Arrancamos septiembre con la visita pajarera del Pardo. Despejada y fresca mañana de finales de verano, ideal para observar aves si no fuera porque este fin de semana son las fiestas patronales del barrio. Después de estar toda la noche de parranda, las vecinas aladas aún no han terminado de activarse.
De hecho, en el mismo punto de encuentro, observamos a un mochuelo europeo(Athene noctua) que parece estar aún aturdido en el suelo, muy cerca de nosotros. Bajo el Puente de los Capuchinos emprende el vuelo hasta una rama próxima y ahí se queda durmiendo la mona, sin inmutarse lo más mínimo, regalándonos una inusual y estupenda bienvenida.
Urracas (Pica pica), estorninos negros (Sturnus unicolor), algún que otro mirlo común (Turdus merula) y gorriones comunes (Passer domesticus) comienzan a aparecer poco a poco entre la vegetación ribereña.

[Imagen 1. Mochuelo europeo (Athene noctua) sobre rama de arce negundo (Acer negundo). Fuente: Francisco Martín (usuario participante del itinerario ornitológico).]
Alzamos la vista al cielo y nos sorprende la cantidad de buitres leonados (Gyps fulvus) que planean sobre nuestras cabezas. En esta ocasión, las rapaces han sido muy madrugadoras. Entre éstos distinguimos algún buitre negro (Aegypius monachus) y a un milano real (Milvus milvus). Incluso una pareja de majestuosas águilas imperiales ibéricas (Aquila adalberti) se ha dejado ver unas cuantas veces en el transcurso de la mañana.
A lo lejos, dándonos la espalda, posado sobre la rama de un árbol hemos distinguido la silueta de un cernícalo (Falco sp.). Sin embargo, no hemos podido llegar a identificar la especie ya que no se ha dignado a darse la vuelta antes de salir volando.

[Imagen 2. Buitre leonado (Gyps fulvus). Fuente: Francisco Martín (usuario participante del itinerario ornitológico).]
También nos ha sorprendido ver a un gran bando de gaviotas -no nos aventuramos tampoco a concretar la especie- volando en círculos a gran altura en varias ocasiones.
Unas llegan y otros, como los aviones comunes (Delinchon urbicum) y los vencejos (Apus apus), a los cuales hemos podido avistar en pequeños y aislados grupos. Están a punto dar por finalizadas sus vacaciones estivales y emprender el largo viaje hacia el sur.
Otros que han comenzado a llegar hace unas semanas, y en abundancia, son los papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca). Están de paso otoñal por nuestro municipio y es la mejor época para observarlos y escucharlos. Hay que estar muy atentos porque se puede confundir con su congénere el papamoscas gris (Muscicapa striata), al cual también hemos podido ver esta mañana. Son muy similares si no fuera por el tenue listado en la cabeza, la garganta y el pecho que presenta este último.
Numerosas han sido las ocasiones que, a lo largo del recorrido, nos hemos encontrado a los trepadores azules (Sitta europaea) y a los agateadores europeos (Certhia brachydactyla). Como son tan pequeños, hay que agudizar el oído para advertir su presencia y, con paciencia, rastrear el tronco del árbol por donde nuestro sentido nos indica que llegan las ondas vibratorias de sus agudos y distinguibles cantos.

[Imagen 3: Trepador azul (Sitta europaea). Fuente: Francisco Martín (usuario participante del itinerario ornitológico).]
Así, afinando el oído, ha sido como hemos descubierto al escurridizo cetia ruiseñor (Cettia cetti) por su potente canto, al petirrojo (Erithacus rubecula) por su metálico reclamo, a un carbonero común (Parus major) -que no paraba de trinar- y a los abundantes herrerillos comunes (Cyanistes caeruleus) que han ido apareciendo entre las frondosas copas del arbolado de la senda fluvial.
Uno que es muy conocido por su aflautado canto -aunque en este itinerario lo hemos detectado visualmente ya que tenía el pico cerrado- es el ruiseñor común (Luscinia megarhynchos). Se encontraba posado en la rama de un árbol de la orilla contraria, y hemos podido observarle durante breves instantes, suficiente para poder identificarlo.
Algunos de los habituales, tanto de esta como de otras rutas fluviales, como son las palomas torcaces (Columba palumbus), bravías (Columba livia) y los ánades azulones (Anas platyrhynchos) han aparecido a cuentagotas por la resaca tras la noche de juerga.

[Imagen 4: Ánade azulón (Anas platyrhynchos). Fuente: Francisco Martín (usuario participante del itinerario ornitológico).]
Tras cruzar a la otra orilla para retornar al punto inicial, varios rabilargos ibéricos (Cyanopica cooki) han salido en tropel de la vegetación próxima para nuestra sorpresa. Como su propio nombre indica, sus largas colas no dejan lugar a dudas.
Al igual que los anteriores, un grupito de jilgueros (Carduelis carduelis) cantarines nos han acompañado de copa en copa -de árboles- durante un tramo del sendero.
Antes de terminar la ruta, los gráciles movimientos de un par de lavanderas blancas (Motacilla alba) han dejado una simpática imagen final en nuestras agraciadas retinas.
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“La misma maquinaria neurológica que nos conmueve con una melodía es activada en las aves por el canto de sus congéneres; la música les toca el alma”
Sarah Earp

