Desde el puente de Los Capuchinos a primera hora de la mañana apenas se sentía el calor de la segunda ola de calor de este verano. Junto al río Manzanares esperábamos al grupo para usar el frescor de su bosque de ribera como refugio climático antes de comenzar el itinerario ornitológico en el Monte de El Pardo.

La ruta comenzó en el canto de un mosquitero musical (Phylloscopus trochilus) que desde las ramas de una falsa acacia (Robinia pseudoacacia) trinaba mientras se “preparaba el desayuno”. No se apreciaban bien sus colores entre verdes y grises por la luz intensa que el sol proyectaba, pero le vimos un buen rato moverse y cantar.

Trepando por las ramas y troncos dos trepadores azules (Sitta europaea) se posaron nada más y nada menos que en dos farolas que teníamos junto al camino. Las farolas llenas de telarañas debían albergar polillas y arañas que les estaban sirviendo de comida. Tras observalos un rato trepar con su típica postura – boca abajo con la cabeza paralela al suelo – se marcharon.

[Imagen 1. Trepador azul (Sitta europaea). Fuente: alexnikrom. Creative Commons – Algunos derechos reservados: https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/]

Cerca del azud de El Pardo comenzamos a escuchar a algún ruiseñor bastardo (Cettia cetti). Vimos gorriones comunes (Passer domesticus) y algún mirlo (Turdus merula) que volaba entre carrizos (Phragmites australi) y zarzas (Rubus ulmifolius). En el agua nadaba un ánade real (Anas platyrhynchos) y de cuando en cuando uno o dos carboneros comunes (Parus major) se cruzaban y aterrizaban en los árboles que teníamos justo encima.

Unas golondrinas comunes (Hirundo rustica) nos dejaron ver su maestría ya que volaban rasantes bebiendo agua del Manzanares, otras cazaban en vuelo y otras, volantones, esperaban a sus padres y madres en una rama bien expuesta para recibir su alimento directamente de pico a pico.

[Imagen 2.Parte del grupo observando algunas aves entre las ramas. Fuente: Madrid Ambiental]

La oropéndola (Oriolus oriolus) tardamos un rato en verla posada, la identíficábamos con su canto hasta que se posó sobre un álamo negro (Populus nigra) y pudimos apreciar si adorable colorido. Aunque estaba alta pero pudimos distinguir con los prismáticos que era una hembra.

 

[Imagen 3. Hembra de oropéndola europea (Oriolus oriolus). Fuente: Борняков Григорий (grishaborn). Creative Commons – Algunos derechos reservados: https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/]

Antes de continuar el camino, una paloma torcaz (Columba palumbus) nos observaba en la cercanía.

Al poquito, mientras seguíamos mirando el río vimos un reflejo azulado. Volvimos a mirar con los prismáticos y descubrimos la flecha azul: un martín pescador (Alcedo atthis). Estaba algo oculto entre las ramas, pero curiosamente se veía mejor en el reflejo del agua que entre las ramas y hojas. Se encontraba posado en el carrizo (Phragmites australis) a poco más de un metro del agua. Lo disfrutamos un buen rato.

En el cielo se dibujaban círculos de buitres leonados (Gyps fulvus) a muchos metros por encima de los aviones comunes (Delichon urbicum). Alguna rapaz estaba entre las corrientes de convección que elevan a los buitres, pero no la pudimos identificar.

[Imagen 4. El río Manzanares visto entre las zarzas y los sauces. Fuente: Madrid Ambiental]

Escuchamos y no vimos currucas capirotadas (Sylvia atricapilla) y a un insistente chochín común o paleártico (Troglodytes troglodytes). Vimos y en este caso no escuchamos, al ruiseñor común (Luscinia megarhynchos). Y para completar la jugada, vimos y escuchamos al ruiseñor bastardo.

Los chopos (Populus sp.) secos que tiene el río siempre son posadero y comedero de pájaros carpinteros. En esta mañana vimos un deslucido picapinos (Dendrocopos major) posarse en lo alto de uno ya bien alto mientras seguíamos escuchando el reclamo de una oropéndola.

El calor apretaba a pesar de las sombras del bosque de ribera y de la humedad de río Manzanares.

[Imagen 5. Camino de retorno por el Monte de El Pardo. Fuente: Madrid Ambiental]

Pegados a la valla del Monte de El Pardo vivimos un momento inesperado. El encuentro abrió el debate del efecto que tiene alimentar a la fauna salvaje como jabalíes (Sus scrofa), gamos (Dama dama) y ciervos (Cervus elaphus) desde restaurantes, como ha sido típico desde hace décadas en zonas como El Pardo, el uso de la caza en la gestión de Espacios Naturales Protegidos y las desestructuradas cadenas tróficas tras la eliminación de los grandes depredadores.

De vuelta, volando entre aviones comunes (Delichon urbicum) un cernícalo primilla (Falco naumanni) nos mostró su colorido mientras se alejaba en dirección contraria sobre grandes encinas (Quercus ilex) de la dehesa.

Si te ha resultado de interés la descripción de la ruta y las especies observadas, puedes animarte y reservar plaza en el correo electrónico del programa: proambiental@madrid.es

 

“Por San Ismael cantan los pájaros al amanecer”

Refrán popular