EL ÉXITO DE LA PROTESTA

l orgullo LGTB nació como como una revuelta callejera en respuesta al acoso policial contra los bares donde se vivía clandestinamente la disidencia sexual como el Stonewall Inn, del Geenwich Village neoyorquino. Aquella madrugada del 28 de junio de 1969, el bar, que era propiedad de la mafia y cuya barra era asiento y refugio de drag queens, lesbianas, personas trangénero y personas socialmente excluidas, recibió una de esas redadas que se habían hecho tristemente corrientes -una vez por mes-, pero aquella noche ocurrió algo distinto e inesperado: respondieron bloqueando la salida de la policía y provocando disturbios que se alargaron tres noches. La mitología del levantamiento del bar Stonewall habla de la proximidad de la revuelta con la muerte de Judy Garland, heroína de la comunidad LGTB, pero más que arcoíris, como los que cantaba Garland, aquella noche hubo ladrillos y orgullo. Orgullo frente al oprobio y la represión que la comunidad LGTB llevaba viviendo desde hacía décadas, sino siglos, con castigos legales como sentencias de cárcel y castigos físicos como electroshocks. En este contexto, las revueltas de Stonewall fueron importantes no sólo porque fue un momento de defensa y de reacción sino de autodefinición y de orgullo, el germen del “gay pride”.

Stonewall. New York 1969, Diana Davies. New York Public Library, NYC.

El primer orgullo fue, pues, una revuelta espontáea, pero una que no nacía de la nada: había habido revueltas anteriores como los disturbios de la cafetería Compton en San Francisco (1966) y participaba de las revueltas sociales de los sesenta como el movimiento contra la guerra de Vietnam, el estudiantil, el feminista o la lucha por los derechos civiles. Del mismo modo, las revueltas de Stonewall bebieron de la mayor presencia cultural de la homosexualidad desde mitades de la década de los sesenta. Por ejemplo, Susan Sontag hablaba sobre los códigos gays en Notas sobre el camp de 1964 y la obra de teatro The Boys in the Band se estrenaba en 1968. En esa ebullición, al año de las revueltas de Stonewall cada gran ciudad norteamericana tenía su asociación de derechos LGTB, aunque la década de los 70 dio lugar a la diversificación de las luchas: el movimiento LGTB se distanció de otro tipo de reivindicaciones, muchas de estas organizaciones acabaron dirigidas por gays y muchas lesbianas vivieron su activismo a través de organizaciones feministas en pleno auge durante la llamada Segunda Ola del Feminismo. Al mismo tiempo surgieron grupos específicos de personas trans o de lesbianas de color donde diferentes identidades atravesadas de diferentes opresiones encontraban su voz. Uno de esos grupos pioneros fue el Street Transvestite Action Revolutionaries (STAR) fundado por Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson, conocidas trans de color que participaron en las revueltas de Stonewall y cuyas reivindicaciones y estrategias chocaban con las de otros grupos como el de los hombres gays.

Por encima de esos desencuentros, la década de los 80 se abría a la internacionalización de la protesta en las grandes marchas del orgullo en Brasil o en aquellas que iban sucediendo escalonadamente en los países que alcanzaban la democracia: en España se produjeron a partir de 1977 con la muerte de Franco, en Argentina en 1984 el grupo Comunidad Homosexual Argentina participó en las manifestaciones reclamando justicia (aunque el primer orgullo argentino data de 1992) y en Sudáfrica el primer Orgullo coincidió con las protestas por el final del Apartheid en 1990. Todos estos contextos tan diferentes nos hablan del modo en el que, en el último tercio del siglo XX, las libertades LGTB se convirtieron en verdaderos termómetros de democracia. La libertad real de las personas se medía por el grado de seguridad, muchas veces física, que se poseía al vivir su sexualidad o su género en libertad.

 

PLANTANDO CARA AL SIDA Y HACIA LAS REFORMAS LEGALES

n 1987 un grupo de activistas LGTB llevados por la rabia y la inoperancia de la administración Reagan ante la crisis del SIDA fundaron el grupo ACT-UP, que representó durante años la vanguardia de un movimiento que se volvería a autodefinir tras la emergencia sanitaria que supuso la pandemia. Una redefinición que ampliaría sus horizontes de lucha, tanto físicos, ya que se fundaron grupos ACT-UP en Europa o Australia, como sociales, al combatir a la enfermedad junto al racismo o la pobreza y al establecer nuevas alianzas con colectivos inesperados como el de las personas drogodependientes. Utilizando la acción directa y con un fuerte componente artístico en sus comunicaciones muchas de sus protestas celebraban la vivencia de la sexualidad y los afectos divergentes en un clima donde la furia se mezclaba con la alegría de la autoafirmación. En ese camino, que incluía también el de los cuidados, muchos gays y lesbianas se volvieron a encontrar en la lucha.

