“Una ciudad inteligente significa un lugar en el que los humanos, los árboles, los pájaros y otros animales pueden crecer con todas sus glorias, imperfecciones, libertades y creatividades.”

Amit Ray

Amanece nublado y las temperaturas nos dan un respiro tras varios días asfixiantes de la cuarta ola de calor de este verano. Buen presagio para observar aves esta mañana de agosto en el Parque Emperatriz María de Austria del distrito de Carabanchel.

Este parque cuenta con extensas praderas, diverso y abundante arbolado y macizos arbustivos, así como con una zona de pinar y otra de humedal, lo que se traduce en la abundante biodiversidad que hemos podido contemplar durante todo nuestro recorrido.

Sin haber comenzado a caminar, en el mismo punto de encuentro -el intercambiador de Plaza Elíptica-, surcando los cielos a gran altura avistamos una bandada de vencejos comunes (Apus apus) cuando, de repente, se cierne una rapaz al otro lado del intercambiador. Su inconfundible silueta y ese batir de alas en estático nos indican que nos encontramos ante un cernícalo. No podemos aventurarnos a confirmar la especie concreta ya que, antes de que nos dé tiempo a usar los prismáticos, desaparece sin dejar rastro alguno.

También vienen a saludarnos varias cotorras argentinas (Myiopsitta monachus) -especie exótica invasora-, urracas comunes (Pica pica) y palomas bravías (Columba livia). De estas últimas nos encontramos, nada más comenzar a andar, dos ejemplares singulares por la coloración de su plumaje debido a la hibridación que tuvo lugar con las ancestrales palomas domésticas.

[Imagen 1: Paloma bravía (Columba livia). Fuente: Madrid Ambiental.]

Compartiendo una pequeña porción de césped al comienzo del parque, aparece un grupo de gorriones molineros (Passer montanus) junto a varios serines verdecillos (Serinus serinus) y unas cuantas lavanderas blancas (Motacilla alba) que presentan el plumaje estival, más oscuro que el invernal.

Todas las especies anteriormente indicadas, a excepción del cernícalo y los vencejos, han ido apareciendo a lo largo del camino en distintos puntos del recorrido.

Nada más entrar bajo el paseo de plátanos de sombra podemos observar sobre la rama de un ciruelo a un papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca) macho, con sus típicas manchas blancas en las alas y en la frente.

Nos adentramos algo más en el paseo y nos sobrevuela un mirlo común (Turdus merula) mientras nos deleita con su melodioso y aflautado canto. No sabemos si habrá ido al encuentro del grupo de congéneres que se encuentra un poco más adelante, en la pradera de césped, degustando una exquisita lombriz.

[Imagen 2: Papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca). Fuente: CENEAM.]

Al otro lado del paseo de plátanos, podemos ver a un ejemplar juvenil de paloma torcaz (Columba palumbus) ya que carece del cuello de camisa blanco de los adultos. Nos encontraremos más torcaces en varios tramos posteriores.

Antes de llegar a la explanada donde abundan los olmos de Siberia, podemos contemplar en el césped a la primera de las abubillas comunes (Upupa epops) que nos vamos a ir encontrando hasta el final del recorrido. Casi una decena de ellas, con su característica cresta, y alguna mostrándonos sus bandeadas alas en pleno vuelo. Junto a ésta, posado sobre la rama de un magnolio joven observamos a un colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros). Su color negro azabache y la mancha blanca de sus alas nos indican que se trata de un ejemplar macho.

Otra decena, aproximadamente, de pitos ibéricos (Picus sharpei) nos han ido sorprendiendo en varias zonas de la ruta, sobre todo en el suelo buscando hormigas y en los troncos de varios pinos y cedros. En el tronco de un cedro hemos visto una pareja, hembra y macho. La primera con la típica bigotera negra y el segundo con la bigotera negra y roja. No hemos tenido tanta suerte con el otro carpintero tan común de nuestros parques y jardines madrileños, el pico picapinos (Dendrocopos major). Tan solo hemos podido avistar uno a lo lejos, agarrado al tronco de un pino carrasco.

Bajando a través del pinar hemos llegado al lago, en cuyas aguas dos zampullines comunes (Tachybaptus ruficollis) nos han hecho pasar un buen rato con sus graciosas zambullidas. Uno de ellos nos ha arrancado alguna carcajada corriendo grácilmente sobre el agua, parecía querer lucirse ante nosotros.

El resto del estanque estaba ocupado por ánades azulones (Anas platyrhynchos) de ambos sexos y unas cuantas gallinetas comunes (Gallinula chloropus) adultas y crías que se ocultaban al fondo entre la vegetación palustre.

[Imagen 3: Zampullín común (Tachybaptus ruficollis). Fuente: Madrid Ambiental.]

Entre los almeces que rodean el estanque, pequeños bandos de escurridizos jilgueros europeos (Carduelis carduelis) iban y venían de una copa a otra. Dejando atrás el lago, varias golondrinas comunes (Hirundo rustica) han pasado muy cerca de nosotros. Su bajo vuelo y la acentuada horquilla de la cola las han delatado.

De vuelta al inicio de la ruta, el final de la misma también, nos han sorprendido varias bandadas de estorninos negros (Sturnus vulgaris) hasta casi  finalizar el recorrido. También nos han llamado la atención un par de serines verdecillos en medio de un amplio grupo de gorriones que iban de la pradera a los árboles y de los árboles a la pradera todos juntos y revueltos.

Las especies observadas van cambiando en cada ruta ya que las condiciones meteorológicas, la estación del año y el horario en el que tienen lugar varían también. Prismáticos, paciencia y silencio para poder contemplarlas y escucharlas mejor.

Os animamos a que sigáis conociendo con el equipo de educadores ambientales de Madrid Ambiental las aves de nuestros parques y jardines a través de nuestros itinerarios ornitológicos, tanto a pie como en bici (BiciAves).

¡Nos vemos en la siguiente!