Las primeras mañanas frías del otoño se dejan notar en los madrugadores. En este sábado previo al festivo del domingo juntamos un grupo al completo para disfrutar de las aves en uno de los sitos más especiales y mejor conservados de la ciudad de Madrid, el Monte de El Pardo.
El arranque de la actividad nos permitió alejarnos de la polvareda levantada por las obras en el puente de los Capuchinos.
Ya fuera de los ruidos y de partículas en suspensión nos centramos en todo ser emplumado que pudiéramos oír y ver.

[Imagen 1: Senda Fluvial del río Manzanares de camino a Mingorrubio desde El Pardo. Fuente: Madrid Ambiental.]
Las primeras aves que vimos fueron mosquiteros comunes (Phylloscopus collybita). Inquietos tres de ellos recorrían veloces las ramas de una robinia (Robinia pseudoacacia).
Ya cantó el primer ruiseñor bastardo (Cettia cetti) y todas lo escuchamos perfectamente. Y es que este se hace notar en todo momento. Bien sonoro aunque pequeño. Acompañando este momento de escucha vimos volar a un ave grande y negra. Sospechamos lo que podía haber sido, pero en el Monte de El Pardo nunca la habíamos visto. Fueron dos o tres segundos apenas en los que se dejó ver. Lo suficiente para ver cómo agitaba las alas. Quedó en suspense su identificación.
Entre los huecos del ramaje que nos permitían ver el río desde arriba detectamos el ir y venir de varias lavanderas cascadeñas (Motacilla cinerea). Se posaban en las rocas de una orilla del río y al momento volaban ágiles fuera de nuestra vista.
De nuevo en el cielo vimos volar varias aves blancas. ¿Gaviotas? No, unas veinte garcetas (Egretta garzetta). Bien es cierto que luego vimos gaviotas (Chroicocephalus ridibundus), estas volaban en círculos, al contrario que las garcetas que volaban bien rectas hacia su destino. Aunque también es cierto que volvieron a pasar en dirección contraria. Quién sabe si estaban perdidas o poniéndose de acuerdo en su destino. Deseamos que aterrizaran, pero no tuvimos la suerte de verlas más.

[Imagen 2: El río Manzanares y su vegetación de ribera. Fuente: Madrid Ambiental.]
Llegamos a uno de los observatorios, o más bien balcones de madera sobre el río. Allí vimos ánades reales (Anas platyrhynchos), un petirrojo (Erithacus rubecula), carboneros (Parus major) y escuchamos una sonora gallineta común (Gallinula chloropus). En ese momento nos percatamos de que había aves rapaces en el cielo. No dos ni tres si no más de una veintena. Eran buitres leonados (Gyps fulvus). Fue un momento mágico, uno de ellos voló a unos 35 metros sobre nuestras cabezas y se vio impresionante. Tras este llegaron más y más. Llegamos a contar 80 y mientras contábamos vimos que entre ellos había al menos dos buitres negros (Aegypius monachus), un águila real (Aquila chrysaetos) y otra rapaz más pequeña que no logramos identificar. Supusimos que se estaban alimentando de carroña, de algún animal grande muerto en la zona que no distaba demasiado de donde nos encontrábamos, aunque en el interior de la dehesa, al otro lado del vallado que protege o guarda el bosque mejor conservado de El Pardo. Nos imaginamos las peleas y choques de astas entre venados (Cervus elaphus) y entre gamos (Dama dama), de las que en alguna ocasión pueden salir malheridos.

[Imagen 3: Buitre leonado (Aegypius monachus). Fuente: Davide Diana. Creative Commons – Algunos derechos reservados: https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/.]
Retomamos el camino y de pronto un chico del grupo lo vio exclamando “¡Mirad, el cuervo!”. Y efectivamente lo vimos irse. Era posiblemente el cuervo (Corvus corax) que al inicio de la ruta no nos atrevimos a identificar como tal. Supusimos que se marchaba bien alimentado de la carroña junto a la buitrada.

[Imagen 4: Cuervo (Corvus corax). Fuente: Ularbali. Creative Commons – Algunos derechos reservados: https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/.]
Continuamos junto al río Manzanares para descubrir alguna lavandera cascadeña más y descubrir algún aventurero petirrojo. Algunos del grupo tuvieron la suerte de ver fugazmente, como un flash al azulado y naranja martín pescador (Alcedo atthis).
Cruzamos el río y nos asomamos a una zona abierta pegados a la valla de El Pardo para disfrutar de los gamos, algún venado y un jabalí (Sus scrofa) grande que trotando elegante se divisaba entre la hierba seca y las encinas (Quercus ilex).
Entre los fresnos (Fraxinus angustifolia) que nos guarecían aparecieron unos carboneros comunes bien activos que nos hicieron recordar que buscábamos animales de pluma ¡y no de pelo!
De regreso por la margen derecha del río Manzanares nos topamos con unos pocos mitos (Aegithalos caudatus), con el vuelo de dos milanos reales (Milvus milvus) a los que pudimos distinguir perfectamente su coloración sin siquiera los prismáticos. Y para rematar otras dos águilas, en este caso águilas imperiales ibéricas (Aquila adalberti) volando juntas; una subadulta y la otra adulta. En este caso, nos costó algo identificarlas (más tarde), pero para distinguirlas del águila real nos sirvió bien observar la coloración blanca de los hombros de la adulta.

[Imagen 5: El río Manzanares en primer plano con el cielo cubierto de buitres leonados. Fuente: Madrid Ambiental.]
Llegamos al puente de Los Capuchinos repasando el número de especies identificadas durante la ruta. Una jornada bonita y productiva de la que nos llevamos varias sorpresas.
¡Nos vemos en el próximo itinerario ornitológico!
Puedes animarte y reservar plaza en el correo electrónico del programa: proambiental@madrid.es
“Al cuervo no agrada el asno vivo, sino muerto”
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