La exitosa estrategia de ACT-UP –entre sus victorias se cuenta la fundación de programas de educación sexual, el aumento de los presupuestos de investigación e incluso la rebaja de determinados medicamentos– debió de ser una inspiración para los colectivos ingleses que luchaban contra la Cláusula 28 en Inglaterra. En medio de la paranoia informativa por el SIDA y tras haber ganado sus terceras elecciones, Margaret Thatcher pone en marcha la Cláusula 28, que prohibía a cualquier gobierno o escuela local promocionar o publicar material que “promoviera la homosexualidad”, lo que llevó, por ejemplo, a que muchas bibliotecas municipales retiraran libros de temáticas o de autores LGTB. La respuesta, que incluyó a amplios sectores sociales y también a dibujantes de comics o grupos musicales, tuvo varios momentos de tensión como la invasión del parlamento inglés por parte de un grupo de lesbianas. Por la misma época, en 1989, la cancelación en Washington de una exposición itinerante de fotografías de la última época de Robert Mapplethorpe, caracterizado por sus imágenes explícitas que incluían actos sadomasoquistas, se convirtió en un ejemplo de censura al arte contemporáneo en medio de las guerras culturales de los 80.

La respuesta a la pandemia del SIDA, la reacción a la Cláusula 28 o la censura a las fotos de Mapplethorpe nos hablan de la necesidad de constante vigilancia hacia los derechos de la comunidad LGTB. Los rápidos avances en el campo de la representación pública de este movimiento no eran acompañados de cambios legislativos o estructurales, que en su lentitud seguían siendo discriminatorios en temas como la edad de consentimiento, los derechos laborales o aquellos relacionados con la pareja como las herencias o las visitas hospitalarias, además de los derechos migratorios. Esas discriminaciones legales daban carta de naturaleza a la violencia física que muchas personas LGTB vivían en sus entornos, algo especialmente cierto en las violencias vividas por muchas personas trans como Sonia Rescalvo Zafra, que fue asesinada en 1991 en el parque de la Ciutadella de Barcelona, o Brandon Teena, asesinado en Nebraska en 1993 y cuya biografía dio lugar a la película Boys Don’t Cry (1999). Por otro lado, estos movimientos reivindicativos fueron el germen de lo que se conoce como comunidad queer, de difícil definición pero que se caracteriza por abandonar identidades fuertes como la del “gay” o la “lesbiana” hacia un desbordamiento de los márgenes raciales, sociales, sexuales y de género.

Cartel anunciador de una fiesta de La Radical Gai. Madrid, años 90. Cortesía Centro de Documentación Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. CC. Exposición “¿Archivo Queer?” Centro Cultural Conde Duque. Sala de Bóvedas. Del 27 de mayo al 24 de septiembre.

En la década de los 80, la consecución del derecho al matrimonio, un objetivo ciertamente secundario para la lucha LGTBQ de la década de los 70, se convierte en un hito a conseguir ya que muchas personas no heterosexuales se dan cuenta del amparo que podría proporcionar una ley igualitaria ante grandes instituciones como juzgados, hospitales o familias. En los países occidentales donde se ha conseguido el matrimonio igualitario, y hemos de recordar que España fue el tercero en aprobarlo, este hecho generó un momento de alegría social y de euforia institucional. Esto, junto con el auge de barrios gays y la esponsorización del Orgullo, dio cierta sensación de vivir un periodo post-derechos LGTBQ, donde se había alcanzado la plena ciudadanía. Sin embargo, hemos de recordar que la homofobia es una realidad con la que tienen que convivir muchas personas, incluso en entornos urbanos, y que los recursos educativos para combatirla son escasos, algo que ha convertido el bullying homófobo en las escuelas es una triste realidad de mucha juventud LGTBQ. La pobreza azota especialmente a la comunidad trans española, con un 85% de paro, y en EE UU el 40% de los jóvenes en situación de calle son LGTB. Así mismo, estos días hemos recordado a las 49 personas asesinadas en la discoteca Pulse de Orlando, que la situación de las personas LGTB en Uganda sigue siendo muy difícil a pesar de la labor de activistas como David Kato o que las noticias que continúan llegando de Chechenia son ciertamente alarmantes.

