Martínez Hernández ]
No hace falta irse a la otra punta del planeta para vivir una aventura ornitológica. Basta con abrir bien los ojos, afinar el oído y dejarse llevar por la curiosidad. La naturaleza está más cerca de lo que creemos, y siempre tiene algo nuevo que contar.
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“El mundo natural es la mayor fuente de emoción: las aves no solo enriquecen la tierra, sino también nuestra comprensión de ella”
Rachel Carson