En pleno puente de mayo y con un cielo un tanto inestable – tan pronto cubierto de nubes como de repente despejado- típico de la estación primaveral en la que nos encontrábamos, nos adentramos a recorrer la senda fluvial del Pardo.
Tras las fuertes lluvias que acaecieron días atrás, el Pardo se asemejaba a una jungla tropical. La vida resplandecía allá donde mirases: tiernos brotes copando las ramas de los árboles, inmensas praderas multicolores de plantas espontáneas y, como era de esperar, multitud de polifónicas melodías avícolas al compás el suave viento de aquella mañana.
Precisamente, fue el canto de un serín verdecillo (Serinus serinus) que estaba en lo alto de una acacia junto al Puente de los Capuchinos, lo que desvió nuestra atención mientras pasábamos lista en el punto de encuentro.
Al cabo de un rato, algunos gorriones molineros (Passer montanus), junto a otros tantos gorriones comunes (Passer domesticus) y un despistado carbonero común (Parus major) se posaron en el puente durante unos instantes. Mientras tanto, varias palomas torcaces (Columba palumbus) solitarias iban y venían descansando en lo alto de los árboles más próximos.
Avistamos a una lavandera cascadeña (Motacilla cinerea) sobre un chopo en medio del cauce. Sus tonalidades amarillas no la dejaron pasar desapercibida a pesar de la frondosidad del entorno.
Si alzabas la vista al cielo, veías bandos de vencejos (Apus apus) y de estorninos negros (Sturnus unicolor) por todas partes. Más tarde aparecerían las golondrinas (Hilando rustica) y los aviones comunes (Delinchon urbicum). Estos últimos casi a ras del suelo en su intento de atrapar insectos con sus acrobáticas piruetas.
Otras que, a pesar de ser muy comunes, no podemos dejar de nombrar son las urracas (Pica pica). Desde el suelo hasta las copas más altas; no hay ambiente o lugar que se les resista…
Los jilgueros (Carduelis carduelis) aparecieron en varias ocasiones y es que, estaba todo plagado de su alimento preferido al cual le deben su nombre: los cardos.
Un pajarito del tamaño de un gorrión, pero con un plumaje similar al picapinos estaba colgado boca abajo de una rama. Se trataba de un pico menor (Dryobates minor) buscando su desayuno en la corteza del árbol.
Una pareja de currucas capirotadas (Sylvia atricapilla) -la hembra con el capirote pardo y el macho, negro- aparecieron poco después sobre una valla tapizada de hiedra de cuyas bayas se estaban alimentando, hasta que un mirlo común (Turdus merula) los espantó.
Giramos la vista a una pradera cercana y otra pareja, esta vez de ánades azulones (Anas platyrhynchos), se escondían entre el vergel de hierbas silvestres. Tal vez estuvieran empollando, ya que la época de cría puede extenderse hasta junio.
Varios agateadores europeos (Certhia brachydactyla) subían por los troncos de los árboles ribereños, mientras pequeños bandos de mitos comunes (Aegithalos caudatus) revolteaban entre las copas, al igual que los esquivos cetia ruiseñores (Cettia cetti) y los ruiseñores comunes (Luscinia megarhynchos). Sin embargo, un poco más adelante, tuvimos la ocasión de contemplar a estos dos tenores durante bastante tiempo haciendo gorgoritos.
Los que no se escondieron fueron los petirrojos (Erithacus rubecula). Pudimos verlos en numerosas ocasiones, tanto por los matorrales como por las ramas más bajas de algunos arbustos entonando agudas y complejas melodías.
Un verderón común (Chloris chloris) se cruzó en nuestro camino y, al otro lado de la senda, un trepador azul (Sitta europaea) bajaba por el tronco de un enorme olmo al que tuvieron que podar varias ramas debido a los daños sufridos por las fuertes tormentas.
[Trepador azul (Sitta europaea). Fuente: Álvaro Pérez Salinero/Fototeca CENEAM]
Cerca del mediodía comenzaron a aparecer las rapaces: un milano real (Milvus milvus), bandos de buitres leonados (Gyps fulvus) y algún que otro buitre negro (Aegypius monachus) entre aquellos otros.
Los herrerillos comunes (Cyanistes caeruleus) se dejaron ver unas cuantas ocasiones y, solo en una, pudimos observar a su congénere el herrerillo capuchino (Lophophanes cristatus).
Y -para nuestra sorpresa- una sola también fue la cotorra de Kramer (Psittacula krameri) que nos pasó sobrevolando las cabezas casi a la vez que una -también solitaria- garza real (Ardea cinerea) con su gaznate retraído en vuelo.
[Garza real (Ardea cinerea). Fuente: J.M. Pérez de Ayala /Fototeca CENEAM]
Una pinzona vulgar (Fringilla coelebsun) se escondía entre las hojas de un fresno cercano cuando un ave similar a un pico picapinos (Dendrocopos major), pero más pequeño, entraba y salía de un agujero del tronco de un olmo: un pico menor (Dryobates minor). A continuación, os mostramos una foto de este ejemplar que nos hizo llegar uno de los participantes del itinerario (EduGM), junto a otras estupendas imágenes cedidas -solo para este uso- también por EduGM, en las que se puede constatar el día tan fabuloso de observación…muchas gracias EduGM!
De arriba a abajo: [Pico menor (Dryobates minor), curruca capirotada (Sylvia atricapilla) hembra y macho, petirrojo europeo (Erithacus rubecula) , ruiseñor común (Luscinia megarhynchos), ánade azulón (Anas platyrhynchos). Fuente: EduGM. Imágenes bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA]
Antes de terminar el itinerario, una gallineta común (Gallinula chloropusalgunos) se dejó ver entre la vegetación palustre y, como broche final, vimos al cotizado martín pescador (Alcedo atthis) posando durante unos minutos para despedir la mañana con un buen sabor de boca.
[Praderas de silveltres en El Pardo. Fuente: Madrid Ambiental]
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Ralph Waldo Emerson