Cada 26 de enero nos sentimos orgullosos (y preocupados) por poder reflexionar sobre los éxitos de la Educación Ambiental y hacer balance anual sobre los avances o retrocesos de la sociedad respecto al medio ambiente.
Los profesionales de la educación ambiental – educadores ambientales- creamos sensibilidad con nuestro entorno: con los árboles de nuestro barrio, con los murciélagos que los habitan, con la atmósfera que nos rodea, con los alimentos que comemos, con el suelo de donde éstos vienen. Creamos conciencia con rigor científico, no inventamos conceptos. Estudiamos nuestras sociedades y analizamos los daños ambientales que puedan causar y educando los intentamos atajar. Amortiguamos, aunque no es suficiente.
Hacer crítica este Día Mundial de la Educación Ambiental es lo mejor que podemos hacer por nuestra profesión. Celebrar el día, pero analizar nuestras acciones para cada 26 de enero saber que hemos “fracasado mejor”.
Nuestro destino lo marca la política y la acción individual. No somos capitanes de ningún barco, sino vigías. Observamos e informamos a la sociedad sobre los problemas medioambientales, como sobre la educación, concienciación y sensibilización de las personas respecto a estos problemas.
Nuestro cometido además de la sensibilización es la comunicación veraz y sin edulcorantes. Estamos formados para educar de forma individual y no colectiva. Cada persona necesita escuchar y aprender de un modo distinto. Para ello somos educadores y no comunicadores.
El Día Mundial de la Educación Ambiental también es un momento para recordar de donde nace la propia Educación Ambiental en nuestro siglo.
En 1975 con la redacción de la Carta de Belgrado durante el Seminario Internacional de Educación Ambiental se fomentó la inclusión de la perspectiva ambiental en la acción educativa mediante la siguiente meta:
“Formar una población mundial consciente y preocupada con el medio ambiente y con los problemas asociados, y que tenga conocimiento, aptitud, actitud, motivación y compromiso para trabajar individual y colectivamente en la búsqueda de soluciones para los problemas existentes y para prevenir nuevos.”
Este texto indica que se ha de educar a la sociedad para que individual y colectivamente traigan soluciones a un mundo con serios problemas.
Queda patente que necesitamos acciones y educación. Las acciones son más rápidas. La educación es más lenta, aunque efectiva. ¿Tenemos tiempo? Para muchas cosas sí, por ello seguiremos con nuestra labor día a día con mucha energía.
Y como colofón, os hemos propuesto que participéis con nosotros en una acción ambiental, donde os preguntamos qué es para vosotros la Educación Ambiental.
“La tarea del educador moderno no es talar selvas, sino regar desiertos “
Clive Staples Lewis