Campaña Naranjito “Lo nuestro sí que es mundial”. 1981. Exposición “Subversivas”. 40 años de activismo LGTB en España. CentroCentro, Madrid. Del 15 de junio al 1 de octubre.

Todos estos hechos nos demuestran que la diversidad es un fenómeno frágil, que merece la protección colectiva e institucional, algo en lo que el Ayuntamiento de Madrid está plenamente involucrado. Conviene recordar que la diversidad debe ser celebrada, debe ser vista, exhibida, coreada y bailada espontáneamente porque de esta manera también se transmite la tolerancia. Madrid, ciudad clave para la historia LGTBQ del estado español, refugio de disidentes sexuales, anónimamente amable y culturalmente receptiva, vuelve a abrir sus plazas y calles bajo el calor de junio para celebrar los 40 años del Orgullo en España e invitar al mundo a ello. Volvamos a celebrar.

 

40 AÑOS DE ORGULLO EN ESPAÑA

n 2017 se cumplen cuarenta años de la manifestación que simboliza la toma de conciencia del colectivo LGTBQ en España. Año tras año ha servido, como en otros países democráticos, tanto de celebración de los avances sociales y de conmemoración de hitos históricos como de reacción o protesta ante los retrocesos judiciales o sociales. Además, la ocupación física del espacio por parte del colectivo LGTB, la reivindicación y la fiesta han sido un reflejo de las prácticas y creencias sociales de cada uno de los momentos de nuestra historia reciente. Es por ese motivo que su historia es tan rica, variada e importante, porque en su calidad de termómetro de libertades nos habla de cómo los derechos LGTB, más que fruto de los tiempos, han sido ganados, celebrados y defendidos en las calles.

Las primeras manifestaciones LGTBQ en España coinciden con la muerte de Franco y la llegada de la democracia a España, mostrando las turbulencias de un periodo como el de la Transición. Cronológicamente la primera manifestación se llevó a cabo en Barcelona en el año 1977, organizada por el Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC), y en ella se mostraron los frutos de un trabajo clandestino durante la dictadura. La manifestación giraba en torno a un concepto muy de la época como el de “amnistía”, pero en este caso referida a los homosexuales presos o represaliados, ya que tenemos que recordar que en 1977 todavía seguía vigente la “Ley de peligrosidad social” que condenaba a homosexuales a penas de reclusión que iban de los seis meses a los cinco años. El primer Orgullo, que congrega a unas 5.000 personas en las Ramblas, acaba dando, sin embargo, una imagen de inmadurez democrática: la manifestación, que no estaba permitida, fue duramente reprimida en una acción que provoca numerosos heridos y detenidos. Uno de ellos, Oriol Martí fue detenido en la cárcel Modelo de Barcelona durante 52 días.

Manifestación de homosexuales y transexuales. Barcelona 1977. / Archivo-t.net. Creative Commons.

En 1979 el Orgullo en Madrid se vive en un ambiente enrarecido: ese año se prohíbe la marcha por el clima de violencia callejera y es sustituida por un mitin en Casa de Campo al que acuden 1.000 personas escasas. A última hora es reventado por elementos de extrema derecha cargados con armas de fuego. Un año más tarde, en 1980, se legalizan las asociaciones LGTB, lo que les permite adquirir los mismos derechos de reunión o de manifestación que amparan a otras asociaciones como las vecinales o las políticas y asentar muchos de los lazos establecidos en clandestinidad.

