Agotamiento físico, emocional, anulación de la vida personal en favor del cuidado de otros. La situación a veces estalla o bloquea a quienes la padecen. Hacer frente a las necesidades de una población cada vez más envejecida, obliga a un planteamiento del sistema actual, para generar una cultura colectiva de los cuidados cada vez más necesaria en esta sociedad “tan individualista y poco preparada para los cuidados”. Lo dice Raquel, trabajadora social de Chamberí, partícipe de una experiencia que ha devuelto la confianza y las ganas de vivir a muchas personas del distrito. Se trata de Desayunos en Chamberí, una cita inaplazable para gran parte de quienes han pasado por el programa municipal Cuidar al Cuidador y que, a su término, gestaron estos encuentros en los que compartir vivencias, angustias, experiencias cotidianas  para romper su círculo de soledad.Se calcula que el tiempo que se dedica a los cuidados de las personas mayores y/o dependientes, de traducirse en un valor monetario, llegaría a representar entre el 3 y el 5 % del PIB. Por eso las cuidadoras –mayoritariamente mujeres-, merecen un reconocimiento social de primer orden y demandan un esfuerzo colectivo por visibilizar su trabajo, así como por repartir los esfuerzos que conlleva de manera efectiva y equitativa. Desde esa conciencia,  el Área de Equidad, Derechos Sociales y Empleo del Ayuntamiento  desarrolla desde 2004 el Programa Cuidar al Cuidador. Son 25 sesiones psicoterapéuticas de grupo, impartidas a cuidadores informales y dirigidas por un psicólogo. Distribuidas según el grado de sobrecarga del cuidador, los participantes expresan en cada sesión sus experiencias, empatizan con el resto de cuidadores y aprenden a manejar los desafíos emocionales de su actividad. Los profesionales hacen hincapié en la importancia de la atención al autocuidado, así como el mantenimiento de su tiempo libre y el manejo de herramientas psicológicas y emocionales que les permiten afrontar el duro desafío que supone ser cuidador cada día.

La importancia de cuidar a quienes cuidan

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Ana relata su experiencia en el desayuno

Ana es un ejemplo de cómo la sobrecarga del cuidador puede generar estados de ansiedad tan elevados que llegan a comprometer el propio estado de salud del cuidador. Ella fue la cuidadora principal de su madre durante diecisiete años, “un día fui al médico a por medicinas para mi madre. Al llegar a la consulta no fui capaz ni de articular palabra, había llegado al límite”, explica. Semejante bloqueo emocional puso al médico en alerta, quien decidió derivar a Ana al Hospital Clínico de urgencia. Allí le recomendaron que participara en el Programa Cuidar al Cuidador del Ayuntamiento de Madrid, pero Ana inicialmente rehusó participar.

Los últimos ocho años cuidando a su madre se hicieron enormemente difíciles, “ya no podía hacerme con ella, se me caía al suelo y no podía ni levantarla”. Ana llegó a estar dos años aislada, sin salir a la calle. “Me sentía incapaz de vestirme y hasta de estar de pie, solo cuidaba de mi madre. Terminé por ni siquiera ducharme ni quitarme el pijama”, explica. Las trabajadoras sociales del distrito insistieron en recomendar a Ana que participara en el programa Cuidar al Cuidador, hasta que un día por fin se decidió. “Fui obligada, en un taxi, porque era incapaz de andar”, explica.

Debido al exceso de medicamentos para tratar la ansiedad, Ana cuenta como “los primeros días ni los veía ni los oía, solo notaba bultos a mi alrededor”. Pero poco a poco fue abriéndose a los demás y sintiéndose más y más comprendida. “Lo que más me impresionó al principio es que todos estaban peinados y lavados, y yo llevaba el pijama debajo de la ropa. No tenía fuerzas ni para quitármelo”, nos cuenta. A partir de su asistencia al Programa, Ana fue empatizando con otras personas que se encontraban en situaciones similares a la suya. “Lo mejor de venir aquí es sentirme acompañada y comprendida”, explica. “Ahora me pinto, me lavo y soy la primera que escribe al grupo de WhatsApp”. Hoy Ana ya sentencia orgullosa: “A este grupo le debo la vida, yo sola no hubiera sido capaz de salir para adelante”, concluye.

La generación de comunidades de cuidadores

El de Ana es tan solo un ejemplo de la importancia de generar grupos de cuidadores que compartan sus experiencias, combatiendo así la sensación de soledad a través de la empatía. Precisamente por eso el Área de Equidad intenta conectar a quienes pasan por este Programa con otros recursos de apoyo mutuo, tanto grupos informales como asociaciones, haciendo un esfuerzo por mantener el enfoque integral.

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El subdirector de Mayores y la jefe del departamento de Servicios Sociales de Chamberí recogen el premio

De esta manera se consigue cultivar iniciativas grupales de apoyo mutuo, socializando y haciendo realidad el objetivo de programas como Cuidar al Cuidador más allá de la institución. Del programa nació de forma autónoma el grupo de apoyo en el que participa Ana. Pero no es la única. Otro ejemplo es la Asociación “Cuídate Cuídale”, creada en 2011 con el apoyo de la Dirección General de Mayores. “Todo comenzó con una fatalidad”, cuenta Charo Frisuelos, su presidenta.

“Un señor del grupo, que decía que nunca llamaba a los demás porque tampoco le avisaban, se cayó y se rompió la cadera. Así que fuimos todos a verle. Nos juntamos alrededor de él y se dieron las circunstancias, hicimos piña y el grupo siguió quedando todos los jueves”. Así nació la asociación Cuídate Cuídale, y es “importantísima, os puede parecer una tontería pero todo el mundo está deseando que lleguen las reuniones. Viene gente hasta con bombonas de oxígeno. Cuando escuchas las situaciones que viven otros cuidadores, te das cuenta de que no hace más quien puede, sino quien quiere”, explica.

Uno de los objetivos del programa es extender y socializar la cultura de los cuidados. Raquel, es consciente de la importancia de generar comunidades humanas con voluntad y capacidad de apoyarse mutuamente de forma autónoma. Así nació también el grupo Desayunos en Chamberí en el que participa tras haber sido observadora en el programa Cuidar al Cuidador. Hoy en día Raquel no tiene dudas acerca de la efectividad del programa. “En el grupo se abren porque están al lado de personas como ellos y se sienten comprendidos, algo que en un despacho es mucho más difícil de conseguir”, explica. “A lo largo del tiempo ellos han vivido un proceso de cambio muy importante y ya tienen herramientas para manejar la situación”. Raquel confía en que poco a poco “la sociedad se contagie de gente así”.

El boletín digital “Cuidar a quienes cuidan” ha recibido el premio Supercuidadores 2016, que otorga la Universidad Internacional de La Rioja. Este boletín ha sido elaborado por el Área de Equidad, Derechos Sociales y Empleo y reconoce la labor de cuidadores, tanto familiares como profesionales, quienes dedican su vida al cuidado de sus mayores y/o dependientes.