El sábado 27 de septiembre nos encontramos en el Parque Forestal de Valdebebas – Felipe VI para disfrutar de un nuevo itinerario ornitológico. Este gran espacio verde, el segundo parque más extenso de Madrid, se levanta sobre antiguos terrenos de cultivo, eriales y escombreras, transformados hoy en un paisaje de carácter forestal que combina zonas naturales con áreas de jardinería urbana. La mañana se presentó despejada, sin nubes, con una temperatura fresca al inicio que fue suavizándose con el paso de las horas, ideal para caminar y observar.

[Imagen 1: Parque forestal de Valdebebas – Felipe VI, señal de vía pecuaria. Fuente: Madrid Ambiental.]
En el punto de encuentro, junto a la entrada nº 1, comenzamos nuestras primeras observaciones. Dirigimos los prismáticos hacia la glorieta de Isidro González Velázquez, donde ya sabíamos por experiencias anteriores que a menudo aparece la perdiz roja (Alectoris rufa). No tardamos en dar con un par de ejemplares que se movían tranquilos entre estorninos (Sturnus unicolor), cotorras argentinas (Myiopsitta monachus) y palomas torcaces (Columba palumbus). La perdiz roja, aunque relativamente común en nuestro entorno, no pasa por un buen momento: el Libro Rojo de las Aves de España 2021 la clasifica como Vulnerable, con poblaciones en regresión. La pérdida y alteración de su hábitat agrícola, los pesticidas, el cambio climático y una gestión cinegética poco adecuada están detrás de su declive. Un comienzo de jornada cargado de valor por poder disfrutar de cerca de esta especie.

[Imagen 2: Perdiz roja (Alectoris rufa). Fuente: F. Cámara Orgaz / Fototeca CENEAM.]
Tras dedicar un buen rato a contemplarlas, entramos en el parque en dirección a la zona de juegos infantiles y la ría, eje de nuestro recorrido. En el camino nos acompañaron varias urracas comunes (Pica pica) y un pito ibérico (Picus sharpei), con el que nos entretuvimos intentando averiguar si se trataba de un macho o de una hembra.
La zona infantil, rodeada de bancos y de una ladera con abundante vegetación silvestre, comenzó a llenarse de cantos. Encontramos allí gorriones comunes (Passer domesticus) y lavanderas blancas (Motacilla alba). La ladera, repleta de plantas de gran porte, acogía a colirrojos tizones (Phoenicurus ochruros), jilgueros (Carduelis carduelis) y verdecillos (Serinus serinus). Disfrutamos viendo alimentarse a los jilgueros hasta que un carbonero común (Parus major) captó nuestra atención. Al volver la vista hacia la vegetación silvestre apareció el primer papamoscas gris (Muscicapa striata) de la jornada. Entre finales de verano y principios de otoño en Madrid pueden observarse tanto esta especie como el papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca). El papamoscas gris resulta algo más grande y luce un fino listado en cabeza y pecho.

[Imagen 3: Papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca), izquierda, papamoscas gris (Muscicapa striata) derecha. Fuente: J.L. Rodriguez, izquierda, y A. Gabriel López Portales, derecha / Fototeca CENEAM.]
Continuamos hacia el estanque donde desemboca la ría artificial. Allí vimos varios ánades azulones (Anas platyrhynchos), habituales en este entorno. Recorriendo la ría fuimos encontrando de nuevo papamoscas, jilgueros y, de fondo, el inconfundible canto del cetia ruiseñor (Cettia cetti). Esta vez, y con gran suerte, conseguimos observarlo perfectamente mientras se bañaba en una zona poco profunda. Es un ave esquiva, de plumaje pardo-ocráceo, que suele confundirse con el ruiseñor común (Luscinia megarhynchos). Sin embargo, el cetia ruiseñor presenta una lista superciliar más marcada y un canto explosivo y potente que lo delata.
Llegamos después a la zona de terrazas, con muros de piedra y frutales. En una higuera encontramos a varias cotorras argentinas devorando los frutos antes de madurar, y en una terraza cercana descubrimos tres estorninos pintos (Sturnus vulgaris), con su característico punteado en pecho y vientre que los diferencia del estornino negro. También disfrutamos de la tranquila presencia de una tórtola turca (Streptopelia decaocto) posada sobre uno de los muros. Antes de dejar ese lugar conseguimos ver aunque de manera fugaz otra especie más, una curruca capirotada (Sylvia atricapilla).

[Imagen 4: Estornino pinto (Sturnus vulgaris). Juan Perales Rodriguez / Fototeca CENEAM.]
Cruzamos la pasarela para avanzar por la otra orilla de la ría en dirección al punto de inicio. El reclamo de la gallineta común (Gallinula chloropus) se escuchaba con fuerza, aunque la vegetación de ribera impidió verla. Sí pudimos observar varios mosquiteros (Phylloscopus sp.) que se movían incansables entre los árboles. El primero nos sorprendió por su tono amarillento y el segundo mostraba rasgos más discretos. En Madrid podemos encontrar tres especies: el mosquitero común (Phylloscopus collybita), presente todo el año, el mosquitero ibérico (Phylloscopus ibericus), estival, y el mosquitero musical (Phylloscopus trochilus), mucho más escaso. Con los rasgos observados dedujimos que el primero era probablemente un mosquitero ibérico y el segundo un mosquitero común.
Poco después nos sorprendió el vuelo de una abubilla (Upupa epops) cruzando de orilla a orilla. También apareció un inquieto herrerillo común (Cyanistes caeruleus) y, algo más adelante, un único ejemplar de paloma zurita (Columba oenas), menos habitual en comparación con la ubicua paloma torcaz.

[Imagen 5: Abubilla (Upupa epops). Fuente: Miguel Ángel Polo García / Fototeca CENEAM.]
El cielo despejado se mantenía curioso: hasta ese momento no habíamos visto apenas aves rapaces. Finalmente, a lo lejos, apareció una silueta que no conseguimos identificar con certeza, volando entre un grupo de estorninos. Estos, en su vuelo coordinado, dibujaban en el cielo formas cambiantes y sorprendentes. Este fenómeno, conocido como murmuraciones, es un recurso defensivo y de cohesión que, además de ser efectivo contra depredadores, constituye uno de los espectáculos más bellos de la naturaleza.
Ya cerca del primer estanque divisamos con claridad un milano real (Milvus milvus), con su inconfundible cola ahorquillada y el patrón alar bien definido, planeando sobre un grupo de aviones comunes (Delichon urbicum) que todavía se encontraban en el parque antes de emprender su migración. Cerramos la jornada con la observación de varios papamoscas cerrojillos (Ficedula hypoleuca), completando así el par de especies de papamoscas presentes en estas fechas en la ciudad.
Terminamos el itinerario con una buena lista de observaciones y la satisfacción de haber compartido una mañana de aprendizaje y disfrute en la naturaleza urbana. Animamos a todas las personas interesadas a participar en nuestros próximos recorridos ornitológicos y descubrir de primera mano la riqueza de aves que habitan en Madrid. Podéis encontrar los próximos itinerarios ornitológicos programados en la página 6 del Catálogo de Actividades Ambientales Hábitat Madrid.
¡Os esperamos!
“La naturaleza es el único libro que ofrece un contenido valioso en todas sus hojas”
Johann Wolfgang von Goethe

