En pleno corazón de Madrid, el legendario Parque del Oeste nos aguarda en esta fresca, aunque despejada, mañana de finales de verano, para avistar a nuestras queridas vecinas aladas.
Como no podía ser de otro modo, las cuantiosas cotorras argentinas (Myiopsitta monachus), palomas torcaces (Columba palumbus) y urracas (Pica pica) nos dan la bienvenida desde mucho antes de adentrarnos en este majestuoso y céntrico parque madrileño.
Otros que abundan en nuestro municipio por esta época son los papamoscas cerojillo (Ficedula hypoleuca). Curiosamente, casi todas las que hemos observado hoy eran hembras. Éstas son más claritas, grisáceas, en comparación con los machos que son prácticamente negros, casi tanto como, los estorninos negros (Sturnus vulgaris) o los machos de los mirlos comunes (Turdus merula). Numerosos han sido los ejemplares de ambas especies que hemos podido contemplar a lo largo de la mañana.
Mientras bajamos hacia el estanque mayor del parque, muy mimetizada entre la vegetación seca de una pradera cercana llama nuestra atención una abubilla (Upupa epops). Debe haber encontrado un gran festín pues no para de picotear entre el césped con gran devoción.
En lo alto de un chopo (Populus sp.), aprovechando los primeros rayos de sol, avistamos a la primera de las innumerables cotorras de Kramer (Psittacula krameri) que residen en este espacio verde. Menos gregarias que sus homólogas argentinas; sin embargo, empiezan a ser tan abundantes que también parecen convivir en grandes bandos.
En una de las salidas de la ría hacia el camino paralelo a ésta, contemplamos a un herrerillo común (Cyanistes caeruleus) revoloteando entre las ramas de un arbusto cercano mientras un pito ibérico (Picus sharpei) busca su desayuno en la pradera aledaña.
Algo con el capirote muy oscuro se mueve entre las ramas de un abedul ribereño (Betula sp.). Se trata de una curruca capirotada (Sylvia atricapilla). De todas las currucas que habitan en nuestra ciudad, ésta suele ser la más ampliamente distribuida, además de residente.

[Imagen 1: Curruca capirotada (Sylvia atricapilla). Fuente: A. Gabriel López Portales, Fototeca/CENEAM.]
Continuamos hacia la zona del pinar, y antes de llegar a esta zona del parque, nos paramos en un claro donde nos calientan los buscados rayos del sol entre las frescas, húmedas y frondosas sombras de las primeras horas casi otoñales…Aparecen buscando el mismo calor un carbonero común (Parus major) revoloteando cantarinamente entre las copas de los álamos (Populus sp.) cercanos y, en lo alto de uno de ellos, un serín verdecillo (Serinus serinus) posado tomaba el sol tan a gusto como nosotros. Abajo, en la pradera, grandes bandos de inquietos gorriones molineros (Passer montanus) y comunes (Passer domesticus) nos distraen durante un reconfortante momento.
Al continuar la marcha, avistamos en lo alto de un tronco pelado, a un ave del tamaño de un gorrión, pero muy parecida a un pájaro carpintero. Tras escudriñarlo con los prismáticos durante unos instantes, llegamos a la conclusión de que se trata de un pico menor (Dryobates minor). No es la primera vez que observamos a esta especie en este parque. Es un privilegio poder encontrarnos con él ya que no suele abundar en nuestro municipio.

[Imagen 2: Pico menor (Dryobates minor). Fuente: Álvaro Pérez Salinero, Fototeca/CENEAM.]
Sobre el tronco de un cedro (Cedrus sp.), distinguimos a un agateador común (Certhia brachydactyla) que asciende durante breves instantes para después desaparecer…
Tras detenernos en el observatorio de aves, proseguimos nuestro camino hacia el punto de encuentro atravesando el resto de la zona del pinar. Entre las copas de los piñoneros (Pinus pinea) un gran bando de mitos comunes (Aegithalos caudatus) vuelan de pino en pino cantando alegremente cuando de repente, allá en la lejanía, observamos a un milano real (Milvus milvus) surcando apaciblemente el cielo, tan solitario como majestuoso.
La última de las especies que hemos podido localizar en el pinar, haciendo gala de su nombre, ha sido el carbonero garrapinos (Periparus ater). Sin embargo, no será la definitiva antes de la despedida.
Parece que la cosa hoy va de pinos…el broche a nuestro itinerario de hoy, lo ha puesto el pico picapinos (Dendrocopos major) que hemos podido identificar a lo lejos desde el mirador frente al Museo de América. Encaramado en lo alto de un árbol pelado, ahí estaba para dejarnos con un agradable sabor de boca.

[Imagen 3: Milano real (Milvus milvus). Fuente: J.M. Pérez de Ayala, Fototeca/CENEAM.]
Con cada paso, no solo descubrimos aves nuevas, sino también formas distintas de mirar el entorno que habitamos. La ruta de hoy ha terminado, pero la invitación queda abierta: detenernos, escuchar y dejarnos sorprender por el vuelo, el canto y la presencia de quienes comparten el espacio con nosotros.
Observar aves es también aprender a reconocer que la biodiversidad es un patrimonio común, frágil y muy valioso. En nuestro catálogo puedes consultar todas las actividades del Programa Madrid Ambiental relacionadas con las aves y con la biodiversidad.
“La diversidad biológica es la biblioteca de la vida; perder especies es como arrancar páginas sin leer”
John James Audubon