En la década de los 80 la ciudad de Madrid estalla como centro creativo internacional y La Movida da muestras y referentes de una cultura LGBTQ vibrante y contemporánea. En ese Madrid tolerante donde se empieza a celebrar una modernidad que es también sexual, el vibrante asociacionismo LGTB de la Transición empieza a declinar lentamente hasta que, en 1985, se funda COGAM. Un año más tarde, en 1986, ocurre un acontecimiento que muestra la necesidad de articularse colectivamente: dos mujeres son detenidas en Madrid por besarse en público. El primer colectivo de lesbianas español, el Colectivo de Feministas Lesbianas de Madrid –con sede en el Barquillo 44, un local mítico para el movimiento feminista– organiza una gran besada delante de la Dirección General de Seguridad del Estado. El final de la década de los 80 es también el momento en el que empiezan a aparecer los primeros comercios y locales LGTB en Chueca, hasta configurar el primer barrio gay de España. Esa década de contrastes estuvo también marcada por la aparición del SIDA en el panorama español, con el primer caso detectado en 1981, que sirve de aliciente para crear redes asistenciales y de cuidado paralelas a la reivindicación.

Los 90 estuvieron caracterizados por el crecimiento del ocio LGTB; una mayor presencia pública, especialmente en los medios de comunicación; mejoras en la medicación del SIDA y el giro reivindicativo hacia la consecución de una ley de matrimonio igualitaria. En junio de 1996, escasos meses después de que el gobierno hubiera modificado el código penal para amparar la orientación sexual como derecho fundamental, se celebró el primer orgullo madrileño multitudinario, con unas 3.000 personas. Después, creció a nivel exponencial cada año. Ese mismo año el Orgullo pasa a celebrarse el primer fin de semana de julio, para acoger a participantes de otras ciudades donde se celebra en torno al 28 de junio, y aparecen las primeras carrozas que subrayan los aspectos lúdicos de la marcha.

Banderas Gay junto al Ayuntamiento durante el Orgullo. Madrid 2015. XEGA. Creative Commons.

El nuevo milenio empieza con una gran manifestación que es recordada con mucho cariño por ser celebratoria: el mismo día, el 2 de julio de 2005, aparece en el BOE la ley de matrimonio igualitario. El éxito que la convocatoria oficial va a tener los próximos años, su masificación y vinculación a aspectos como la esponsorización, hace que en 2006 se forme un grupo crítico que creará un Orgullo alternativo, centrado en aspectos reivindicativos y sociales, marcado por la pluralidad de identidades. En 2007 Madrid vive su primera candidatura internacional con el Europride. Ese mismo año el Gobierno aprueba la Ley de Identidad de Género, que si bien permite a las personas trans cambiar el nombre oficialmente sin necesidad de someterse a una operación, mantiene otros requisitos y evita que los procesos médicos puedan realizarse a través de la Seguridad Social.

2017 es un año en el que Madrid vive uno de sus mayores retos con el Orgullo Mundial (World Pride), no sólo a nivel de infraestructuras físicas, ya que la ciudad ha demostrado sobradamente su capacidad de recibimiento y de sostenibilidad de grandes eventos, sino también de infraestructuras sentimentales y de cuidados. Queremos que nuestras aceras sean lo suficientemente anchas para que todos los modos de amar y sentir puedan pasear en ellas. Queremos que nuestras plazas sean lo suficientemente amplias como para que podamos convivir y podamos pararnos a hablar de todas las historias silenciadas y todos los futuros posibles sin machismo, sin homofobia, sin lesbofobia o transfobia. La libertad con la que esta ciudad ha sido empedrada es producto de la presencia histórica de personas gays, lesbianas, transexuales, bisexuales y toda la amplia gama de expresiones de identidad y de género que celebran su vida estos días en la capital. El Ayuntamiento de Madrid celebra esa diversidad como una de las características definitorias de la ciudad izando la bandera arcoíris e invitando a combatir la intolerancia y a bailar la diferencia. ¡¡Feliz Orgullo 2017!!

