Belenes, turrones, luces y adornos, mensajes de felicitación… y como no, el ÁRBOL DE NAVIDAD.

 

Muchos son los detalles de la casa que nos recuerdan que han llegado estas mágicas fechas, y por eso los hogares se llenan de árboles para recibir las fiestas.

¿Quieres hacer tu propio árbol de Navidad?

 

También puedes hacerlo en grande utilizando una escala:

 

¿Sabes de dónde viene esta tradición?

El nacimiento del árbol de Navidad se cree que habría que situarlo en Alemania, en la primera mitad del siglo VIII, aunque ya en la cultura egipcia, china y judía se colgaban muérdago y ramas de acebo para indicar que la vida continuaba después del fin de año.

Dice la leyenda que un evangelizador inglés, San Bonifacio, estaba discutiendo con unos druidas sobre el valor sagrado del roble. San Bonifacio defendía que no, y después no se sabe muy bien que pasó, pero cuentan que hizo desaparecer el roble y todos los árboles de su alrededor, a excepción de un abeto. Parece ser que ese árbol superviviente comenzó a ser venerado en la tradición cristiana europea como el abeto del niño Jesús. Y así comenzó una tradición que no llegó a España hasta bien entrado el siglo XIX.

Hoy en día no faltan en nuestras casas árboles navideños. Sin embargo, muchos de ellos los compramos en viveros y centros de jardinería listos para plantarlos en el salón y llenarlos de adornos.

La venta de estos arbolitos suelen ser del género piceas, el más habitual es el abeto rojoPícea abias-, un árbol propio de zonas del norte de Europa, que fue introducido en la península ibérica en Pirineos y en algunas áreas de la sierra de Guadarrama.

Abetos que en condiciones naturales llegan a medir 40-60 metros de altura, pero que cuando los adquirimos para la Navidad apenas alcanzan los dos metros y a los que se ha tenido que cortar las raíces terminales que son las que absorben el agua, y sin ellas, el árbol dura lo que duran las fiestas. Los que mantiene las raíces completas, que también los hay, se van marchitando poco a poco hasta morir debido a la temperatura cálida del interior de las viviendas, la falta de humedad y la ausencia de luz.

Pasadas las Navidades, algunos de estos arbolitos son devueltos a los viveros, y regresan languidecientes a pasar la cuesta de enero con la esperanza de que los milagros de la jardinería logren salvarlos antes de convertirse en compost.

El abeto no está habituado a vivir con el calor del hogar. Le gusta y necesita el frío, por eso se cultiva a temperatura ambiente con suficiente luz y humedad.

Qué paradoja tan grande, estos árboles perennes cuya longevidad puede sobrepasar los 300 años de vida, y que fueron elegidos como símbolo de la supervivencia y el fluir de la vida, mueren sacrificados cuando expira la Navidad.

 

¿Que alternativas existen?

Cada vez nos importa más el medioambiente y el respeto hacia el planeta. La ciencia, la industria y la tecnología están evolucionando hacia modelos más eficiente y sostenibles donde se ahorre energía, se contamine menos y se alargue la vida útil de los materiales.

Podemos seguir haciendo las cosas como las hemos hecho siempre o podemos plantearnos pequeños cambios en nuestra vida en beneficio de un mundo global.

 

Estas son algunas ideas para poner en práctica:

 

Consulta las especies vegetales protegidas de la Comunidad de Madrid.

 

¡Por unas navidades más sostenibles!