Una de los carteles de "Cervantes infiltrado", en la calle de Alcalá
Una de los carteles de «Cervantes infiltrado», en la calle de Alcalá

«Cervantes infiltrado» no es, en rigor, un proyecto sobre Miguel de Cervantes. Con esto quiero decir que no se encuentra entre sus pretensiones realzar la figura del autor, subrayar su importancia en la historia de la literatura, alimentar el mito. Este es, más bien, un proyecto sobre la palabra; son ellas, las palabras, con su capacidad para afectarnos, las que lo sustentan.

Por eso todo empezó con la lectura de la práctica totalidad de las palabras escritas por Cervantes; por ver si afectaban y en qué. Y, de entre todas esas palabras, se entresacaron algunas que, se consideró, mantienen vigente, más afilado, su poder de interpelación. Porque, como decía, esto va de palabras y de afectos.

Y porque las palabras afectan según de dónde vienen y quién las dice, no se quiso que Cervantes apareciera en primera instancia como autor de los textos. Parece evidente que el efecto que tales palabras producirían en nuestras personas estaría mediado por el «tamaño» y la enorme carga significativa de la palabra «Cervantes». Además, se corría el riesgo de que, de palabras que se saben escritas hace más de cuatrocientos años, se hiciera una lectura excesivamente «arqueológica».

Así que, como digo, interesaba infiltrar al autor en el presente de forma discreta. Y para ello convenía vestirlo con ropas contemporáneas, e incluso generar cierta confusión en el código de lectura, haciendo honor a la afición de Cervantes a deslizarse de un lado a otro de la frontera entre ficción y realidad. De ahí la presentación gráfica elegida, que se aleja de la habitual para presentar textos literarios (o, concretamente, citas), y toma como referencia, por contra, formas neutras, como las que se usan para los comunicados o advertencias. Con la sola intención de que sus palabras produzcan más afecto, y surtan mayor efecto.

La triada libertad, valor, cobardía (o miedo) rige la elección de los cinco textos que finalmente se han seleccionado. Porque el concepto libertad es central en los textos de Cervantes (no es casualidad que una de las obras sobre el autor más citadas lleve por título Cervantes y la libertad); y a esta idea, la de libertad, enseguida se adhiere, por afinidad, la dupla valor-cobardía. Y en nuestro presente, como hace cuatrocientos años, la libertad, y el valor necesario para experimentarla y sobreponerse al miedo, es un asunto que, parece evidente, afecta a nuestras personas.

Ahí quedan, pues, en su humilde y misteriosa forma, las palabras. A la intemperie, expuestas, vacías hasta que cobran sentido en nuestros cuerpos, nuestro aliento, nuestras acciones. Y así, tomo prestadas, para terminar, unas palabras de la obra antes mencionada, Cervantes y la libertad, del poeta Luis Rosales : «Hay que encontrar de nuevo las raíces. Pues bien, la obra de Cervantes es un esfuerzo inteligible, tenaz y denodado para reedificar la libertad, poniendo al descubierto sus raíces».

Mis agradecimientos a Miguel de Cervantes por su grata compañía en estos meses; por su apoyo o inspiración, a quienes sin poder estar están, y a Dieter Ingenschay, Raquel Vázquez, Fabián Luján, Susi Bilbao, Marta Bassols, Eduard Mont de Palol, Jule Röhr, Susana Gómez, Elena Muné y Jorge Chamorro; y a la gente del Ayuntamiento de Madrid que con su esfuerzo y empeño personal han permitido que el proyecto llegue a buen puerto.