n el Ayuntamiento de Madrid la diversidad es uno de los dos ejes estratégicos en los que se centrará la nueva Área de Gobierno de Políticas de Género y Diversidad. Como objetivo prioritario, se pondrá en marcha una Oficina contra los Delitos de Odio, un espacio de estudio y propuesta en el que trabajaremos mano a mano con otras áreas de Gobierno y con los colectivos que llevan años luchando por los derechos de las personas LGTBI. Este trabajo en común nos permitirá adaptar las políticas públicas a las demandas reales del activismo. Se realizarán campañas de sensibilización y educación acerca de las discriminaciones, las violencias y el odio que sufren las personas LGTBI, para toda la sociedad y, específicamente, en los centros educativos, lugar en el que comienzan las actitudes LGTBIfóbicas y donde podemos, por tanto, actuar muy directamente para frenarlas, previniendo, por ejemplo, el acoso escolar relacionado con estas. Preocupa mucho la doble discriminación que sufren las mujeres transexuales. En este sentido, el compromiso es el de colaborar con otras áreas en la atención de la salud sexual y reproductiva y en las políticas de empleo, para que las mujeres, y también los hombres, trans puedan ejercer sus derechos plenamente. A esto se añadirá el trabajo con el propio Ayuntamiento como empleador. El Ayuntamiento tiene la responsabilidad que incorporar en el protocolo el acoso por homofobia y cambiar cómo se recoge la información: queremos avanzar para que los formularios no sean binarios, es decir, que las personas no se tengan que identificar como hombre o mujer, y dar ejemplo, así, de una transformación que debería darse en otros ámbitos, de forma que las personas que no se reconocen en uno u otro género no se sientan discriminadas desde las administraciones.

Celia Mayer, Delegada del Área de Políticas de Género y Diversidad

 

 

 

 

 

 

Es dentro de esa coordinación con otras áreas donde ya hay planes en marcha que dotan de estructuralidad al compromiso con los derechos LGTBI en el Ayuntamiento. Un ejemplo es la propia Unidad de Gestión de la Diversidad de la Policía Municipal de Madrid:

David Martín, sargento de la Unidad de Gestión de la Diversidad de la Policía Municipal

 

 

 

 

 

 

 

El empleo y el acceso a renta es una de las condiciones materiales y de derecho que son capaces de sustentar el empoderamiento dentro de nuestras ciudades. Así, desde la Agencia de Empleo de el Área de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Madrid ya se están explorando e implementando programas piloto que permitan avanzar en ese largo camino a recorrer para las personas LGTBI.

Marta Higueras, Delegada del Área de Derechos Sociales

 

 

 

 

 

 

 

Por otra parte, la salud reproductiva y la propia salud en general se encuentran dentro de los planos que el Ayuntamiento pone también en el centro a la hora de abordar las políticas en términos de derechos LGTBI. Reconocer los derechos y visibilizarlos se ha concretado también en políticas que materialmente ayudan día a día a muchas personas en la ciudad.

Una importancia en este aspecto es a poner de relieve es la necesidad que tiene el Ayuntamiento de escuchar y hacer participados los diagnósticos necesarios. Reconocer los espacios de experiencia en la materia también fuera del propio Ayuntamiento. En definitiva, trabajar con la propia ciudadanía, mano a mano, en una tarea fundamental cuando hablamos de derechos LGTBI.

María Almudena de Andrés Domínguez, Línea de Salud Sexoafectiva LGTBI de Madrid Salud

 

 

 

 

 

El Orgullo Mundial 2017 es más que historia. Es también el día a día, la planificación y el servicio público. También de descentralización y sobre todo de cultura. Una cultura de la ciudad.

La diversidad tiene un espacio central en la programación de toda la semana del Orgullo Mundial y es a través de la cultura uno de los medios por los que encontrará su expresión y reivindicación. Esa cultura llega a un montón de rincones en múltiples formas. Exposiciones, proyecciones, conferencias, conciertos, talleres.

Exposiciones como las que están, desde ya, en Centro Centro. Una exposición que es la historia de la reivindicación de los derechos LGTBI en nuestra ciudad y en nuestro país.

 

 

 

 

 

 

 

 

La descentralización es también que en un evento de las características del Orgullo Mundial, esa cultura llegue a cada esquina de la ciudad.

El World Pride 2017 tendrá una estrategia de sostenibilidad, gracias al acuerdo alcanzado entre el Ayuntamiento de Madrid y AEGAL, asociación organizadora del World Pride Madrid 2017, en colaboración con Ecovidrio. La utilización de vasos retornables, la compensación de gases de efecto invernadero a través de la plantación de un bosque, la instalación de contenedores de reciclaje o la utilización de tecnologías eficientes son algunas de las medidas que se pondrán en marcha para evitar o minimizar los impactos ambientales de este evento.

Las actuaciones de la estrategia de sostenibilidad servirán no solo para reducir el impacto, sino también para sensibilizar al ciudadano y difundir valores ambientales. Además, esta experiencia servirá para diseñar medidas ambientales de futuros grandes eventos en la ciudad de Madrid.

Y estos son algunos de los datos de cómo vamos a hacerlo.